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Pobreza y planes sociales o renta básica universal

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Asistencia. La AUH y otros planes sociales están dirigidos principalmente a quienes no tienen otra fuente de ingresos. | PABLO CUARTEROLO

En estas últimas semanas se ha instalado la discusión acerca de los planes sociales y de su posible reemplazo por la renta básica universal. Debemos reconocer que el tema de los planes sociales es un enjambre, existen 141 planes, que en general poco difieren en relación con quienes son beneficiarios y en la contraprestación que se pide. Desde el inicio, en 2002, se fueron diversificando, coexistiendo los que son de carácter nacional, ya que se sostienen en base a fondos del Presupuesto Nacional, y los que se suman de las provincias y municipios, sostenidos por fondos de esas jurisdicciones. A lo largo de estos años se fueron sumando los nuevos planes generados en alguna de estas instancias administrativas, sin desaparecer ninguno o raramente alguno de los anteriores. Todo esto genera un importante gasto o inversión: si pensamos que esta es una forma de ayuda estatal que permite a quienes no tienen trabajo subsistir, invertimos en la ciudadanía. Todos los planes están dirigidos a quienes no tienen trabajo y son pobres porque no tienen ingresos, y el objetivo común es ayudar a la subsistencia de un sector de población no menor. Esto no solo los justifica, sino que obliga a la sociedad a asumir su existencia y a financiarlos. También todos fueron pensados como transitorios ya que se supone que las personas deben insertarse en la vida laboral, dejar de ser pobres y salir de este apoyo estatal, que genera dependencia e insatisfacción. Pero en la medida en que el crecimiento económico y el modelo de desarrollo implementado no generan nuevos empleos sino que reducen las posibilidades de la incorporación laboral, el número de pobres no disminuye; por el contrario, aumenta y se genera la necesidad de ampliar y/o crear nuevos planes, y se va perpetuando el modelo de persistencia de la pobreza. 

En la entrevista el domingo pasado de Fontevecchia al economista inglés Guy Standing, éste habla de la “trampa de la pobreza” que estos planes implican, porque para poder recibirlos hay que ser pobres y declararse a través de mecanismos complejos, dejar de ser pobre significa perder el subsidio o plan, por eso la trampa es que nadie quiere salir de la pobreza para poder seguir recibiéndolos. Una forma de perpetuar la pobreza. Standing es creador y entusiasta defensor del ingreso básico universal, algo que están pidiendo algunos sectores de receptores de planes. La diferencia fundamental es que la renta básica universal es para toda la población, no solo para los que no tienen trabajo y son pobres. Esto nivela a todos como ciudadanos con los mismos derechos, pero en el país es prácticamente imposible porque el monto que esto significaría es alto y porque quienes más tienen pueden recibir un aporte que, si bien no es significativo para ellos, es importante para las arcas del Estado.

El desafío es cómo superar la “trampa de la pobreza”. Primero entendiendo que pobres son también quienes trabajan, pero tienen ingresos por debajo de las necesidades básicas, no solo quienes están desempleados. ¿Es posible entonces tener planes y no perderlos si se consigue trabajo o se asegura un ingreso? Eso exige un cambio del enfoque de la implementación y administración de los planes. Se debería empezar por racionalizar los planes y disminuir su número, no de beneficiarios sino la diversidad que existen, y asegurar una distribución más equitativa en base a las necesidades de cada grupo beneficiario. Además, no plantearlos como apoyo para sostener a las familias o personas sin caducar por el simple hecho de tener un ingreso por un empleo o beneficio previsional, sino adecuarlos al fortalecimiento hasta que puedan subsistir, adaptando el aporte del plan a la evolución del ingreso laboral o previsional. Esto es posible si se reordena el sistema y se plantea un método que permita el control y seguimiento. Éste es un debate que nos debemos.