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El innombrable

En realidad, no necesito recurrir a los orgasmos provocados por Milei en la chica rubia para afirmar algo parecido.

16-4-2023-Logo Perfil
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Hoy quiero hablar de Javier Milei. Mejor dicho, quiero hablar de por qué no puedo hablar de Javier Milei. Empiezo por un ejemplo. Hace un par de días vi un tuit en el que una mujer rubia, llamada Romina Seferian, decía lo siguiente: “Me acosté con Javier Milei. Es un macho argentino, estuvimos tres horas, ese día llegué seis veces”. Todo indicaba que el video era parte de la campaña aunque, desde luego, no tengo forma de demostrarlo. De todos modos, me pareció insólito que un candidato se prestara a algo semejante, aunque en la misma semana se anunció su noviazgo con otra mujer rubia. Pero inmediatamente, me di cuenta de que yo estaba desubicado: si con todo lo que hay en juego en una elección presidencial, una fuerza política acepta hacer publicidad de ese modo, hay algo en Milei que escapa a mi comprensión, en el sentido de que siempre pensé que a alguien que quiere ser votado por sus conciudadanos le conviene mantener un mínimo de decoro, ya que alguien podría ofenderse ante un grado de vulgaridad que excede largamente la picardía que hoy se acepta como parte de la propaganda electoral.

Por eso, lo primero que pensé cuando vi el video fue que si un candidato que no era un marginal absoluto sino uno con posibilidades de ganar la elección recurría a algo semejante, había algo en el sistema político que había escapado a mi comprensión. En realidad, no necesito recurrir a los orgasmos provocados por Milei en la chica rubia para afirmar algo parecido. Es mucho más contundente al respecto el hecho de que los resultados de la elección la noche de las PASO fueron los más sorprendentes que recuerdo en mi larga vida como votante. Jamás pensé que Milei tenía la menor chance pero cuando los datos demuestran que la comprensión que uno tiene de la realidad es tan precaria en lo esencial como ocurrió en este caso, las ideas empiezan a bailar una especie de danza de borrachos y uno puede llegar a pensar incluso que Milei no consiguió tantos votos por sus propuestas sino por un estilo personal notoriamente guarango del que el video de la rubia es un buen ejemplo, aunque omite otra de las características de su repertorio, que es una agresividad extrema con sus competidores.

De modo que me cuesta hablar de Milei: por un lado no tengo la menor idea sobre las razones de su éxito hasta el momento. Por el otro, me repugna la virulencia desatada de su campaña, aunque ahora se muestre más moderado. Pero hay algo que sí me gustaría decir de Milei. Como ocurrió la semana pasada, me llegó un libro cuando empezaba a escribir esta columna. Esta vez fueron cinco ejemplares que me mandó la editorial: se trata de un libro colectivo del cual formé parte, que se llama Manual de autodefensa intelectual (Libros del Zorzal- Edhasa). Escribí mi artículo hace varios meses, cuando Milei no tallaba, y me ocupé de lo que considero un lugar común de izquierda, que es el de pretender que el comunismo no existe y que el anticomunismo es una mala palabra. Sin embargo, mi interacción en Twitter con los seguidores de Milei me hizo comprender que para los suyos yo no soy un anticomunista orgulloso, como creo serlo, sino ni más ni menos que un comunista que disimula su verdadera identidad política. ¿Qué puedo decir de Milei y los suyos? Apenas puedo esperar que no sea presidente.

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