COLUMNISTAS

La brecha ubicua

Las grietas gigantes las abre el viento, las abren las mareas. También pueden abrirlas los artistas, contra viento y marea.

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Las grietas gigantes las abre el viento, las abren las mareas. También pueden abrirlas los artistas, contra viento y marea. Dividen aquello que debió permanecer unido. El gran arte siempre nos mueve el piso pero hoy, literalmente, nos los rompe. Así hizo la escultora colombiana Doris Salcedo en el Salón de Turbinas de Tate Modern. No fue la tierra la que tembló, temblaron curadores y ejecutivos del prestigioso museo londinense. Ciento ochenta metros de largo tiene esa galería de entrada que hoy exhibe señales de un cataclismo no chtónico. Es la brecha que separa a los europeos blancos del resto de la humanidad, por eso mismo lleva por título Shibboleth, la exclusión de un individuo por el grupo según la Biblia.
Cuando en abril de este año visité en Bogotá el estudio de Salcedo, la grieta ya estaba diseñada para no comprometer la estructura del edificio que alguna vez fue central eléctrica, y cantidad de asistentes partían enormes bloques de piedra y sacaban los moldes del quiebre y reproducían las caras enfrentadas donde por momentos se podía vislumbrar alambrado como de campo de concentración. La brecha de inquietantes paredes tendría profundidad indefinida. También indefinido destino, porque los ejecutivos de la Tate cada tanto se aterraban e intentaban detener el proyecto. Hoy el público de la galería se prosterna para asomarse a la grieta o la encabalga como aceptación de ambas orillas. “Quiero que los europeos se acostumbren a mirar para abajo, y no sólo en los museos, que acepten a los del otro lado de la brecha, los diferentes, los pobres, los excluidos” me dijo la artista entonces.
La brecha de Salcedo se concretó en la Tate Modern (hasta abril 08) pero está en todas partes. También en nuestro país, y pasa por ejemplo a orillas de El Impenetrable, ese monte chaqueño que hace honor a su nombre porque no lo penetramos con la mirada para ver el horror de una raza que se extingue por hambre y desatención. Hoy quiero escribir sobre esto. Me pregunto qué escribirá Azriel Bibliowicz, narrador, compañero de Doris Salcedo, allá en Colombia.