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peronismo

Violencia abierta

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El pobre tipo del asombroso órgano de la sala sinfónica Ballena Azul siguió tocando solo mientras los funcionarios y Cristina aplaudían al coro, saludaban con un beso al director de ese coro y se sacaban fotos. El organista habrá soñado con ese momento único y terminó siendo la música de fondo de los saludos de la Presidenta, dejando en evidencia que ése no es un estilo musical que estos peronistas sigan con frecuencia.

Luego, ¡otra sorpresa! Una pianista de rasgos asiáticos y con un pelo blanco largo hasta el infinito del suelo y humo en el piso, igual al que usa Gene Simmons de Kiss para su salida en el momento que escupe sangre en God of Thunder. A ese piano le faltaba sólo un candelabro para reproducir una imagen de los 70 y convertirse en Black Sabbath o Deep Purple. En las escalinatas afuera de este nuevo centro cultural estaban los “setentistas”, por lo que habría sido una licencia estética lógica y aceptable.

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Un baile moderno y otro clásico zapateo con ropaje adaptado a nuestro tiempo cerraban el recorrido feliz de Cristina y dejaban inaugurado un espacio absolutamente impactante al que Sabsay podría denominar como una obra más que confirmaría que esto es como el stalinismo.

En otra sala imaginaria del centro cultural, el Panadero reproducía un acto delictivo bien argentino. El recorrido de Cristina por la muestra inaugural era bastante europea, con piezas clásicas de música, piano y bailes modernos importados de Estados Unidos; sólo el zapateo gauchesco tenía contacto con la argentinidad. Pero este simpatizante de Boca terminó siendo un epítome fantástico del modo cultural de nuestro país.

Como una performance artística, produce su acto a la vista del mundo desafiando el concepto de delito. Los delitos intentan no ser públicos y guardan diferencia con la vida cotidiana en la que los delitos no son una acción común, ni esperada. Sin embargo, en el espectáculo fantástico de las masas descontroladas de sentimiento, los permisos sociales se adaptan a otros nuevos permisos.

El espacio cultural del Correo se piensa, como todo espacio para artistas, como un sitio en el que se puede ir a ver algo. En los estadios, como otro espacio también abierto, se puede ir a ver otras cosas. Las personas insultan descontroladamente desde las tribunas, arrojan residuos y escupen a los jugadores contrarios en algo absolutamente común y esperable por todos. Este sujeto rociador de gas pimienta hacía algo lógico en una jornada futbolística. Su asombro y declaraciones, que parecen insólitas, deberían ser reinterpretadas como la de alguien que entiende que eso es bastante común en el “centro cultural del fútbol”. Al momento de la suspensión del partido, como siempre, los plateístas arrojaban todo lo que tenían a mano contra el plantel de River, solidarizándose con el accionar del Panadero. Lo hacían también en público y a la vista de todos.

El espacio Néstor Kirchner se inauguraba combinando al inicio del acto y en el momento del discurso de la Presidenta, con los cantos de la Uocra, especialistas en disparos públicos y batallas abiertas con asesinatos incluidos. Cristina no sabe que la pieza clásica no terminó, pero sabe cómo manejar a algunos sindicalistas y seguir los cantos golpeando su corazón. La inauguración era una puesta en escena misma, una parte central de la representación en la que ella misma participaba como otro espectáculo.

El nombre de este espacio está llamado a ser renombrado en el futuro, como todo lo que ya lleva el nombre de Néstor. Cambiarles el nombre a las cosas y volver a jugar con sus definiciones es un accionar también común en nuestra historia, de modo que lo que Cristina deja como legado es más que un sitio para la exposición cultural, un edificio que será interpretado en el futuro, como algo diferente.

En el viejo edificio de correos se simulará una cultura ordenada, un espacio para el arte formalmente comprendido. Los domingos en cada estadio no se simulará nada, será violencia real y el compromiso de repetirla todas las veces que sea posible.

 

*Sociólogo. Director de Ipsos Public Affairs.