COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

Tiempo de cambios

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Quisiera que no le queden dudas al lector acerca de la postura de éste, su defensor, sobre el creciente rol protagónico que les cabe a los portales de noticias en el apasionante cambio de conductas y paradigmas que están viviendo los medios periodísticos (en particular los diarios impresos) en todo el mundo. Sin entrar en un estado de fanatismo tan común a los aplaudidores de novedades tecnológicas (aun las menos valiosas), me gustan los cambios, los apoyo muchas veces de manera enfática y considero que ellos son los motores que hacen al humano más humano si su funcionamiento es administrado con buen criterio, sentido común y ejercicio pleno de los fundamentos de este oficio.
Concluí mi columna del domingo 5 de marzo con este párrafo: “Este ombudsman defiende la idea de emplear las redes de manera responsable y analítica a la hora de planificar y llevar a cabo notas periodísticas en medios como PERFIL, pero sin someterse a una creciente dictadura más parecida a las guerras del rating en la televisión que a la mesurada y creativa generación de contenidos. Ni las redes son fuentes absolutamente confiables (sobran los ejemplos de ‘metidas de pata’ originadas en datos falsos o manipulados), ni los editores deben someterse a los registros de ‘más leídas’ que surgen de los portales de noticias para categorizar sus agendas. Internet es un medio tan angelical como demoníaco. Saber encontrar el justo equilibrio para separar la paja del trigo es parte de la sabiduría necesaria en quienes deciden”.
Cuando hablaba de redes, hablaba también de la influencia de los portales de noticias vinculados con los diarios impresos en la planificación y edición de contenidos. Esto tiene particular importancia en estos tiempos, cuando es cada vez mayor la necesidad de integrar (con sabiduría, como lo señalaba) los medios tradicionales con los de soporte digital. Y no para que uno tenga supremacía sobre el otro sino para ir produciendo una sinergia que permita mejorar más aún lo que unos y otros producen, editan y ofrecen a sus lectores o usuarios.
Hace un mes, el director del diario español El País, Antonio Caño, dirigió una carta a todo su plantel periodístico y no periodístico explicando las crecientes dificultades que durante la última década ha venido sufriendo ese medio para no perder más lectores, como les sucede a casi todos los diarios impresos en el mundo. No planteaba un panorama apocalíptico sino más bien uno esperanzado en que la integración de las diversas tecnologías y formatos potenciaría la calidad de lo editado. Lola Galán, la Defensora del Lector del periódico madrileño, señalaba en su columna del 29 de marzo: “Desde que internet pasó a convertirse en el vehículo de comunicación omnipresente que es hoy (…) los periodistas hemos sabido que nuestra profesión entraba en una nueva era (…) en la que el futuro se forja a cada instante”. Y agregaba que “hasta ahora, todos los intentos de acoplarse a los tiempos parecen haber ido por detrás de estos tiempos dominados por una evolución tecnológica y un cambio vertiginoso en los hábitos sociales”. Galán reproducía en ese texto una de las inquietudes expresadas por lectores temerosos de encontrarse con deterioro en la calidad periodística motivado por los cambios. Uno de esos lectores señalaba: “Me ha llegado al alma que en el ‘corazón de la redacción’ encuentren acomodo analistas de audiencias en vez de analistas de calidad, e incluso de sintaxis y ortografía”. Auguraba un futuro sin su diario habitual y concluía: “No leo el periódico en móviles de cuarta generación”. Galán le respondía al lector: “Es un hecho que El País, como todos los grandes diarios del mundo, sufre los efectos de la constante caída de ventas en los quioscos y la reducción de ingresos publicitarios”. E ilustraba con casos recientes de otros medios que no soportan tal situación económica: The Independent, de Londres, cerró su edición impresa; el grupo The Guardian/The Observer redujo 250 puestos de trabajo y sus pérdidas llegan a 75 millones de euros al año.
Por cierto, la resistencia al cambio es parte de la preocupación de quienes hacen PERFIL, de quienes lo observamos con atención (procurando aportar ideas para mejorar su calidad) y de quienes son sus consumidores. Todo parece indicar que también este diario se encamina hacia un proceso integrador entre sus versiones impresa y digital, que este ombudsman se propone respaldar y aplaudir en la medida en que ello no implique una reducción de la calidad informativa, de la buena política editorial –independiente y abierta a distintas y enriquecedoras miradas– y de inversión en recursos humanos. Un gran medio siempre será más grande cuanto más y mejor invierta en estos tres ingredientes. Finalmente, se trata de llevar al lector lo más elevado de nuestro oficio