El año 2018 comenzó de forma agitada. Se sucedieron semanas movidas en materia económica, luego de reformas con alto costo político pero efectos limitados y anuncios que tuvieron impacto sobre las expectativas. Mucho ruido, pocas nueces.
La característica central que distingue a este momento es una economía a dos velocidades. El consumo se expande, pero enfocado mayormente en bienes durables. Así, las ventas de autos crecen significativamente (23,9% en 2017), pero la comercialización minorista cerró el año en negativo (-1% interanual acumulado a diciembre). Parte de esta dinámica se explica por un salario real que, si bien mostró una expansión, todavía se ubica 3,4% por debajo de 2015.
El nivel de actividad presenta una dinámica positiva pero heterogénea, donde varios sectores continúan sin recuperar los niveles de 2015. Así, la construcción (+9,8% internaual acumulado a noviembre), el comercio (2,3% arriba) y la industria manufacturera (2,2%) verificaron importantes expansiones pero sin recuperarse de la recesión evidenciada en 2016.
La inversión también presenta una dinámica dispar. Las importaciones de bienes de capital avanzan a tasas de dos dígitos (15,8% interanual en el año en cantidades) al igual que la construcción (+12,5% acumulado a noviembre), pero la producción de material y equipo local sigue mostrando rojos (-4,6% interanual a noviembre).
En materia de comercio exterior, las dinámicas disímiles ya no son una novedad. Las importaciones suben por el ascensor (19,7% interanual el año pasado),
mientras las exportaciones suben por la escalera o siquiera se aproximan al primer escalón (0,9% i.a.). De hecho, las cantidades enviadas al exterior se mantienen en niveles de hace 12 años, mientras la mitad de las ventas externas se concentran en pellets, cereales, material de transporte y grasas y aceites. La clave estará en poner el foco en esto, ya que la tendencia positiva de las compras desde el exterior se sostendrá.
Así, la actual recuperación debe ser puesta en perspectiva. Para mirar la película completa y no la foto, conviene analizar cómo será la hoja de ruta de 2018, ya que los principales desafíos continuarán este año. En efecto, los mayores retos que enfrentarán las autoridades estarán en lograr desactivar los déficits gemelos y los precios relativos aún desacomodados.
Por el lado de la cuenta corriente, el año pasado habremos rozado un rojo del 5% del Producto. Muy lejos de la mayor parte de los pares de la región (Brasil: -0,5%, Chile: -1,7%, México: -1,8%, Perú: -1,5%, Paraguay: -0,7%). La cuenta de servicios sigue ampliándose, mientras los intereses pagados crecen exponencialmente. De esta forma, el sector externo se presenta como una de las claves a monitorear con una década de déficits en su haber, donde prevemos que continuará ensanchándose.
En cuanto al rojo fiscal, si bien el déficit primario presentó una reducción por primera vez luego de varios años de deterioro continuo, se ubicó en niveles similares a 2015. Por su parte, la carga de intereses continúa en alza, por lo que el financiero superó el 6% del Producto. La baja de los subsidios económicos no es suficiente para compensar la suba de los intereses. Además, lograr la meta fiscal global dependerá de alcanzar cierto margen en la primera parte del año, dado que el objetivo del último cuarto es ambicioso. A su vez, ya no estarán disponibles los ingresos del programa de amnistía fiscal (0,4% del PBI), por lo que el objetivo del -3,2% luce complicado de alcanzar.
Respecto de la inflación, será difícil quebrar la inercia que lleva más de una década en torno a una tasa del 20/25%. Más aún teniendo en cuenta los incrementos en tarifas de servicios públicos
ya programados y las expectativas de inflación bien por encima de la meta. En esta dirección, no pareciera haber demasiado margen para el relajamiento de la política monetaria. No obstante, con la tasa de interés como única herramienta no alcanza para lograr los objetivos oficiales en una Argentina donde el crédito representa solo el 15% del Producto. Todos los brazos de la política económica deberán operar en la misma dirección.
En este punto, las expectativas jugarán un papel fundamental, dado que son una variable clave para la formación de precios, en un contexto en que el dólar se aceleró y ya comenzaron las discusiones paritarias.
Así, estaremos frente a un 2018 donde los desafíos todavía no aminoran, a pesar de que las autoridades se mantienen optimistas. El año recién comienza, pero varias cartas se repartieron. En este sentido, prevemos que la inflación cierre por encima de la meta (19%), con un objetivo fiscal difícil de
alcanzar y un crecimiento más modesto (+2,6%). Recordemos que la base de comparación es más elevada este año, por lo que deberemos acostumbrarnos a una actividad desacelerándose trimestre a trimestre, donde no todos los sectores evolucionarán del mismo modo. En definitiva, se sostiene la economía a dos velocidades.