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En la guerra vale todo

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| Presidencia

Podría ser anecdótico que el Presidente y la vicepresidenta ya no compartan ni un acto conmemorativo por la Guerra de las Malvinas. Salvo cuando expresa la exhibición impúdica de una ruptura esparcida desde hace semanas en áreas claves del Estado, lo que paraliza, ralentiza o contradice aún más decisiones urgentes ante dificultades crecientes.

“O hacemos algo, o la chocamos”, reconoce un funcionario importante cercano a Alberto Fernández. Es en ese marco que explica por qué en última semana de marzo el Gobierno compartió como nunca antes horas y horas públicas y privadas con empresarios de la UIA y sindicalistas de la CGT.

“Terapia de grupo”, fue el llamado explícito que hizo Alberto F hacia esos dos sectores, en un intento por acordar medidas que permitan controlar el desboque inflacionario, en especial el de alimentos.

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Acaso ese instrumento del psicoanálisis sea una proyección presidencial de lo que debería ejercitarse puertas adentro del propio gobierno y de la coalición oficialista.

“Nosotros fuimos por el lado del diván y ella nos tiró con el electroshock”, admite alguien del albertismo que se analiza hace mucho tiempo. La referencia es sobre el proyecto impulsado por Cristina Fernández de Kirchner para que se arme un fondo para pagarle al FMI con penalidades para quien tenga bienes en el exterior sin declarar. Un blanqueo forzoso.

No fue casual el momento ni el lugar elegido por la vice para difundir la propuesta del bloque cristinista en el Senado. Lo hizo en el marco de la reunión que mantuvo en su despacho con el nuevo embajador de EE.UU., Marc Stanley, que está haciendo más relaciones públicas que Wally Diamante.

Según escribió Cristina en sus redes sociales, su manera de comunicar favorita ante la falta de cadenas nacionales, le pidió a Stanley la colaboración de su país en ese plan de perseguir la evasión. El diplomático no hizo mención a ello en sus redes, pero sí al gusto en común por el chocolate patagónico.

De qué se acusan el cristinismo y el albertismo

Rápido de reflejos, no como cuando fue atacada la oficina de CFK en el Senado, el Gobierno salió a valorar (tal el verbo utilizado) la iniciativa. La misma reacción culposa se dio ante la profusión de carteles en la Ciudad acusando a la vice de “asesina”, aunque cerca de la vice no dejan de mirar de reojo hacia dos multifacéticos amigos del Presidente, propietarios de gran parte de la cartelería porteña: Enrique Albistur y Víctor Santa María. Las intrigas se multiplican.

Volvamos al proyecto de blanqueo. Ni Alberto F ni su ministro de Economía, Martín Guzmán, estaban al tanto del proyecto. Tampoco lucen entusiasmados ni creen que pueda aportar mucho a las arcas del Estado.

“No sé de qué se sorprenden. Cristina lanzó esta idea el 10 de diciembre, en la Plaza, delante de Alberto, Lula y el Pepe Mujica. Que no la hayan escuchado, o creído, es otra cosa”, argumenta una integrante del Instituto Patria, la usina de la vice.

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La propuesta viene acompañada por ciertas filtraciones muy convenientes respecto a personajes públicos, casualmente críticos con el kirchnerismo, que compraron muchos dólares durante la gestión Macri y los transfirieron al exterior. Es el caso del entonces presidente de la Corte Suprema, el hoy vice Carlos Rosenkrantz, y periodistas opositores muy conocidos.

Esto no termina acá

Tal como reveló hace dos meses el colega Jairo Straccia, una comisión bicameral que responde a Cristina tiene en su poder la información de todas las operaciones en dólares registradas en el Banco Central durante el macrismo. El detalle del Régimen Informativo de Operaciones de Cambio (RIOC) no implica acciones delictivas y puede violar la ley de datos personales.

El pen drive con esos datos lo tiene la Comisión Bicameral de Seguimiento de la Deuda Externa. La lidera el senador José Mayans (jefe del bloque del FdT) y lo acompañan su compañero Oscar Parrilli y los diputados Rodolfo Tailhade e Itaí Hagman, entre otros oficialistas y opositores.

En la Casa Rosada observan con desconfianza estas filtraciones, a la espera de que sea el prólogo de otro capítulo de la novela del fuego amigo. Casi como el discurso de ayer de Cristina. En la guerra parece que vale todo.