¿No está Bruto arrodillado en vano?, dice César. ‒¡Hablen mis manos por mí! (Casca hiere primero a César, luego los demás conspiradores, y finalmente Bruto) ‒Et tu, Bruto? ¿También tú, Bruto? (César muere. Los senadores y el pueblo huyen en tropel)
William Shakespeare (1564-1616); de su obra “Julio César”; actus tertius, scena prima (1599).
La Superliga nativa debe ser hoy el espectáculo menos emocionante y más aburrido que pueda ofrecerse por televisión, con partidos malos, futbolistas que juegan por el nombre, estrellas que nadie sabe si serán o no tan fugaces; y para colmo todo por riguroso pay per view. Como sucedía en la serie del inspector Columbo en los años 70, con el‒genial Peter Falk, el espectador sabe desde la primera escena quién es el asesino. Boca, el que mata sin pasión.
A falta de un Columbo cerebral que investigue para llegar a la verdad, los periodistas deportivos suelen agrandar detalles menores vendibles y se les escapan casos grandes e incómodos como elefante en un living. Son demasiadas horas diarias dedicadas al fútbol, una actividad imposible de estirar sin caer en lo obvio o el disparate.
Sin gritos, no hay rating. Una vieja técnica televisiva española de puro exceso creada en los 90 por el panel de Tómbola, pioneros de la telebasura rosa. Tevez se anota para ir al Mundial, y en lugar de recibir sonrisas piadosas, el tema se discute toda la semana, incluso con Saint Paoli. Cualquier idiotez dispara una discusión a muerte, donde los roles se reparten en forma binaria, comme il faut: nosotros / ellos. Los que salen jugando contra los que la revolean, todo expuesto sin fisuras, como un dogma de fe.
Lo que en la prehistórica Polémica en el fútbol hacían hinchas de verdad, guiados por un panel de profesionales que aportaban cordura y saber, hoy lo hacen los mismos periodistas, analizando hasta lo ridículo como piensa y reacciona el hincha más fanático y obtuso. La misma técnica es utilizada por los programas “políticos”, claro. Es… un estilo.
Hugo Moyano, presidente de Independiente y amo perpetuo del sindicato de Camioneros, tiene un historial que lo haría imbatible en un torneo de slalom. Combatió contra Menem y Cavallo, luego contra la Alianza de “la Piba” Bullrich; apoyó a los Kirchner, pero los enfrentó después; se acercó a Macri en 2015, y ahora le declara la guerra.
Moyano no es un santo, pero conoce muy bien el manejo sindical, al menos como históricamente se ha desarrollado en este país. El es moyanista. Lo votan no solo por un sistema que lo permite y fomenta; sus afiliados están conformes con lo que les consigue. Que el barra Bebote hable desde la cárcel y jure que toda la plata que recibía era del sindicato y no del club, en plena organización de una marcha masiva de protesta para el 22 de febrero, no es casual. Nada lo es.
Cuando era amigo, ese detalle, de ser cierto, al Gobierno le importaba nada. Moyano no era “de la familia”‒como sí lo era Momo Venegas, ya en el cielito de los sindicalistas que fuman bajo el agua, con una hija que reclama parte de su “fortuna incalculable”, pero convivían. Diciembre lo cambió todo.
Será una guerra sin buenos, como en la novela negra. La información es poder, y todos la van a usar para herir al enemigo, sea data real, poco creíble o inventada. Da lo mismo. Como advertía Foucault: “La verdad la impone el poder”. Siempre.
Aburrido de ver partidos espantosos, hice zapping y me quedé clavado en TyCSports, que desenterró el formato del show del punto ciego que tanto me perturbó en los tiempos de Fútbol de Primera.
La cámara se detiene en los rostros ansiosos de la tribuna, que sobreactúan gestualmente lo que hacen otros que nadie ve, mientras una voz relata lo que sucede en la zona oculta. Una comunicación a tres bandas, como en el billar, hecha con profesionalismo y alegría panglosiana. Al final, resulta más entretenido que muchos partidos.
Kevin Spacey, Juan Darthés, Bill Cosby, Polanski, Pettinato, Woody Allen, Strauss-Khan, Ari Paluch, salvando las obvias diferencias entre cada personaje, han recibido críticas feroces por cuestiones de acoso o abuso, un tema delicado que afectó a sus carreras. En el viscoso ambiente del fútbol estas cosas no pasan. La Bombonera aplaudió a Cardona y Barrios, luego del turbio arreglito extrajudicial con las chicas violentadas durante el show erótico casero. ¡Bravo!
Lo que el mundo del fútbol no perdona, eso sí, es el robo de la mujer del compañero; como si fuera un auto, o un electrodoméstico. Ameli fue desterrado, pero a nadie le preocupó saber qué sentía la mujer de Tuzzio, freezada en su papel de objeto. Lo mismo pasó con Icardi, pese a la familia que formó con Wanda Nara: es persona no grata en la Selección. Eso sí, ningún plantel marginaría a un habitué de orgías onda Strauss-Khan, si entrena, rinde y se gana. Eso es vida privada.
Ah, el fútbol… El Oso Pratto sigue gordo, y Napoleón Gallardo huye del fantasma de su Waterloo. Como Tevez no está para chocar, el 9 del Mellizo otra vez será el vacío: Pavón en diagonal, o desbordando para alguien que llegue por el medio. Racing lo tiene a Lautaro, único súper de la Liga, y un plantel que Coudet deberá angelar ya. Holan parece haber perdido algo de su aura mágica, después de su extraña ida y vuelta; y Biaggio hace lo que puede con lo que tiene, antes y ahora.
Ojalá salga campeón un club de lo que aquí, por alguna razón, llaman “el interior”. Ay. Deseo utópico, lo sé. Todo está armado, ¡oh esa histórica simetría entre fútbol y tiempo político!‒para que no tengan chances ni los de clase media.
Ganarán los poderosos, los que tienen más dinero, y si no te gusta andá a ver fútbol a Cuba, diría, aguda, La Usina Niembro; por ahora cerrada como Encuentro, pero por diferentes motivos. Un canal de cultura, a quién se le ocurre, estos progres, con esa plata la de hospitales que se podrían hacer; una lluvia, imaginate.