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Pequeña política

Dicen los expertos que el cuadro de situación preelectoral de la Provincia de Buenos Aires, que tanto le complica la vida al matrimonio presidencial y tantas ilusiones derrama sobre la mentes soñadoras de Macri y De Narváez como arrepentimientos en el ex gobernador Solá, depende de ahora en más de la pequeña política de los municipios.

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Dicen los expertos que el cuadro de situación preelectoral de la Provincia de Buenos Aires, que tanto le complica la vida al matrimonio presidencial y tantas ilusiones derrama sobre la mentes soñadoras de Macri y De Narváez como arrepentimientos en el ex gobernador Solá, depende de ahora en más de la pequeña política de los municipios. ¿Más que de los efectos de la crisis del campo? Tal vez sí, tal vez no. ¿Más que de los contenidos de los demoníacos Clarín y TN? Tal vez sí. ¿Mucho más que lo que se diga en estas páginas con columnas de escritores? Seguramente no.

Estas columnas en general, y ésta mía en particular, no dirimen nada ni afectan a nadie. Como dice un blogger, yo sólo escribo sobre política-ficción, menos interesado en las elecciones que en mis erecciones. Pero estamos en la pequeña política, la de todos los días. El mes pasado, sin saber que preparaban la treta de unificar los comicios, escribí que el varón del matrimonio presidencial era el supremo árbitro de la puja electoral. Le sobran iniciativas en sus carpetas y en su subconsciente para alterar las condiciones electorales y para condicionar sus resultados. También le sobran argumentos para asustar a quienes pretendan cogobernar, y sobran pruebas de que no le faltará valor para esgrimirlos: perdido el poder no será más responsable ni mostrará más cordura que durante el auge de su reinado. Néstor tiene la caja en sus manos, y al alcance de las yemas de sus dedos un teclado lleno de teclas rojas programadas para casos de pánico y para los casos en que se recomienda generar pánico.

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En el ángulo opuesto del ring, Felipe tiene carpetas de encuestas que le confirman su rol de sombra, o mero segundón. A su lado, Francisco tiene plata suficiente para comprarle a cuanto mayorista de votos esté en oferta. Detrás de ambos, un porteño tiene el sello de goma del PRO, que no vale ni la décima parte del oro de la familia Deutsch, fuente inconsulta de la fortuna de Francisco, y que tampoco vale ni la mitad de lo que valía la franquicia del PRO en los tiempos que prometía seguridad, policía propia, orden urbano, once kilómetros de subterráneos, limpieza de ñoquis y cultura culta en lugar de la festivalera de los sushi que terminó implementando Mauricio. ¡Mauricio! Parece mentira que alguien tan pequeño haya precipitado el terremoto que puede terminar birlándole la provincia al gran Néstor para brindársela a un escribano de Lomas de Zamora. ¿Y no parece mentira que una figura tan pequeña y de movimientos tan limitados como Gabriela haya estado a punto de estropearle los comicios porteños sin más motivo que su devoción de televidente por la doctora Lilita...?