El parte del lunes 13 de septiembre reportó un incremento de contagios y fallecimientos, luego de un período mayor a 100 días de descenso de casos.
Desde el comienzo de la pandemia, la comunidad científica y las autoridades sanitarias articularon los mecanismos y programas de investigación necesarios para la detección y el seguimiento de las sucesivas mutaciones del coronavirus.
En este marco, el Proyecto Argentino Interinstitucional de Genómica de SARS-CoV-2, más conocido como Proyecto País, asumió un rol protagónico. En un intercambio exclusivo con PERFIL, la doctora Mariana Viegas, coordinadora del proyecto e investigadora del CONICET, informó que sus equipos de trabajo cooperan de forma multidisciplinaria para la “vigilancia genómica del virus en todo nuestro país”.
Se trata de una iniciativa federal que abarca grupos de investigación y personal de salud pública de las distintas provincias, reunidos con el propósito -declara la científica del CONICET- de “obtener genomas completos de SARS-CoV-2 en distintos nodos de secuenciación del país”.
Covid-19: apareció en Japón una curiosa mutación de la variante Delta
En diciembre de 2020, cuando emergieron las variantes de preocupación global, se implementó la “vigilancia activa de variantes”. Según la especialista en virología, esta investigación dio origen a “una estrategia alternativa de secuenciación que permitió estudiar en tiempo real qué variantes circulan en distintas zonas del país”. La vigilancia epidemiológica implica monitorear la evolución del virus en el tiempo, a los efectos de establecer si los tratamientos y las vacunas aplicadas siguen siendo efectivas frente a las nuevas variantes.
El estudio del genoma de un virus tiene alcances múltiples que no se limitan, según la coordinadora de Proyecto País, a determinar “si es tal o cual variante”. Estos ensayos en profundidad permiten realizar “estudios evolutivos, filogenéticos” cuyo examen abarca las siguientes áreas:
- Estudio de genes relacionados con la respuesta inmune;
- Análisis de genes asociados con la adaptación del virus a nuestro organismo;
- Estudios de asociación clínica con la severidad y los distintos tipos de virus en circulación;
- Predicción de “estructuras de proteínas que forman parte del virus”, lo cual permite diseñar estrategias de tratamiento;
- Desarrollo de vacunas: “conocer la secuencia de los genomas de los primeros virus”, explica la médica, permitió identificar la secuencia de la proteína Spike, frente a la cual “están diseñadas la mayor parte de las vacunas” disponibles en la actualidad.
Mu: variante “de interés” según la OMS
Mu emergió en enero, asociada a un brote en Colombia. A partir de mayo, comenzó a instalarse como variante predominante y pronto se expandió a otros países: Ecuador, Chile, Brasil.
La viróloga e investigadora del CONICET Carolina Torres confirma que en el área metropolitana de Santiago de Chile se detectó en las últimas semanas un incremento de esta variante “al mismo ritmo que aumentó Delta”, desplazando a las variantes Gama y Lambda.
Los datos de Colombia y Ecuador se han utilizado para declararla como variante de interés.
Según la doctora Torres, Mu presenta “mutaciones comunes a otras variantes de preocupación que se han asociado con una disminución de la capacidad neutralizante de anticuerpos de sueros de vacunados o de personas infectadas en la primera ola”.
Si bien los estudios in vitro indican que es la variante “que más evade la respuesta neutralizante”, por el momento no reviste -según la médica- importancia epidemiológica en nuestro territorio.
Terceras dosis: consideraciones clínicas y éticas
Mariana Viegas afirmó que en lugar de aplicar terceras dosis para evitar que un individuo se infecte, habría que promover una mayor “equidad mundial en la distribución de vacunas” para reducir la circulación del virus en el mundo y evitar la emergencia de nuevas variantes a futuro.
Por su parte, Carolina Torres comparte la perspectiva ética y agrega que hay consenso en la comunidad científica para suministrar terceras dosis “en población especial”. Por ejemplo, personas con inmunosupresión, bajo tratamiento oncológico o adultos mayores, cuyo “sistema inmunológico no responde igual que un adulto joven”, explica la especialista.
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