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La niebla de la guerra

Allí es atroz el grado de traición, de conductas acomodaticias y hasta de colaboración con los nazis.

16-4-2023-Logo Perfil
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Olivia Manning pensaba que su Trilogía de los Balcanes merecía mejor fama. La reciente traducción de los tres volúmenes prueba que la autora tenía razón. Ambientados en Rumania y luego en Grecia durante los primeros años de la Segunda Guerra, la serie de libros sigue a Guy y Ha-rriet Pringle, un matrimonio recién casado y no muy bien avenido: ella quiere un marido, pero él está más interesado en la revolución. Basado en las experiencias reales de Ma-nning y su pareja, un profesor de inglés del British Council (y espía soviético, como se terminó sabiendo, algo el lector puede intuir, aunque Manning apenas lo insinúe como parte de la nebulosa en la que vive su protagonista), las tres novelas (a las que seguirán otras tres, agrupadas como la Trilogía de Medio Oriente que llevará a los Pringle a Egipto y Palestina). Los libros de Ma-nning son contemporáneos al El cuarteto de Alejandría de Laurence Durrell, que en su tiempo fue un gran bestséller, mientras que las Trilogías de Manning, a pesar de la miniserie con Emma Thompson y Kenneth Branagh nunca alcanzaron este estatuto.

En el posfacio al primer episodio, la escritora Rachel Cusk sostiene que Manning muestra el cambio de sensibilidad que tuvo lugar entre la época de las novelas y el mundo actual, mucho menos reprimido, más abierto y más humano. No estoy muy seguro de que Cusk esté en lo cierto: más bien parece una proyección de su optimismo. Pero, en cambio, hay ciertos méritos de la Trilogía que resultan más evidentes y literariamente más sólidos: Manning, quien se formó como pintora, tiene un ojo muy particular para la luz, para el paso de las estaciones que van modificando la vida de los personajes entre veranos opulentos e inviernos desolados y carentes de protección alimentaria. Pero también son muy poderosas las descripciones de las sociedades rumana y griega de entreguerras. En particular, de ese mundo rumano feudal, increíblemente sórdido con sus títulos de nobleza de pacotilla, su hipocresía, su desprecio por los campesinos, la admiración por el fascismo de la Guardia de Hierro. Manning, por intermedio de Harriett, su álter ego, va dejando filtrar los horrores de la Historia, que acompañan los fulgores de su imaginación narrativa. Así, casi un libro entero dedica un capricho patriótico de Guy, que es la puesta en escena de Troilo y Crésida con la colaboración de toda la colonia británica de Bucarest y el estre-llato de Yakimov, el menos imaginable de los actores shakespearianos: un vividor llegado de la corte del Zar, dedicado a comer y beber sin límites por cuenta ajena, a hacer lo imposible por no trabajar nunca y engañar al prójimo. Yakimov, un miserable más grande que la vida, es uno de los personajes más originales de la ficción contemporánea. 

Mientras los alemanes avanzan hacia el Este y se apoderan de los pequeños países de la región los británicos tratan de encontrar caminos de huida para poder salir primero de Rumania y luego de Grecia. Allí es atroz el grado de traición, de conductas acomodaticias y hasta de colaboración con los nazis. Es como si Harriett se fuera dando cuenta simultáneamente de que la conducta crapulosa en tiempos de guerra afecta a lo rumanos y a los griegos, pero, en primer lugar a buena parte de los ingleses dedicados al sálvense quien pueda.

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