Cuando se acerca una elección las encuestas se convierten en centro de la curiosidad de mucha gente. Especialmente, cuando en un país como Ecuador está prohibida su publicación, los encuestadores recibimos decenas de llamadas de personas que quieren averiguar qué dicen los números. Muchos no creen en estos estudios, pero que los hay, los hay. Las encuestas no son para predecir el futuro. Son una herramienta que investiga la opinión pública, siempre variable, que tiene márgenes de error, porcentajes de confiabilidad y una serie de debilidades estudiadas por las ciencias exactas desde hace décadas. Las encuestas sirven para conocer tendencias de comportamiento de la opinión pública y el impacto de las campañas electorales.
A esta fecha, y cumpliendo con la ley ecuatoriana que impide publicar pronósticos electorales, se puede decir algo de lo que opinan en este momento los ciudadanos del Ecuador respecto de la próxima elección. Para empezar, como en todo proceso electoral, la indecisión viene cayendo de manera importante, pero se mantiene. Según se aproxima el día de la elección y se masifica la propaganda electoral, muchos ciudadanos toman una posición. Actualmente, aproximadamente dos de cada tres ecuatorianos han decidido cómo votar. Informe Confidencial aplica desde hace casi treinta años, encuestas el sábado anterior a la elección. Esas investigaciones nos permiten decir que entre un diez y hasta un 25% de electores ecuatorianos llegan indecisos a la urna. Si tomamos en cuenta que las diferencias entre los vencedores y los vencidos en estos seis lustros han sido menores al diez por ciento, podemos decir que casi siempre el resultado se decidió el día del comicio.
Los datos permiten afirmar que en esta elección, en la cual se aprobará un borrador de texto constitucional, hay una polarización regional. El Ecuador cuenta con dos regiones muy marcadas: la costa del Pacífico y la Sierra andina. Los presidentes normalmente han sido apoyados mayoritariamente por la zona a la que pertenecen. El presidente Rafael Correa es un caso peculiar, como lo fue en su momento el Presidente Velasco Ibarra, que siendo quiteño (de la sierra), tuvo su base en la costa y particularmente en Guayaquil. El actual mandatario, siendo guayaquileño(de la costa), tiene su principal base en la sierra y, particularmente, en las ciudades de Quito y Cuenca. En este proceso otro elemento ha agudizado la diferencia entre las dos regiones: en la costa ha habido campaña de la oposición. En la Sierra, además de la lucha de unas pocas voces nuevas y grupos de jóvenes que se han expresado por el No, ha faltado propaganda, movilización, liderazgo. Mientras el alcalde de Guayaquil ha encabezado una firme campaña por el no, el de Quito ha hecho una campaña tibia por el Sí.
Es difícil saber por qué votan los electores. Hay varios estudios que demuestran que en ninguna consulta popular los electores se deciden por el contenido de las preguntas. Mucho menos si sus textos son largos y complejos. Es absurdo creer que algún ecuatoriano va a votar porque ha leído un libro con más de 400 artículos, los ha analizado, los ha comparado con la vieja Constitución y ha resuelto neutralmente lo que es mejor para el país. El porcentaje de ciudadanos que ha leído toda la Constitución es ínfimo. Debe ser bajo, incluso entre los abogados. Esto no ocurre sólo en el Ecuador, sino que es un fenómeno universal. En esta consulta en realidad asistimos a un plebiscito acerca de la popularidad del Presidente Correa, y una toma de posición ante pocos temas que, teniendo o no que ver con el texto constitucional, son las que le importan a la gente: si en el futuro el país podrá llegar al desarrollo económico, si habrá un cambio o volverán los fantasmas del pasado, si se atraerá inversión, si habrá más justicia social, el aborto, la libertad. En definitiva, serán afectos, resentimientos, temores, ilusiones, y otros sentimientos los que decidan el voto, y no el análisis racional de 444 artículos, que casi todos los ciudadanos ignoran totalmente.
*Consultor político ecuatoriano.