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Nostalgia del futuro

Carlos Monsiváis, después de atosigarlo con preguntas sobre Tablada y López Velarde, me dijo que, además de ellos, también está Efrén Rebolledo.

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Tengo una amiga que, mientras escribo estas líneas, está en un avión rumbo a Ciudad de México. Es una de las pocas personas que conozco que han vuelto a viajar, lo que me provoca cierta alegría (por ella, y también por el estado de las cosas) y también una irremediable sensación de nostalgia. No envidia, no desazón, sino simplemente nostalgia. Nostalgia por las veces en la que yo estuve en un avión como ese, dirigiéndome a idéntico destino. Y no sé por qué, entre todo lo que hay en México (empezando por los tacos de cochinita pibil que, si bien es típica comida yucateca, se puso de moda en el ex DF, y ahora se consigue fácilmente) me dio por recordar a Juan José Tablada (Coyoacán, México, 1871; New York, Estados Unidos, 1945) uno de mis escritores favoritos de esos años: poeta, periodista, ensayista, escriba por encargo (levemente inescrupuloso), importador de vinos en un país que aún hoy no desarrolló la cultura del buen vino (no obstante ganó fortunas: mandó a construirse una inmensa mansión de estilo japonés que luego derrumbaron los zapatistas), director de la Revista Moderna, es junto a Ramón López Velarde probablemente lo único interesante que le ocurrió a la poesía mexicana hasta la aparición de Los contemporáneos. 

Originalmente influenciado por el decadentismo, como en Ónix, uno de sus mejores poemas: “Torvo fraile del templo solitario/que al fulgor de nocturno lampadario/o a la pálida luz de las auroras/desgranas de tus culpas el rosario…/¡Yo quisiera llorar como tu lloras!”, autor incluso de un bonito Ex voto al propio López Velarde, muerto tan prematuramente (“Consagro a su memoria este retablo:/un lucero nos guía hasta el establo”) fue, sin embargo, la influencia del exotismo -japonés y chino -lo que vuelve única su obra. Autor de frases encantadoras (“Es de México y Asia mi alma un jeroglífico”), mucho más encantadores son sus haikus dedicados a los gansos, el bambú, las nubes u otros animales. En El pavo real, escribe: “Pavo real, largo fulgor/por el gallinero demócrata/pasas como en procesión…”. O este hermoso Luciérnagas (que, ahora que lo pienso, parece escrito por Arturo Carrera): “Luciérnagas en un árbol…/¿Navidad en verano?”   

Una de las pocas veces que estuve con Carlos Monsiváis, después de atosigarlo con preguntas sobre Tablada y López Velarde, me dijo que, además de ellos, también está Efrén Rebolledo, autor que hasta entonces no había leído. Nacido en 1877 y muerto en 1929, poeta, prosista, dramaturgo, diplomático, fundador de la revista Pegaso, que dirigió junto a López Velarde, Xavier Villaurrutia prologó unos Poemas escogidos publicados después de muerte, y el propio Monsiváis no dejó de escribir sobre él, en especial acerca de Caro Victix, su libro más conocido. De sus Obras Reunidas (Conaculta, México, 2004), reparo en un poema llamado “El beso de Safo”: “Más pulidos que el mármol transparente, /más blancos que los blancos vellocinos, /se anudan los dos cuerpos femeninos/en un grupo escultórico y ardiente. //Ancas de cebra, escorzos de serpiente, /combas rotundas, senos colombinos, /una lumbre los labios purpurinos, /y las dos cabelleras un torrente. //En el vivo combate, los pezones/que se embisten, parecen dos pitones/trabados en eróticas pendencias,//y en medio de los muslos enlazados,/dos rosas de capullos inviolados/destilan y confunden sus esencias.”

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