COLUMNISTAS
CFK EN EE.UU.

Humildad intelectual

En su rutilante paso por Nueva York, Cristina Fernández de Kirchner acuñó algunas perlas grandes de bijou en el cuello (y en el discurso) signadas por lo que parece ser su nuevo hobbie: la ocurrencia en el decir. Con sorna y sonrisa.

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En su rutilante paso por Nueva York, Cristina Fernández de Kirchner acuñó algunas perlas grandes de bijou en el cuello (y en el discurso) signadas por lo que parece ser su nuevo hobbie: la ocurrencia en el decir. Con sorna y sonrisa. En el ámbito de Naciones Unidas o en el auditórium de la Universidad de Columbia –enfundada en los trajecitos apastelados que aprietan su figura–, se le ha dado por reconvenir al país anfitrión con palabras que insiste en incorporar a su estilo, destacando siempre su autoría (“como suelo decir...” o “lo que yo llamo...”). Junto a su pasión por el término relato, en cuanta oportunidad se le cruzó, le agregó especificidades que a Borges lo hubieran inquietado. En este viaje, las preferidas fueron “de ficción o de fantasía”, a ver si Bush y sus ministros aprenden de una vez por todas la calidad del manejo del Estado y cómo debe un gobierno actuar para evitar debacles.

Mientras las carteras Chanel grandes y matelasseadas al mejor estilo valija –de última moda– abundan entre sus accesorios y el efecto jazz queda danzando glamoroso en la Gran Manzana, de las maletas corruptas de Antonini Wilson, not a word!

Ponderada por el presidente de Austria porque sabe hablar sin papel, CFK escuchó con movimientos de cabeza en el foro de la Fundación Alas a Shakira, quien también pertenece al show business y se dirigió al público a capella, con un pelo sauvage que opacaba un tanto las extensiones cristinísticas. Nos hacía olvidar a todos que Antonito, el novio de la cantante millonaria e inspirador de la foundation, es hijo de Fernando de la Rúa, satanizado como pocos por el gobierno de la Señora. En verdad, el show del alado emprendimiento rozó el surrealismo. Entre la jocosidad y las palmadas casuales, CFK se ocupó de mortificar un poquito a Jeffrey Sachs, ex novio de Andrea del Boca: “No deja de ser un hallazgo –le dijo– que un economista como usted se ocupe de la estimulación infantil y la pobreza”. Sólo faltaban en el recinto la mencionada Del Boca, que hasta hace poco conducía un programa buscando a la mamá del año, y el atribulado padre Grassi, sumido en tremendos avatares. Pero, claro, este señor es un ícono del menemismo. Y ésa es otra historia.


*Periodista y escritora.