Miércoles 14 de enero, once de la mañana. Afuera, una mañana de invierno radiante, sin rastros de frío. Adentro del Círculo de Lectores de Barcelona, una decena de periodistas espera al filósofo y escritor francés Edgar Morin, que llegó a la ciudad para presentar la edición en castellano de Vidal y los suyos (Galaxia Gutenberg). Se trata de un libro extraño en la carrera del epistemólogo, ex miembro de la Resistencia francesa y del Partido Comunista (de donde fuera expulsado en 1951), testigo privilegiado de los sucesos de Mayo del ’68, pionero de los estudios sobre complejidad y director de Investigaciones de la Escuela de Altos Estudios de París. Básicamente, porque aquí deja de lado la teoría de sistemas, la antropología, la biología y el campo de la docencia para dedicarse a reconstruir la vida de su padre, Vidal Morin, y a través de él, dar cuenta del auge y la caída en desgracia de la cultura sefaradí, es decir, de los judíos de origen español.
Morin llega a Barcelona apenas tres días después de una marcha que convocó a ciencuenta mil personas en el centro de la ciudad, en la que se exhibieron pancartas y se corearon consignas en contra del estado de Israel, acusado de terrorismo a raíz de la última incursión en la Franja de Gaza, ofensiva que ya costó la vida de más de mil palestinos –el sesenta por ciento de ellos, civiles. En Madrid, incluso el partido gobernante, el PSOE, participó de una manifestación similar. Por lo que luego de las preguntas de rigor acerca de la nueva obra (“Lo escribí riendo y llorando al mismo tiempo, es el libro que más me tocó el corazón”, confesó el pensador de 88 años, visiblemente emocionado), Morin se vio obligado a referirse al tema que monopoliza la atención de los periódicos europeos.
“Se trata de una paradoja histórica: cuando los cristianos rechazaron y persiguieron a los judíos en el pasado, fue el imperio islámico el que les dio acogida, porque el Islam era religiosamente tolerante”, arrancó diciendo el filósofo. “Hoy las cosas cambiaron por dos razones: la laicización de Europa, a través de la cual la religión cristiana pasó a ser una cuestión privada y dejó de ser un poder estatal. Y a raíz de las humillaciones que sufrieron los países árabes, territorios donde fracasaron todos los intentos de democratización, de alternativa socialista, de esperanza de desarrollo, todo tipo de revolución”, agregó.
¿Cuáles son las consecuencias de esos cambios, a los que se integra la decisión israelí de encarar ofensivas militares al margen de cualquier advertencia u oposición de los organismos internacionales? Morin coincide con muchos expertos en geopolítica, que señalan la creciente ola de rechazo y pérdida de confianza hacia el estado de Israel: “La radicalización del conflicto, la situación en que se ven inmersos los palestinos, hizo nacer un nuevo antisemitismo en el mundo árabe, que no existía en el pasado”.
Esta voluntad de dominación, recordó Morin, tiene dos fuentes: por un lado, la idea militar israelí de seguridad, que busca controlar los territorios palestinos, y la vinculada con la historia religiosa, según la cual se trata de la tierra que Dios le ofreció el pueblo de Israel. Es decir, la imbricación de creencias y sentimientos ancestrales con el desarrollo de la más moderna tecnología militar. “Lo peor de todo es ver cómo un conflicto entre dos naciones que nacieron al mismo tiempo, en 1948, se fue transformando en un conflicto entre dos religiones. Y ya se sabe qué sucede cuando se mezcla nacionalismo con fanatismo religioso”. Los resultados están a la vista.
*Desde Barcelona.