Esto que voy a presentar no es una moralina, porque no soy juez de nada, ni parte. Es tan sólo una observación que tiene por intención reflexionar, como podamos sobre el tema.
O soy yo quien va a contramano o bien son otros que pueden terminar estrellados. O quizás estén buscando efectos especiales, convocatoria pública. O tal vez consideren que lo que hacen forma parte del mundo del espectáculo. Vedettes, bailarinas, estrellas de rock, actrices de teatro, de cine y especialmente de televisión, o que han pasado fugazmente por la televisión y añoran volver confiesan intimidades extremadamente muy íntimas, de pecho y bajo vientre. Algo así como si dejaran abierta la puerta del baño cada vez que atienden sus necesidades. Y lo hacen en medios de comunicación masivos, en la prensa escrita (la seria, digamos), con sus nombres, apellidos y hasta sus huellas digitales. Y los que dialogan con ellas, preguntan y repreguntan se llaman a sí mismos periodistas.
Cualquiera puede leer o escuchar, sin velos ni ocultamientos, cuántas veces las protagonistas de los reportajes, se acuestan en la semana con sus novios, qué hacen en la cama, y además los jueguitos que comparten.
Me pregunto a quién le importan estas confesiones. A mí no. Pero parece que hay público y mucho para estas confesiones verbales. El proceso guarda parecido con el “destape español” tras la muerte de Franco. No hubo entonces límites, años de represión fueron desbordados por todos los costados. Pocos fueron los que guardaron mesura. Se trató de algo así como una diversión, como una ruptura de fronteras a cargo de adolescentes sin pruritos. Junto con eso o después o para mantener la diversión España se convirtió en la principal consumidora de drogas pesadas y livianas de Europa. Lo dicen las estadísticas, el país lo sigue siendo aunque en estos días para serenar los ánimos y evitar la depresión ante la caída económica estrepitosa de la península y los más altos índices de desocupación.
Parte del periodismo ayuda a la divulgación, pero ahora hay mucho más de lo que conocíamos como curiosos. Este fenómeno y sus repercusiones colaterales vienen siendo estudiados desde hace buen tiempo por los más inteligentes pensadores del mundo. El sexo fácil como prioridad, el relacionamiento de “toco y me voy”, la frivolidad, la superación de todo prurito, la falta de recato forma parte de las actuales fisuras de una civilización que no encuentra la linterna para iluminar la cueva. El desborde reemplaza a la ausencia de realizaciones personales en una sociedad que ofrece pocas alternativas.
Cierta promiscuidad en determinados grupos humanos es advertible desde la década del 60 y antes. No es verdad que la liberación de la mujer, corporalmente hablando haya surgido después de la Segunda Guerra Mundial. Comentan los historiadores que tras la masacre de millones de ciudadanos europeos que fue la Primera Guerra Mundial, especialmente en Alemania, en la República de Weimar ganaron el champagne, la voracidad sexual, los más grandes extremos. El cine, la música creada entonces y la bibliográfica mostraron esos cambios. Lo mismo pasaba en Francia. No así en los Estados Unidos, donde la censura, en manos de una moral puritana, rigió en Hollywood hasta no hace mucho. Los cronistas presentes han divulgado que en el búnker de Hitler, pocos días antes de que llegaran los rusos a Berlín, cuando temblaba la tierra por los bombazos, militares y mujeres civiles se volcaron a un frenesí sexual cotidiano, a toda hora. Como si se tratara del último acto de una obra trágica.
Sin embargo hay diferencias. Los “promiscuos” no se solazan mostrando lo que hacen. La patología actual es “mostrar” todo sin vergüenza alguna, hasta el más mínimo detalle. En una contabilidad que supera récords. Los pudores se evaporan, el quiebre de la intimidad es el eje de la vida cotidiana. Lo pintoresco es la competencia entre gente conocida y algunos que buscan ser conocidos de participar en videos “hot” y después lamentarse si se difunden por internet. Se consideran casi “niñas púberes engañadas”. Se parece al juego del Gran Bonete.
¿Toda esta moda de desnudarse a fondo tendrá que ver con la crisis nacional que el Gobierno niega?, el fracaso del esquema educativo, la falta de encantamientos políticos o de rumbos claros, el frenesí del show que va siempre en un in crescendo imparable, la competencia de los ratings o simplemente es una muestra más de este tiempo en el que vivimos, tan plenos de negación y denigración personal. ¿O son simples cortinas de humo para no ver lo que hay que ver indispensablemente? ¿O es una contradicción porque mientras algunos se ocultan otros se muestran demasiado?
*Periodista especialista en economía.