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Entre las teorias, cambios y el dolor

Parto respetado

Aunque parezca increíble, al día de hoy no se conocen por completo las causas de los mecanismos que dan inicio al parto.

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Aunque parezca increíble, al día de hoy no se conocen por completo las causas de los mecanismos que dan inicio al parto. A lo largo de las décadas se propusieron diferentes teorías, que fueron refutándose o complementándose conforme pasaban los años.

La teoría más antigua apuntaba a causas musculares y se basaba en la sobredistensión del útero. Sus defensores sostenían algo bastante lógico: a medida que el feto crece, la fibra muscular uterina se distiende de forma excesiva y eso causa contracciones de considerable intensidad, capaces de desencadenar el trabajo de parto. Sin embargo, la experiencia mostraba que era posible que un feto dejara de crecer y de todas formas fuera expulsado del útero, por lo cual esta teoría perdió fuerza con rapidez.

Otras explicaciones estaban relacionadas con las hormonas. Cuando, gracias a los avances científicos, pudieron medirse valores en sangre, se observó que, en la mayoría de las especies, los niveles de progesterona se desplomaban en el momento del parto. Como esta hormona cumple un efecto de relajación muscular, la teoría sostenía que su disminución permitía que el útero se empezara a contraer y se desencadenase el parto. Esta teoría, en sí, no es suficiente para explicar el fenómeno ya que, por ejemplo, tanto los caballos como los seres humanos son especies capaces de parir bajo niveles significativamente elevados de esta hormona. Además, la progesterona exógena (incorporada en forma externa) no detiene el trabajo de parto una vez que ha comenzado.

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En los años cincuenta, con el descubrimiento de la oxitocina, muchos investigadores creyeron que, por fin, habían encontrado el meollo de la cuestión. Esta hormona, secretada por la hipófisis posterior de la madre cuando el embarazo está llegando a su fin, es capaz de aumentar el número de las contracciones y su intensidad. Sin embargo, esta teoría tenía grandes cuestionamientos. (...)

Así llegamos a los años sesenta, década en la que varios investigadores concentraron su atención en el hecho de que, en casos naturales de gestación prolongada, el feto se encontraba alterado de alguna manera. Surgió entonces una teoría según la cual, luego de las cuarenta semanas, con sus órganos por completo desarrollados, el propio feto comenzaría a secretar hormonas y otras sustancias químicas que, al pasar a la madre a través del cordón umbilical, podrían desencadenar los cambios que dan inicio a las contracciones. Hasta el día de hoy, se siguen recopilando evidencias que apoyan esta teoría. En 2015, por ejemplo, un grupo de investigación identificó dos proteínas secretadas por los pulmones del feto, las cuales, al llegar al líquido amniótico, provocarían una respuesta inflamatoria en el útero de la madre y harían que el parto se ponga en marcha.

Otras explicaciones involucraban el aumento en la produ-cción de cortisol por las glándulas suprarrenales del feto o un incremento en los niveles de prostaglandinas y estrógenos. Incluso, en 2014, un grupo de investigadores observó que los canales de potasio llamados “hERG”, claves en las contracciones del corazón, también estaban presentes en el músculo uterino hacia el final del embarazo y sugirió que una disminución en los niveles de actividad de estos canales de potasio posibilitaría que las contracciones sean más largas y más fuertes, algo fundamental para que ocurra el nacimiento. Pese a todos los esfuerzos, ninguna de estas teorías en forma aislada logra explicar por completo el mecanismo por el cual se desencadena el parto. Por eso, hoy en día, se habla de una integración de todas ellas con contribuciones musculares, hormonales y del propio feto. Un lío, bah.

Si llega la semana 41 o 42 sin indicios del nacimiento, es probable que el médico sugiera una inducción para prevenir complicaciones fetales, en general derivadas de una insuficiencia de la placenta, que ya no es capaz de alimentar al feto en una gestación tan avanzada. (...)

Algunos meses después de toda esta revolución física y emocional que acabamos de atravesar, es muy probable que nos crucemos con alguna embarazada y tengamos la súbita necesidad de contarle cómo fue nuestro parto con un nivel de detalle que no nos pidió. O que hablemos de la placenta, el meconio y los loquios con el mismo fervor con que relatamos ese primer recital al que fuimos de adolescentes. Pero lo más increíble es que, posiblemente, nuestros recuerdos no sean demasiado fieles, en especial en lo que se refiere al dolor que atravesamos. (...)

En respuesta a esta pregunta, históricamente, el parto es un momento doloroso y, antes de que contáramos con la medicina moderna, asociado a un alto riesgo de muerte materna. ¿Cómo es posible, entonces, que no nos hayamos extinguido o tengamos a lo sumo una criatura y nada más?

En algún momento se planteó la teoría de que, a diferencia de otro tipo de dolor, las mujeres simplemente no recordábamos el dolor del parto y por eso podíamos repetirlo. Una especie de amnesia deliberada de nuestro cerebro para no acabar con la especie humana de un plumazo. La evidencia con la que contamos hoy en día sugiere que esto no es tan así: no nos olvidamos por completo del dolor, pero sí es cierto que, con el paso del tiempo, nuestro recuerdo se va suavizando, en especial si no la pasamos tan mal. Las que sufrieron mucho en general conservan la sensación más patente.

Lo interesante es que el dolor en sí es solo un elemento de la experiencia global del nacimiento. Hay muchos otros factores que contribuyen a nuestros recuerdos: cómo nos sentimos durante todo el trabajo de parto, la relación con médicas y enfermeros, las intervenciones que sufrimos, el cuidado que nos proporcionaron, las complicaciones, el acompañamiento. Por eso es fundamental informarnos y sentirnos seguras y respetadas. Así, uno de los momentos más importantes de nuestra vida podremos recordarlo con placer y, ¿quién nos dice?, volver a intentar hacerlo todo otra vez.

*Autora de El embarazo, SXXI Editores. (Fragmento).