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¿Liberación o Dependencia?

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Todo vuelve. Levantamientos, Montoneros y pelea con Buenos Aires. Regresos sin gloria. | Juan Obregon

En 2001, centenares de personas salieron a la carrera de los supermercados cargando bolsas, aparatos, latas y botellas. No se dan ahora todas las condiciones que entonces hicieron posible la caída del gobierno nacional y el desmayo de la UCR por largos años. Fernández es un presidente de origen peronista. Kicillof lo tiene a Berni, que no solo es peronista sino que también es soldado y llega temprano a todas partes.

Pero, sin prejuicios populistas ni indignación de propietarios que se sientan amenazados, debería observarse la toma de tierras en el Conurbano, a fin de que, por la vía de los hechos, el Estado se haga cargo de ocupadores y de ocupaciones, no con represión sino incorporando, urbanizando, asegurando servicios y aislando a los que lucran con la necesidad. Alberto Fernández no parece dispuesto a reprimir, pero carece de los instrumentos económicos y de orden público para ordenar ese paisaje. No es responsable de la catástrofe administrativa y financiera del estado argentino, donde se sucedieron el kirchnerismo con Cristina y el macri-radicalismo. Ha arreglado, hace pocas horas, con la policía bonaerense y todos esperamos que se mantenga lo acordado después de que esos efectivos sitiaron la residencia de Olivos.

La memoria cree ser más justa y recta que la historia

¿Los ocupadores podrían haber llegado antes? Posiblemente. Pero los movimientos desesperados emergen en coyunturas desesperadas. Como si dijeran: “Hasta aquí llegué y no doy más”. A los que actúan con este impulso es difícil pedirles que aguanten un poco, porque han tocado el límite donde se acabó la comida y se acabó el aguante. Las organizaciones que los apoyan saben que la necesidad suele convertirse en acción. Y, en la acción, hay fuerzas que pueden reclutarse, pero también se mueven fuerzas que no responden a ninguna dirección política. Está el delito, el tráfico, el desastroso panorama de sectores lumpenizados.

Si no se ha aprendido algo de esto, es difícil que se prevean los acontecimientos futuros.

Lecturas del pasado. La semana que termina actualizó el pasado, como si no se hubieran examinado, del derecho y del revés, los acontecimientos que, para poner una fecha, comenzaron con el secuestro y asesinato del general Aramburu, operación firmada por los Montoneros.

Esta reapertura puede ser instructiva para los jóvenes que no participaron, ni leyeron ni hasta hoy se interesaron en las posiciones enfrentadas durante los años 70. Quizá no sea este el escenario político e ideológico más apto para revisiones. La respuesta sencilla es que los debates son siempre bienvenidos e imprescindibles a condición de que se reconozcan y se hagan públicos todos los elementos necesarios, entre los que figura, en primer lugar, lo mucho que se ha investigado, escrito y publicado sobre el tema en las últimas décadas. Son inútiles si se vuelve a fojas cero por descuido, ignorancia o mala fe.

La llamada “memoria”, que es ideología, ética o conveniencia política, le ganó este encontronazo a la historia, que también lleva la marca de la ideología, pero con fuentes documentales más controlables, cuya discusión no implica necesariamente la ofensa a una víctima o un héroe. Nada de la historia es intocable. La discusión pasa, más bien, por reconocer que algo sucedió, les parezca bien o no a quienes están implicados o afirman un control omnipotente y omnisciente sobre el pasado. La memoria no tiene derecho a sustraer los acontecimientos a su historia, ni a negarse a que se revisen las condiciones y los detalles de lo sucedido.

Memoria o historia. A Aramburu lo mataron en 1970, hace exactamente medio siglo. Esas cinco décadas no aseguran nada en los meandros de nuestro pasado. Frente a algunos hechos la historia parece renunciar a su nombre para adquirir el de memoria. Eso sucedió esta semana con el asesinato de Aramburu. Puede suceder la semana que viene cuando se recuerde que el dirigente sindical José Rucci, fue asesinado por Montoneros el 25 de septiembre de 1973. Rucci apoyaba a Perón, a quien la “juventud maravillosa” desafiaba en Plaza de Mayo. Muerto Perón, insultaban a su mujer con la ingeniosa consigna “Si Evita viviera, Isabelita sería copera”.

La brevísima mención de estos hechos viene a cuento porque su reactualización política prueba que la memoria no acepta del todo un “nunca más”, salvo cuando lo pronuncia una fuente autorizada. La memoria cree ser más recta y justa que la historia. No concierne a los hechos que ya han sido minuciosamente investigados, cumpliendo todas las reglas de la disciplina histórica. Concierne a la ideología y a la oportunidad o el oportunismo político con que se vuelva a ellos o se intenta hacerlos pasar al olvido, mientras se reclama memoria total sobre otros acontecimientos.

El martes, Agustín Rossi, ministro de Defensa, le ordenó al Ejército retirar unos tweets que consideraba ofensivos porque mencionaban a un soldado y un subteniente muertos en combate con la guerrilla del ERP en Tucumán, hace 45 años, y a un soldado, caído durante la toma guerrillera del Comando de Sanidad, hace 47. Ni uno ni otro tweet reivindicaban la represión o el terrorismo de estado. Solo hacían presente la violencia ejercida por quienes se identificaban como revolucionarios de izquierda.

Se regresa a la opción de liberación o dependencia para entretener a la gilada

Volvemos a fojas cero. En cualquier momento, alguien puede reclamar que se proscriba la suma de palabras “secuestro y asesinato de Aramburu”, para reemplazarlas por una fórmula más neutra o por la mención de una justicia popular que tuvo al núcleo que fundó Montoneros como brazo armado. Y así empezamos todo de nuevo.

El 7 de septiembre es el Dia del Montonero. Se difundió un documento con varios centenares de firmas, que incluyeron la de Rafael Bielsa, embajador argentino en Chile designado recientemente por este gobierno. Hacia el final del documento se sostiene que los firmantes siguen creyendo que “la opción de hierro para nuestra patria es Liberación o Dependencia”. Los guerrilleros caídos, que fueron contemporáneos de su presente, merecen que los firmantes sean contemporáneos del que hoy les toca vivir, y que las categorías de su discurso no parezcan cercanas a las que se escuchan en Venezuela, ni estén tan cargadas de pasado.

Caso contrario, ¿cómo explicar las negociaciones amistosas del gobierno de Alberto Fernández con el Fondo Monetario y el cuidado con que se conducen las relaciones con el empresariado local? ¿Tienen lugar en nombre de la Liberación o de la Dependencia? Ninguno de los dos polos de esa antigua opción de hierro las explica, pero se menciona la dupla para distraer a la gilada de mediana edad. Con la opción de hierro que elige el documento no se entiende nada. Firmado por Bielsa, el embajador argentino en Chile tendrá intensos y enriquecedores diálogos sus interlocutores trasandinos.

Pero no es la fórmula Liberación o Dependencia el único regreso. Otro pasado vuelve. Las provincias reclaman a la ciudad de Buenos Aires que venda sus joyas, como una patriota porteña. El enfrentamiento viene desde el siglo XIX. Quienes piden solidaridad y puntos de coparticipación para la provincia de Buenos Aires podrían, de paso, apoyar el proyecto de Máximo Kirchner de un impuesto, por única vez, a las grandes fortunas. Algunas de esas grandes fortunas provienen de la herencia, es decir de las óptimas noticias que algunos recibieron desde el pasado.