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Milei y el Congreso: lo urgente y lo necesario

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Debate. Barra y Cúneo Libarona defienden la ley ómnibus. | cedoc

La Argentina vive horas transcendentales que marcarán cuando menos la gestión del nuevo gobierno. La transformación tajante que busca imprimir el Presidente en estas primeras semanas descoloca a todo el arco político. Una agenda ambiciosa y un estilo a todo o nada que encierra oportunidades, pero también amenazas.

El caso de Chile puede resultar testigo. El estallido de 2019 forzó una reconfiguración del sistema político que catapultó al joven Boric a la presidencia. De entrada, movilizó una reforma constitucional para erradicar la carta de 1980 heredada del exdictador Pinochet. La audaz iniciativa incluía, entre otros puntos, la declaración de un Estado plurinacional, ecológico, con reconocimiento de amplios derechos a minorías históricamente excluidas y autonomía a las regiones.

Tras un largo año, en 2022 se plebiscitó el texto elaborado por la Convención Constituyente, propuesta que fue rechazada por el 61% de los chilenos. Trascartón, la ultraderecha desplegó otro texto que también fue descartado por la mayoría. ¿Cómo terminó? El presidente Boric decidió cerrar el proceso de reformas admitiendo que las prioridades de Chile eran otras a las vislumbradas.

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El triunfo de Milei fue el triunfo de una revuelta a raíz de 40 años de fracasos económicos y de 16 años de terraplanismo kirchnerista, que malversó el ímpetu de cambio con el que había arribado en 2003. El triunfo en el balotaje de un outsider como Milei, por el 56% de los votos, fue su juicio político.

En el Congreso está la dirección que tendrá nuestro sistema político en los próximos años

Ya asumido, el Presidente marcó la agenda con su mega-DNU y un extenso paquete de leyes –conocida como la ley ómnibus– que implica una amplitud y grado de reformas en las más diversas áreas que fuerza los límites constitucionales, pese al carácter fundacional con el que las presenta. Para eso, se vale de un rasgo al que todas las presidencias han apelado para concentrar poder decisorio: la necesidad y urgencia. No obstante, las facultades delegadas por el Congreso a los distintos Ejecutivos bajo esta prerrogativa no ayudaron a resolver las calamidades que todos prometieron remediar.

Este arrojo y excentricidad son la base de un estilo que le permitió al Presidente interpretar, hasta el momento, el hartazgo de una sociedad empachada de fracasos y penurias.

Sin embargo, vivimos en un sistema republicano, con división de poderes. El juego institucional está vigente. Por ese motivo, el Congreso concentra hoy todas las miradas, en un hecho muy saludable, no solo por la responsabilidad que tiene el Poder Legislativo, sino también porque evidencia que la resolución (o no) de esta nueva crisis es responsabilidad de los tres poderes del Estado y de la elite en su conjunto. Es también reflejo de la voluntad popular que concedió una abrumadora mayoría presidencial y una fragmentación legislativa.

¿Qué ocurre por estas horas en el Congreso? Más allá de la actividad en las comisiones, las negociaciones en ambas cámaras están en una impasse que puede derivar en una resolución consensuada o en un callejón sin salida. Para lograr la primera opción, el oficialismo agita el riesgo de una hiperinflación para intentar una mayoría. Sin embargo, el miedo y la amenaza son recursos sufrientes, peligrosos y costosos que pudieron haber funcionado en el pasado, pero que no parecen ser aptos para estos tiempos en medio de un largo estancamiento, con imprevisibles consecuencias sociales. El hartazgo sigue presente…

El oficialismo confía en que las necesidades de los gobernadores de todos los sectores y los liderazgos emergentes dentro del peronismo que quieran romper el corsé kirchnerista serán la llave para destrabar el corazón del paquete de iniciativas innegociable: el equilibrio fiscal y todo el andamiaje económico que le den al Presidente la posibilidad de realizar su plan de estabilización.

Sin embargo, las negociaciones pueden terminar en un letargo legislativo. Así, la situación económica podría empeorar, lo que llevaría al Presidente a avanzar en la madre de todas sus batallas: la dolarización. ¿Estarían disgustados el Presidente y la oposición más exagerada como el kirchnerismo con esa encerrona? ¿Llegar a una catástrofe que fuerce los extremos y justifique su revolución monetaria? No sería descabellado contemplar esta alternativa.

A su vez, existe una tercera posibilidad frente a esta impasse: una suerte de “como si” donde todas las partes simulan estar dispuestas al cambio, pero sin ninguna convicción real para lograrlo, en un juego de promesas incumplidas. En este caso, la respuesta de una sociedad que transita un ajuste extenso y brutal puede ser desconocida.

Los desafíos están planteados: ¿podrá el Congreso ser el eje de la construcción de un sendero de coherencia para el desarrollo del país? ¿Cómo destrabar esta impasse? Un camino posible sería encontrar un objetivo que rompa el pensamiento mágico y marque un camino de realismo. En ese sentido, oficialismo y oposición deberán definir qué incluyen y qué excluyen de esta puja para alcanzar nuevas mayorías que den sensatez a un programa económico y de convivencia.

No obstante, la oposición –y, principalmente, el peronismo– también tiene mucho por hacer. Por lo pronto, debe brindarles representación a los millones de ciudadanos que se sienten profundamente amenazados y angustiados por la propuesta del Presidente, tanto en su forma institucional como en el modelo económico y social que busca instaurar. En esa línea, sería esperable que genere un proyecto para plasmar esas demandas y que demuestre un deseo de diálogo y cordura que no tuvo el kirchnerismo.

En el Congreso reside hoy la dirección que tendrá nuestro sistema político en los próximos años. Paradójicamente, un presidente como Milei, que denostó tanto la figura de Raúl Alfonsín, puede revalorizar las aspiraciones parlamentarias que aquel soñó e introdujo en la reforma constitucional de 1994.     

El caso de Chile puede funcionar como espejo. El hastío produce enormes cambios en el humor social y en las preferencias electorales, pero, per se, no resuelve conflictos. Tal vez el Presidente, finalizada la negociación en el Parlamento, arribe a la misma conclusión: que las prioridades de la Argentina de hoy, ya en el poder, son otras.

* Médico y psicoanalista. Magíster en Ciencias Políticas y miembro del Club Político Argentino.