Desde que el Frente de Todos se construyó para poner fin a la experiencia macrista, una tensa calma invadió a la alquimia electoral que había logrado ser efectiva gracias al acierto estratégico de enfrentar a Juntos por el Cambio con un panperonismo aglomerado. El triunfo en las urnas se había garantizado; pero no así la gobernabilidad. Desde entonces, una mezcla de evidentes discrepancias políticas –en torno al espíritu de decisiones que el Estado debía tomar–, se sumaron a añejos rencores personales –anidados en recelos históricos nunca resueltos entre los dirigentes que habían concebido al nuevo oficialismo–, hasta crear una atmósfera enrarecida en la que la desconfianza mutua siempre estuvo latente.
Las acusaciones entre cristinas y albertistas se multiplicaron durante estos años en los pasillos de la Casa Rosada y del Senado, aunque, en beneficio de sostener el poder, ninguna voz oficial las explicitó en público. Pero algo ha cambiado en los últimos días, más precisamente, luego de que el Congreso aprobara el acuerdo con el FMI. Desde entonces, los trascendidos que eran secretos ahora se han confirmado y los mensajes que eran ocultos ahora han sido revelados. Por primera vez desde que la vicepresidenta designó al Presidente, han aparecido en las últimas semanas documentos que reflejan fehacientemente las diferencias inocultables entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández.
Se trata de dos cartas producidas recientemente por intelectuales orgánicos del cristinismo y del albertismo que, bajo la declarada intención de establecer una discusión política en términos públicos, terminaron exponiendo una larga serie de acusaciones mutuas, profundas y preexistentes, en el interior del Frente de Todos.
La semana pasada se había difundido “La unidad del campo popular en tiempos difíciles”, un documento de 1.463 palabras, que fue producido por teóricos y académicos vinculados a Alberto Fernández. Y esta semana se conoció “Unidad del campo popular. Moderación o Pueblo”, un escrito de 2.567 palabras, que fue elaborado por referentes culturales que se referencian con Cristina.
Solo en algo coinciden cristinas y albertistas: reivindicar para sí mismos a Néstor Kirchner. Unos por portación de apellido y otros por antecedentes de gestión, pero lo cierto es que ambos espacios se autoperciben los únicos herederos del expresidente y se esfuerzan por ubicarlo de su lado de la grieta K. “Nadie es dueño, como le gustaba decir a Néstor Kirchner, de la verdad absoluta”, aclaran cerca de Alberto. “Lo afirmó de modo muy contundente Néstor Kirchner: ¿Todos juntos para hacer un acuerdo de espaldas a la gente para mantener la burocracia política? No”, responden cerca de Cristina.
Dos documentos expresaron las diferencias inocultables entre Alberto y Cristina.
Los intelectuales albertistas reclaman en su documento “terminar con la fragmentación” en el oficialismo porque, de lo contrario, aseguran los escribas oficialistas, “habrá un camino expedito para el retorno del neoliberalismo”. Quedó expresado, de esa forma, algo que se venía comentando en privado desde hace tiempo: el albertismo cuestiona al cristinismo de instigar contra la unidad del Gobierno, lo que permitiría beneficiar el regreso del macrismo.
El encono se profundizó en los últimos tiempos, sobre todo, desde que Máximo Kirchner hizo públicas sus diferencias con el Presidente. Para que no queden dudas, pero sin mencionarlo, desde el albertismo se señaló al hijo de la vicepresidenta y a los diputados y senadores camporistas que rechazaron el acuerdo con el Fondo, como los responsables de esta división interna: “Ha habido quienes creen que se trata de plantar banderas con la voluntad, aunque eso derive en enormes derrotas, creyendo que así se construirá en otra etapa una victoria”.
Frente a ese escenario, el texto firmado, entre otros por el antropólogo Alejandro Grimson, el psicoanalista Jorge Alemán, la socióloga Dora Barrancos, el filósofo Ricardo Forster, el abogado Ricardo Jozami y la pedagoga Adriana Puiggrós, exigió volver a consolidar la unidad del Frente de Todos: “Unidad para fortalecer a nuestro gobierno y a nuestro Presidente. Cuando la unidad entra en riesgo, el resultado es incalculable”.
El documento de los intelectuales albertistas cerró con una loa a la moderación (asociada a Alberto Fernández), en contraposición con la radicalización (¿asociada a Cristina Kirchner?). Dice el texto: “La moderación no es buena o mala en sí misma. Quizás en países híper estables la moderación puede ser hasta una identidad. En América Latina no. Es una opción táctica en una etapa específica. Hay momentos en la historia en los cuales la moderación puede ser transformadora y la radicalización impotente”.
“La moderación puede ser transformadora y la radicalización impotente”.
La respuesta del cristinismo no tardó en llegar. “¿Queremos la unidad? Por supuesto que sí. Unidad como concepto estratégico”, arranca la carta firmada, entre otros, por el economista Eduardo Basualdo, el bioquímo Roberto Salvarezza, la socióloga María Pía López, el matemático Adrián Paenza, el biólogo Alberto Kornblihtt y el filósofo Rubén Dri.
Pero aclaran: “La unidad no se mantiene porque se la nombre. Se mantiene si continúan activas las políticas que le dieron origen. Es desde el exterior de sí misma que la palabra unidad toma sentido. Hay unidad porque hay otra cosa que justifica que la unidad exista. Esa otra cosa son las políticas que la estructuraron”. Que quede claro: para el cristinismo, el quiebre en el oficialismo fue causado por la mala conducción de Alberto Fernández. De esa forma, se denuncia al Gobierno por desviar el rumbo de las políticas públicas, es decir, por reorientar las decisiones que el Estado debía tomar para superar el legado macrista. En síntesis: el cristinismo acusa al Presidente de haber traicionado el paradigma que dio origen al Frente de Todos.
Desde el cristinismo también se critica a los intelectuales albertistas por no concentrar sus esfuerzos en polemizar con lo que asocian como el mal supremo: Mauricio Macri. Dice el texto: “Los términos ‘Macri’, ‘macrismo’, ‘Juntos por el Cambio’, ‘sistema financiero’, ‘precarización’, ‘concentración’, ‘desigualdad’ no son utilizados en el documento citado. No hay oponente concreto. En el mundo del consenso, y en las formas suaves del lenguaje, no hay lugar para oposiciones fuertes ni para el desarrollo de conflictos”. Para el cristinismo, la moderación de Alberto Fernández es un designio imperdonable porque, advierten, debería ser el propio Presidente, como cabeza de gobierno y de Estado, el responsable de señalar a los culpables de esta crisis.
Para el cristinismo, la moderación de Alberto Fernández es un designio imperdonable.
Esa situación genera, según los intelectuales cristinistas, una profunda pérdida de rumbo en el oficialismo. “La política gubernamental ha llegado a su punto más trágico: la preparación de escenarios de anuncios donde no se realizan anuncios. Es la práctica fallida de anticipar políticas que no se concretan: el mismo gobierno genera las expectativas y la defraudación de las expectativas”. En pocas palabras: el kirchnerismo acusa al Presidente de estar desorientado y de no comprender el tamaño de tal confusión.
De esa manera, para los pensadores cristinistas, el Gobierno ha perdido su voz y, por ende, su representatividad. “El dilema que se presenta entonces es que cuando se pretende hablarles a todos se termina hablándole a nadie. Cuando se pretende no pelearse con nadie, se termina peleado con todos. El conflicto existe. No asumirlo, lejos de ampliar la base de sustentación, diluye, a los que no lo protagonizan, en la nada política”. En ese contexto, la crítica kirchnerista parecería tornarse personal cuando se cuestiona hasta la capacidad y la motivación política del Presidente.
Por último, y lo que quizá es más preocupante en términos de institucionalidad, desde el cristinismo se acusa a Alberto Fernández de ser el responsable de la derrota electoral y, por lo tanto, de no visualizar que “la unidad del Frente de Todos se rompió en noviembre de 2021 cuando más de cuatro millones de electores que lo acompañaron en el 2019, ya no lo hicieron en las elecciones de medio mandato”.
Para dar cuenta de este cuestionamiento, se acusa al Presidente, y a su mal uso de la “lapicera”, de protagonizar una gestión incluso peor que la del macrismo: “Si comparamos el salario real promedio de los trabajadores registrados del bienio 2018-2019 con el mismo valor promedio del período 2020-2021, la caída fue del 8%. Este atraso del salario explica que el excedente empresario haya captado más de 3 puntos del PBI adicionales respecto del gobierno de Macri. Desde finales de 2020 el excedente empresario se recuperó en términos reales, mientras la masa de salarios perdió valor real”.
“Queda claro: no estamos ante un problema de moderación o intensidad. El problema es de orientación de las políticas”, critican a Alberto los que responden a Cristina. Y luego dan por finalizada la alianza electoral que les permitió volver al poder: “¿Todos juntos para decir que hay que renunciar a principios que son fundamentales para construir este país, todos juntos para bajar banderas? No.”
La fractura del Frente de Todos nunca había estado tan expuesta.