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ECONOMISTA DE LA SEMANA

El mundo cambia muy rápido y la OMC está desafiada

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Clave. Trump promueve la reforma de la OMC que dirige Roberto Azevêdo. | cedoc

Las instituciones multilaterales que han regulado las actividades supraestatales están en crisis. No pocos exhiben una desazón que surge de resultados de las actuaciones de aquellas que, si bien han permitido mejorar el marco institucional global, no han impedido prácticas distorsivas que se pretendía morigerar.

El multilateralismo está en crisis: las discusiones en la Unión Europea, la disminución de la relevancia de la OTAN y del Consejo de Seguridad de la ONU, el debilitamiento de la reputación del FMI y el aliancismo selectivo practicado por muchos países (que acuerdan entre sí pero excluyen a –y apuntan contra– quienes no eligen como aliados) lo muestra.

Una institución que padece particularmente su crisis es la Organización Mundial de Comercio (OMC). Se trata de la única organización internacional que rige el comercio entre países (los pilares sobre los que descansa son los propios acuerdos que han sido negociados y firmados por la gran mayoría de los países al efecto). Pero ahora, en crisis por diversos comportamientos individuales de algunos miembros, la OMC está discutiendo cómo reformarse para lograr sobreponerse a una debilidad creciente.

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En una reunión de miembros de la OMC en 2019, su director general, Roberto Azevêdo, informó sobre el debate acerca de la reforma de la OMC diciendo que las discusiones se centran en tres áreas: abordar cuestiones en el Sistema de Solución de Controversias (incluido el estancamiento en los nombramientos para el Organo de Apelación); el fortalecimiento de la labor de los órganos ordinarios de la OMC; y la búsqueda de la mejora del trabajo de negociación de la OMC.

Pero como expresa Laurie MacFairlane, si bien es evidente que no podemos enfrentar los desafíos del siglo XXI con acuerdos internacionales diseñados a mediados del siglo XX, es mucho menos claro qué deberíamos hacer ahora mirando adelante.

Ocurre que la globalización económica se ha modificado sustancialmente. El motor de los flujos internacionales ya no es el comercio de bienes físicos sino el de intangibles. Según McKinsey (usando su propia metodología de medición), el intercambio internacional de intangibles ahora suma 13,5 billones de dólares anuales –incluyendo los servicios intrabienes– y creció en los últimos diez años 60% más que el comercio de productos corpóreos.

Por ello el principal componente de la arquitectura vincular de empresas sobre las fronteras son estos incorpóreos (información, conocimiento, saber hacer, capital intelectual, patentes, innovación e invenciones, licencias, marcas, instrumentos de reputación, calificaciones objetivas, propiedad intelectual, servicios, etc.). El tráfico de datos en el planeta creció 45 veces en los últimos quince años, tiempo en el que el de bienes físicos creció solo una vez (se duplicó).

Ante este fenómeno ciertos acuerdos de apertura recíproca selectivos entre países se adaptan más (a los nuevos requisitos de confluencias regulatorias interestatales) que lo que lo hacen otros viejos institutos del siglo pasado. Y esas confluencias regulatorias (en muchos casos desregulatorias) entre países, en la nueva economía, van pesando más que los acuerdos arancelarios; mientras que las bajas de impuestos son más relevantes que la facilitación de comercio en frontera (la alícuota de impuesto corporativo en el mundo ha caído desde un promedio de 40% hace cuarenta años, a uno actual de 26%), a la vez que el stock de inversión extranjera acumulada en todo el mundo equivale ya a casi 40% de producto global y –pese a que alcanzó un punto de maduración– se ha transformado en el pilar que impulsa ese intercambio de intangibles (más que de manufacturas) dentro de ecosistemas deslocalizados de producción.

Hoy la economía mundial es mucho más que el comercio internacional: es la integración de inversión, alianzas sistémicas internacionales entre empresas, generación de conocimiento económico y –además– el comercio; todos partes indivisas de un único proceso supraterritorial (por ello, abocarse solo a algunas herramientas y no a toda la complejidad integral de la globalidad desenfoca la tarea).

En la Conferencia Ministerial de la OMC de Buenos Aires se advirtió de las “necesarias reformas, con carácter de urgentes” que la institución precisa. Pero este es un momento de transformación esencial en el planeta en el que asistimos a un escenario de cuatro cualidades: un “competivisimo” entre países que pujan por conceder mejores condiciones a sus actores económicos para prevalecer a escala global; una economía en la que la referida intangibilización prevalece sobre la tradicional producción física (la tasa de inversión en activos incorpóreos en el mundo creció 30%

desde 1995; mientras que la de la inversión en activos físicos decreció más de 15% en ese lapso); una disrupción tecnológica dramática e inestabilizadora (que genera que muchos países evalúen de modo distinto a la misma economía que hasta hace unos lustros parecía más uniforme); y una geoestrategia que se ha convertido en un componente esencial de los acuerdos –o desacuerdos– económicos entre países, por lo que sin alianzas integrales no hay pactos comerciales.

Por eso, muchos (desde los pro Brexit, pasando por la critica visión de Trump sobre China y hasta Bolsonaro y su fastidio con el rígido Mercosur) creen que las herramientas del siglo XX no se adaptan a un mundo en el que la mejor capacidad de las empresas es su condición de mutantes virtuosas; y la territorialidad y la geografía pierden terreno ante el avance técnico.

Las tres funciones de la OMC necesitan reformas: administrar reglas comerciales multilaterales, servir como foro para negociaciones comerciales y proporcionar un mecanismo para resolver disputas comerciales. Pero la OMC deberá adaptarse no solo en su modo de acción, sus organismos o sus procedimientos. Está cambiando el objeto y hay que cambiar el abordaje.

* Profesor de Economía Internacional de la Escuela de Posgrado del ITBA; especialista en negocios internacionales.