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Libertadores - OPINION

La séptima va a tener que seguir esperando

La diferencia estaba en el banco: Boca terminó con Saracchi, Janson, Valdez, Langoni que está fuera de forma y encima lo pusieron de 8, Taborda, que tiene futuro, pero que aún no se asentó. Sumado a otra estupidez de Fabra (como contra Santos), y Benedetto, que hace tiempo no está para jugar en Boca. Demasiado poco como para salir campeón. Y Almirón tampoco estuvo a la altura.

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Experiencia y juventud. Marcelo supera a Barco, que casi no incidió en el desarrollo. | NA

Soy un veterano, las vi todas. Vi todas las veces que Boca llegó a la final de la Libertadores. La primera, la atajada de Gatti a Vanderley, en el 77, con diez años, la vi con mi viejo. La de ayer, con 56, la vi con mi hijo de 15. El Boca del Toto Lorenzo ganó la del 77 y la del 78, y perdió la final de la del 79. Es cierto que, en esa época, el campeón entraba en las semifinales de la copa del año siguiente, por lo que era más fácil que ahora ganarla seguido. Pero algo ahí se gestó. No obstante, fue el Boca de Bianchi el que volvió a Boca en un equipo copero. Y a la copa, como tentempié para jugar (y ganarle) al Real Madrid y al Milán. Y luego la del 2007, como continuación final del equipo de Bianchi ya sin Bianchi, pero con un Riquelme único (creo que nunca vi un jugador tan influyente en la obtención de una Libertadores). Riquelme, ahora, como presidente de hecho, siguió siendo influyente armando un equipo con cracks internacionales, como Cavani, y cracks en ciernes, con Barco, que sin embargo ayer jugaron muy mal. Boca jugó la copa con un equipo lleno de pibes (al que habría que sumarle Varela, que la está rompiendo en el Porto. Por acá no salen muchas noticias, pero seguro que Scaloni está enterado) algo completamente novedoso en su historia.

Después de esos Boca ganador de los 2000, la Libertadores se convirtió, como dice la canción, en una obsesión. Es tal vez una exageración. Pero Boca ya es en sí mismo una exageración. Eso es Boca: una demasía, un exceso, lo inabarcable, lo inmenso. Incluso en la derrota. Y en el momento en que el referí terminaba el partido, en el momento en que la hinchada de Fluminense festejaba, pensé en que Macri y Milei también estarían festejando, y recordé, no sé por qué (o sí sé por qué) en El Vampiro, el poema de Baudelaire: “Tú que como una cuchillada/entraste en mi triste pecho (…) /como a su cadena el galeote, /como al juego el jugador, /como a la botella el borracho/como al gusano la carroña”.

La séptima va a tener que seguir esperando. Boca llegó a la final a los tumbos, y jugó la final igual. Después de un primer tiempo muy favorable a ellos, Boca lo empató con un zapatazo de Advíncula. Pero no alcanzó. La diferencia estaba en el banco: Boca terminó con Saracchi, Janson, Valdez, Langoni que está fuera de forma y encima lo pusieron de 8, Taborda, que tiene futuro, pero que aún no se asentó en la primera. Sumado a otra estupidez de Fabra (como contra Santos), y Benedetto, que hace tiempo no está para jugar en Boca. Demasiado poco como para salir campeón. Almirón tampoco estuvo a la altura. Y sin embargo, si fuésemos el diario La Nación escribiendo sobre Los Pumas, diríamos “derrota digna” (expresión que odio). A Boca le faltó la jerarquía que nunca tuvo, ni siquiera en Cavani, jugador que me encanta, pero que en todo su ciclo en Boca insinuó más de lo que concretó. Los delanteros de ellos hicieron los goles, los goles en Boca lo hacen los defensores (Advíncula con 4, fue el goleador de Boca en la Copa). Ahora queda ganar la Copa Argentina para entrar a la Libertadores del año que viene. Jugando así no va a ser fácil.

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