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Una cita con Chitarroni

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| Cedoc

Hace muchos años, en una de esas reuniones que organizaba Michel Lafon cada vez que venía a Buenos Aires, se formó un grupito de cuatro o cinco personas -en el que yo estaba- que se quedó charlando en torno a él un rato más, mientras los demás invitados se despedían frente a la puerta de calle de la gran casa en la que se alojaba. La siguiente vez que nos vimos, Michel me dijo: “Te diste cuenta que de esas cuatro o cinco personas, excepto vos, todos los demás escribieron un libro o al menos un artículo largo sobre Walter Benjamin. Eso solo pasa en Buenos Aires”. Era cierto. Tan cierto como que ahora Luis Chitarroni acaba de publicar, no en Buenos Aires sino en Santiago de Chile, Pasado mañana. Diagramas, críticas, imposturas (Ediciones de la UDP, mayo de 2020) en la que hay un hermoso texto en recuerdo a nuestro amigo muerto y, también, una igualmente hermosa cita de Benjamin, como remate al prólogo: “Mi hábito de parecer más lento, más torpe, más estúpido de lo que soy (…) tiene el gran peligro concomitante de hacerme creer que soy más rápido, más diestro y más astuto de lo que en realidad soy”.

Si, como sabemos, el adjetivo es el enemigo de la crítica literaria, permítaseme esquivar esa tentación y caer en la hipérbole: como Sarmiento que escribe y publica Facundo en Chile, las ediciones de la UDP se encargaron de publicar allí los dos libros cruciales del ensayo literario argentino de los últimos tiempos: Temas lentos, de Alan Pauls y el volumen de Chitarroni. Pasado mañana reúne artículos, intervenciones y críticas tomadas de aquí y de allá, hasta desembocar en un libro que expresa la infinita coherencia literaria de Chitarroni. O dicho de otro modo: desemboca, claro, pero lo hace como desemboca un delta: formado por miles de ramas, brazos, canales subterráneos. Escritura sobredeterminada de citas, Chitarroni menciona una de Stevens, a la que asocia con la obra de Kermode, pero que, al mismo tiempo, expresa la poética chitarroniana (finalmente caímos en el adjetivo): “Una sola cuerda habla por una multitud de voces”. Y también, esta otra cita de José Bianco, en un artículo entre indulgente y sibilino sobre Bolaño: “Acaso nunca lleguemos a mentir”. La cita en Chitarroni nunca cumple una función demostrativa ni de autoridad (sobrevuela detrás el libro de Grafton, que Luis menciona como al pasar), ni tampoco es un obstáculo al que hay que doblegar para que el texto avance bifurcándose en más de una dirección, como ocurre en el propio Benjamin, sino que la cita, en la más pura y mejor herencia de Borges, se usa para disimular, para desviar nuestra atención: la verdadera e inacabable erudición de Chitarroni está en lo que dice justo antes y justo después de la cita. Las citas a las que recure -muchas, todas perfectas- están puestas ahí para disimular que la erudición no proviene de ellas, sino de la frase de Chitarroni. La genialidad de Luis se esconde en la sintaxis, no solo en su biblioteca. De hecho, sus frases están hechas para convertirse, a su turno, en citas. Aquí un par, tomada una del artículo sobre Fogwill, la otra del texto sobre Guebel: “Como decía el maestro Sábato de otros desdenes: Quique Fogwill nunca perdonó los favores”. Y también: “Daniel había publicado ya sus primeros libros. Yo era escritor por omisión, por añadidura, como lo había sido Wilde”.