COLUMNISTAS
opinion

"Tercera Guerra Mundial"

20200328_tapas_diario_coronavirus_reproducciones_g
“Tercera Guerra Mundial”. | reproducciones

“Tercera Guerra Mundial” titula en tapa el verdadero diario de la ciudad de Nueva York, el Daily News (The New York Times es el diario nacional). Superman, disfrazado de Clark Kent, era periodista del Daily News y su amenaza era una piedra –la kriptonita– que le quitaba todas sus fortalezas. En la vida real es Super-Trump quien encontró en el coronavirus su kriptonita. En apenas dos meses, pasó de ser el cómodo favorito para las elecciones del martes 3 de noviembre al probablemente derrotado en su intención de ser reelecto, si –como todo indica– dentro de seis meses la economía estará arrasada por caídas del producto bruto de dos dígitos y desempleo del 20%, el mismo que en 1929 precipitó el crack más duro de la historia.

Trump, Bolsonaro y López Obrador hicieron lo opuesto a Alberto Fernández y consechan pérdidas de popularidad

Increíble paradoja para un presidente como Trump, símbolo de New York, con emblemáticos edificios con su nombre, que sea su ciudad la que se encamina al triste privilegio de ser la capital mundial de la enfermedad ahora que Estados Unidos superó a China en cantidad de infectados por coronavirus. El virus kung-flu, como ironizaba Trump, se prepara para cambiar de nacionalidad: pronostican que podría infectar hasta la mitad de los habitantes de Manhattan, isla a la que otra de las tapas del Daily News calificó como Ground Zero, rememorando el blanco que fueron la Torres Gemelas, mientras la revista New York dedicó toda su tapa a solo nueve letras: “Don’t Panic”.

Al sur del Río Bravo, en México, su presidente, Manuel López Obrador, llama a los ciudadanos a no tener miedo al coronavirus, ir a los restaurantes con sus familias y abrazarse, dando él mismo el ejemplo al mostrarse besando niños. Más allá de su irracionalidad mística, López Obrador debe conjeturar que la mayoría de los mexicanos sobreviviría menos a una gran recesión que al contagio de coronavirus, porque su país no cuenta con una red ya montada de asignaciones universales y subsidios como Argentina y la economía informal allí es un hecho cultural institucionalizado con millones de vendedores ambulantes que quebrarían, sumado al problema del narcotráfico, los inmigrantes de los países centroamericanos camino al norte, más la dependencia del comercio con Estados Unidos frenándose y del petróleo –“su soja”–, cuyo precio se desplomó.

La misma actitud tiene en Brasil Bolsonaro, quien comparte con López Obrador la confianza en Dios que le da ser evangelista. Pero López Obrador no tiene elecciones que temer porque el período presidencial en México es de seis años: recién acaba de completar quince meses desde que asumió y el sistema electoral de su país no permite la reelección. Mientras que Bolsonaro enfrenta este 4 de octubre elecciones de medio turno que, aunque municipales, no dejan de ser un referéndum del estado de la nación que posiciona a los candidatos para la elección presidencial de 2022. Y el coronavirus dio vuelta la política brasileña enfrentando al presidente con los gobernadores que decretaron cuarentena, y puso a la sociedad a favor de estos últimos: cada vez que Bolsonaro habla a la población, desde todas las calles se siente el ruido de cacerolazos (paneladas, por panela). El gobernador de San Pablo, João Doria, podría derrotarlo, algo tan inimaginable hace pocos meses como que Joe Biden le gane a Trump. Doria asumió su primer cargo electivo el 1º de enero de 2017, dos años después asumió como gobernador y quizás dentro de dos años pueda asumir como presidente, en una carrera meteórica de quien hasta 2016 era un empresario productor de eventos y contenidos, como el equivalente a Casa FOA de Brasil y al programa El aprendiz que hacía Trump pero versión brasileña, con Doria mismo como conductor.

Para confirmar que el coronavirus junto con el daño en vidas humanas puso patas para arriba la política en todo el mundo, en la Argentina, el hasta hace semanas débil Alberto Fernández emerge como líder reconocido por todos los sectores de la sociedad, reduciendo la sombra de Cristina Kirchner sobre su figura a mínimos impensados. En situaciones de excepción –más sin el Senado funcionando como en Argentina–, el ejercicio del Poder Ejecutivo es una caja de resonancia tanto para el aplauso como para la crítica. En el caso de Alberto Fernández, además de la aprobación a sus medidas por el coronavirus se suma que era alguien poco conocido para la mayoría de la gente, con algunos que aún confundían su nombre con Aníbal Fernández, y que había llegado a la presidencia por el conocimiento que tenía Cristina Kirchner. Un caso extraño, ya que los presidentes llegan a serlo porque primero son conocidos.

Argentina, experta en calamidades, pareciera tener mayor gimnasia para el comienzo de la crisis del coronavirus

La suerte electoral de Trump ya pareciera estar echada. La de Bolsonaro dependerá de que logre convencer a los brasileños en el futuro de que el culpable de la recesión económica que sufrirán es el gobernador de San Pablo, y otros como él que aplicaron cuarentenas. Alberto Fernández precisará que cuando la recesión económica se sienta duramente no solo no se lo responsabilice, sino que se valoren también sus medidas económicas para palearla.

Por el costo de vidas humanas el coronavirus no sería comparable con una guerra mundial, pero podría serlo por su costo económico. Y en las guerras los comandantes logran cohesionar a todos tras su mando. Pero si pierden, de la misma forma en que gozaron de la admiración de la mayoría, pueden cosechar lo opuesto.