Silvina Batakis está convencida de que la tensión entre los dos líderes del oficialismo no puede continuar más y decidió tomar cartas en el asunto. Acaba de fundar Peronismo sin Fronteras, un grupo cuyo objetivo central es tender puentes de diálogo entre ambos.
Transcurría 2012 y el enfrentamiento entre la presidenta Cristina Kirchner y el gobernador Daniel Scioli era explícito. Ella lo castigaba cada vez que hablaba en público y él prefería responder con silencios.
Batakis era la ministra de Economía de Scioli y sufría las consecuencias de la pésima relación: desde la Nación no le transferían los fondos que necesitaba para pagar los sueldos, bajo apercibimiento público de Cristina: “Que aprenda a gestionar”.
Aquella agrupación duró hasta que Scioli terminó su mandato. Batakis jamás habrá imaginado que diez años después la trama de dos líderes enfrentados del oficialismo volvería a repetirse. Y que, esta vez, a ella le tocaría ser la ministra de Economía de la Nación.
Negación. Llamó la atención que su designación fuera tan desprolija e imprevista, pero la historia argentina demuestra que casi todos los ministros de Economía asumieron con turbulencia política, social y económica.
El mayor tabú de Gobierno y oposición
Esa es la norma. Que haya llamado tanto la atención, representa en algún sentido una negación de ese pasado y de nuestros recurrentes fracasos. Y que estos recambios siempre sean repentinos e improvisados, es una prueba de que, detrás de las formas, subsiste un problema de fondo nunca resuelto.
Aunque este nuevo episodio tuvo dos particularidades. La primera es que alguien que se autopercibía prolijo y capaz de soportar presiones, como Martín Guzmán, se haya dejado tentar por el placer de arruinarle al acto a su mayor perseguidora, y renunciara sin darle tiempo al Presidente de planear una sucesión institucionalmente menos turbulenta. La segunda es que Alberto Fernández no tuviera “in pectore”, como decía Menem, a un candidato de reemplazo seguro.
Pero esto último también se relaciona con esas recurrentes crisis que llevaron a que, desde 1854, haya habido un ministro de Economía cada 15 meses.
¿Qué economista serio y exitoso en el mundo privado aceptaría hoy ese cargo? Sólo alguien muy audaz y confiado en que le fueran a cumplir sus condiciones.
Hace tres meses, el eterno candidato “in pectore” presidencial, Roberto Lavagna, respondió que no al ofrecimiento. Se excusó en su edad, pero el problema fueron las condiciones.
El pasado fin de semana, en Olivos circularon los nombres de dos economistas del sector privado: Redrado y Álvarez Agis. El primero es una alternativa de Sergio Massa (para Economía o el Central), pero ni siquiera la puso en juego porque sabe que Redrado pretendía poder y aprobación de leyes.
El nombre del segundo surgió en la charla de Alberto y Cristina. Álvarez Agis agradeció que pensaran en él, pero se excusó recordando lo agotador de su experiencia como vice de Kicillof.
Elaboraba un informe para CFK sobre dólar, inflación y tarifas, junto a economistas de su confianza
Informe. Es lógico que los únicos candidatos capaces de aceptar semejante desafío, salieran del sector público. Uno de ellos, Marco Lavagna (Indec), le pidió a Massa que no lo propusiera si no era parte de acciones más profundas.
En cambio, Silvina Batakis, hasta entonces secretaria de Provincias del Ministerio del Interior, no sólo dijo que sí, sino que ya venía preparando su desembarco en Economía desde días antes.
De hecho, estaba trabajando en un “paper” que le iba a acercar a Cristina Kirchner, para el que había pedido informes a economistas de su confianza, en temas como inflación, tarifas y dólar.
Nunca llegó a terminarlo. Antes la sorprendieron los llamados de Pesce y Scioli anunciándole su designación. Pero en su primer reportaje dejó entrever uno de los puntos claves del paper al decir que “el derecho a viajar colisiona con la generación de puestos de trabajo”.
Es que entre los informes que Batakis analizaba, aparece el objetivo de “dedicar los dólares a la producción”, como base para paliar la escasez de divisas.
La estrategia sería mantener el actual tipo de cambio “sin limitaciones” para la importación de insumos indispensables para la producción. Y frenar el resto.
Dólar. El anunciado límite a las compras en free shop sería apenas una mínima parte de los topes que se plantean en los informes sobre los que la ahora ministra trabajaba antes de asumir.
El paper que le preparaba a Cristina apuntaba a limitar todo tipo de compras no esenciales para la producción y cualquier consumo considerado suntuario.
Ante ello, se abrirían dos alternativas. El desdoblamiento del mercado de cambios (con un dólar para importar productos para la producción y otro más alto para lo demás) o mantener un solo dólar oficial y que cualquier compra al exterior que no sea esencial deba hacerse con dólares en poder de los privados. Por ejemplo, los que se consiguen en el mercado legal a través de la compra de bonos.
Las tarifas eran otro de los temas que abordaba el informe Batakis. Lo hacía en función de la urgente necesidad de bajar subsidios.
Uno de los estudios que incluiría su paper, proponía un modelo considerado “más fácil y rápido de implementar” que el pensado por Guzmán. Estaba siendo elaborado por especialistas de línea de la provincia de Buenos Aires y de las generadoras y distribuidoras de energía. Considera una tarifa social para quienes vivan en barrios pobres y, para el resto, una segmentación por consumo. Con una tarifa menor para quienes consuman menos. Por ejemplo, en energía eléctrica, el límite propuesto sería de 300 kw.
Sin embargo, en sus primeras declaraciones, la ministra indicó que seguiría la línea de su antecesor, en cuanto a quitar los subsidios a los hogares de mayores recursos. Lo que obligaría al resto a presentar formularios que prueben que necesitan el subsidio.
Ecléctica. Quienes la conocen bien dicen que está convencida de que se deben ordenar las cuentas y recuperar los superávits gemelos que admiraba de la gestión de Néstor Kirchner. Que es parte de lo que esta semana le prometió al FMI.
¿Qué tanta es la diferencia entre ella y Guzmán?
“Muy poca –responden–, Silvina es una neokeynesiana que cuando fue ministra provincial, ideológicamente estaba mucho más cerca de Scioli que de La Cámpora. La mayor diferencia con Guzmán es que ella es una peronista clásica, sin el contacto con las finanzas internacionales que él sí tenía, y con una visión del mundo más multilateralista. Guzmán veía al multilateralismo siempre desde Occidente. Ella es más ecléctica”.
La otra pregunta clave es si ella va a ser más o menos permeable que su antecesor a la influencia de CFK.
Una primera respuesta la daría el hecho de que las ideas económicas que venía elaborando, no estaban destinadas al Presidente, sino a la vicepresidenta. En igual sentido también apuntaría que la persona designada como su jefe de Gabinete es Juan Manuel Pignocco, de La Cámpora.
Sin embargo, cerca suyo advierten que ella no es camporista y que tiene un concepto fiscalista no muy distinto al de Martín Guzmán.
Pero sería demasiado pedirle a Silvina Batakis que anticipe ese futuro.
Bastante tiene con descubrir cómo se sale de este presente.