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Defensor de los Lectores

Hay frases y palabras que ya no deben utilizar los medios

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Lenguaje. La audición disminuida no afecta la comunicación. Un lector con razones. | shutterstock

Apenas un par de décadas atrás, buena parte de las expresiones con contenido que hoy (afortunadamente) se consideran lesivas para minorías –  en particular para aquellas personas o grupos de personas con discapacidades de cualquier naturaleza (motoras, en el habla, en la visión, en las relaciones interpersonales, etc.)– no eran objeto de cuestionamientos en las sociedades porque las costumbres, las normas de convivencia, las conductas heredadas durante siglos, constituían un corpus discriminatorio aceptado pese a las acciones de organizaciones públicas y privadas con activa lucha contra las discriminaciones.

Esto ha cambiado de manera dramática en los últimos años: los movimientos de mujeres en todo el mundo contra las políticas patriarcales (y a favor de derechos propios de sus protagonistas, como el acceso al aborto legal y seguro), hicieron estallar el tablero y obligaron a buena parte de las sociedades a reformular sus políticas y sus actitudes no solo hacia las mujeres 

sino también hacia quienes ejercen el derecho a manifestar sus identidades sexuales otrora condenadas. En el mismo sentido, ya no resulta gratuito el empleo de frases y definiciones que afectan a quienes sufren algún tipo de discapacidad, tal como lo plantea en el Correo la carta del lector Francisco Jesús Sevilla, licenciado en Psicopedagogía, en su razonable queja por el empleo de la frase “Diálogo de sordos” como principal título en PERFIL del domingo 1°.

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Los argumentos que el lector emplea para fijar su posición son sólidos y los comparto en plenitud: ya no es posible, como en otros tiempos, aplicar fórmulas que –con certeza– afectan a personas o comunidades, aun cuando su empleo no responda a una intención agresiva o discriminatoria. Es, todavía, bastante común emplear esas frases en el lenguaje coloquial, pero en periodismo resulta imperioso evitarlo, como bien lo señala un profundo, riguroso 

estudio realizado para la Federación de Asociaciones Periodísticas de España: “Los medios tienen una dimensión extraordinaria en la creación de pautas de comportamiento social que repercuten muy directamente en la imagen de las personas con discapacidad”. Es habitual encontrarse con expresiones que son aplicadas de manera peyorativa en la vida cotidiana: el “diálogo de sordos” se entiende por la ausencia de empatía entre quienes defienden posturas diferentes sin escuchar las razones del interlocutor; “no hay peor ciego que quien no quiere ver” se aplica a los que se niegan a aceptar lo que se les pone por delante, aunque sea verdad; “autista” se dice de alguien que parece escapar de la realidad y junto a otros términos como “mogólico”, “retrasado mental”, “autista” integran una lista interminable; habrán de pasar muchos años aún para que la práctica de estos términos en sentido descalificador desaparezca del lenguaje cotidiano. En este camino difícil, la tarea que nos cabe a quienes trabajamos en los medios de comunicación es valiosa, necesaria, impostergable.

El National Center on Disability and Journalism, de la Escuela John Conkrite ha publicado y mantiene actualizada una completa guía de estilo 

dirigida a periodistas para que usen un lenguaje apropiado y preciso cuando escriben o hablan sobre personas que viven con discapacidades. (https://ncdj.org/style-guide/). Los argumentos principales que sostiene como principios para evitar el empleo de términos o palabras discriminatorias están sintetizados en un amplio artículo publicado en 2017 por el área Periodismo en Salud de la Fundación Gabo (https://fundaciongabo.org/es/blog/periodismosalud/palabras-equivocadas-al-escribir-sobre-personas-con-discapacidad).