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crisis de confianza

La vida te da sorpresas

Regla de la política: si un gobierno tiene que enmendar las medidas que adopta es porque algo no está andando bien.

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‘Algo personal’... (JMS) Carlos Rosenkrantz. | Pablo Temes

El Gobierno estaba convencido de que la Corte Suprema le daría la espalda a los jueces Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli en su queja por su arbitrario y burdo desplazamiento de las causas que comprometen seriamente a Cristina Fernández de Kirchner.

Por eso la sorpresa –y el enojo– fueron mayúsculos cuando a primera hora de la tarde del martes se conoció la decisión del cuerpo de conceder el per saltum y dar así curso a la queja de los magistrados. En verdad el cachetazo para el oficialismo no fue sólo el pronunciamiento de la Corte sino el hecho de que el fallo fue aprobado en forma unánime. “No fue Rosenkrantz; fueron todos”, señaló una fuente judicial que sigue no sin un cierto azoro las bravuconadas de Alberto Fernández contra el presidente del tribunal supremo.

Quien no se quedó callada –presa de la furia que es una norma en su vida– la ex presidenta en funciones le ordenó al viceministro de Justicia, Juan Martín Mena, salir a despotricar contra el fallo. Puestos a analizar sus dichos, sorprendió la pobreza de fundamentos con los que acometió la tarea. Igual criterio vale para las críticas que poco después desparramó el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. En ambos abundaron las frases hechas y la escasez de argumentos jurídicos. Más allá de estas apariciones anecdóticas, cerca del oficialismo aseguran que “no tiene sentido discutir ideas ni volver sobre el tema porque en caso de no lograr sus objetivos, la derrota política sería mayor”.

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Nadie puede hacer futurología pero una fuente que repasó el accionar del máximo tribunal sostiene que fueron muy pocas las veces en las que el cuerpo aceptó un recurso semejante: “no veo probable que, una vez cursado el per saltum, le den la espalda a los jueces que lo solicitaron” -arriesgó-. En esa dirección opinó un ex fiscal que conoce los detalles de la causa: “se trata de una cuestión de puro derecho. No hay elementos probatorios que analizar; no hay un entramado complejo. Desde lo estrictamente jurídico el margen para la sorpresa es cero, más aún, teniendo en cuenta que la Corte cuenta con jurisprudencia propia respecto del traslado de jueces siempre y cuando se trate de la misma jerarquía y jurisdicción”.

En ese sentido la ex presidenta en funciones parece no tener principio de respeto por los actos propios ya que en 2010, mediante un decreto suyo -y la recomendación del Consejo- Pablo Bertuzzi pasó del Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata al Tribunal Oral Federal N° 4 porteño. Y ese no es el único caso de traslados de magistrados que se produjo durante el kirchnerato. La contradicción es la esencia de CFK: un día dice una cosa y, al siguiente, otra absolutamente distinta. Hay que reconocer que en su largo caminar ha cosechado discípulos en esto de contradecirse a sí mismo. De entre ellos, hoy en día hay dos que sobresalen con nitidez: Alberto Fernández y Sergio Massa.

Presidente-empresarios. Los líderes de las principales empresas de la Argentina se entrevistaron en los últimos días con el presidente Alberto Fernández. En algunos casos trabajaron en conjunto los anuncios del último jueves, en otros el diálogo fue tenso y en términos muy duros. “La rebaja impositiva y el resto del paquete de medidas es escaso e insuficiente” -sentenció un hombre de negocios del sector agropecuario-. Sin embargo subrayó que “por primera vez un gobierno peronista reconoce que bajando las retenciones va a tener un mayor ingreso de divisas derivado del aumento de las exportaciones”.

Más allá de las definiciones que atañen a cada sector, un tema común sobrevoló las reuniones: la crisis de confianza. “No se puede construir nada en medio del vaivén entre los extremos. De un lado un presidente que dice apostar a la moderación y, del otro, su vicepresidenta que presiona a la justicia para que las causas que le molestan no continúen su curso. También podría mencionar allegados a ambos que defienden la dictadura venezolana” -sostuvo otro empresario-.  

No es un dato menor que el empresariado se haya animado a expresar con semejante franqueza. En esas arenas se prefiere la línea moderada y la historia ha demostrado que pocas veces se ha animado a tomar el toro por las astas. “Los empresarios siempre somos oficialistas”, fue una conocida frase que solía decir sin ruborizarse Franco Macri y que aplicó a rajatabla durante su vida. Sin embargo, parece que en los últimos encuentros se ha verificado una excepción a la regla. Los que conocen el tenor de la conversación entre los hombres de negocios y el presidente aseguran que, por momentos, los términos fueron durísimos:

–Se lo dijimos en la cara. A mayor radicalización mayor pérdida de confianza. Así no vemos una salida” -recreó uno de los asistentes momentos de la charla con el Dr. Fernández-.

–¿Qué les respondió Alberto Fernández?

–Fue notable verlo al Presidente quedarse callado, hacer una pausa y luego de unos segundos, decir que él cree en el diálogo y la moderación. El problema es que eso no se ve reflejado en los hechos y es ahí cuando se cae toda esperanza de un cambio de dirección. Es duro decirlo pero parece que el poder pasa por otro lado– dijo con cara de preocupación el empresario.

Así como ha debido hacerlo con otros interlocutores, AF debió aclarar que el presidente es él y que es él quien toma las decisiones de gobierno. Sin embargo, casi nadie le cree. ¿Se dará cuenta?

Hay una regla de la política que se cumple sin excepciones: cuando un gobierno tiene que estar enmendando las medidas que adopta es porque algo no anda bien. Eso es lo que le está pasando a la administración del presidente Fernández. En los últimos veinte días se han lanzado dos paquetes de medidas económicas. El primero fracasó y hubo necesidad de un segundo, que fue el que se conoció el jueves pasado. La trama del anuncio muestra que se discutió bastante sobre si la comunicación debía ser hecha por el presidente o no. Con buen tino, algún asesor desaconsejó tajantemente esa posibilidad. “No se puede exponer al presidente a otro fracaso’, sentenció.

Su principal problema tiene nombre y apellido: Cristina Fernández de Kirchner. Y eso es insolucionable. Es como dice la canción de Joan Manuel Serrat: “Nunca es triste la verdad. Lo que no tiene es remedio”.