CORONAVIRUS
Pandemia

Coronavirus y médicos cubanos: negocios públicos; necesidades privadas

Antes de condenar o aprobar la llegada de médicos cubanos para sumarse a la lucha contra el Covid-19, hay que conocer el contexto. Un historiador cubano que reside en nuestro país ayuda a entenderlo.

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Un grupo de médicos llegan a Italia. La exportación de servicios de salud le rindió al gobierno cubano 6.800 millones de dólares en 2018. | AP

Mucho se ha dicho en relación con la llegada de más de 200 médicos cubanos a la provincia de Buenos Aires, uno de los distritos más golpeados por el coronavirus. Mucho más en estos tiempos, serán siempre escasos los esfuerzos que los gobiernos hagan para cuidar a sus conciudadanos, aunque también debiera aceptarse que las obligaciones no deben ser vistas como hazañas. Pero hay mucho más detrás del mito de la medicina cubana y de los médicos que “exporta”.

Hacia el fin de la “solidaridad revolucionaria”

No es secreto que desde 1959, Cuba trabajó arduamente para conformar un sistema de salud integral, gratuito y masivo, que rápidamente se ubicó entre los más elogiados del mundo. Más allá de los resultados, la construcción y consolidación de un sistema de salud como el que logró Cuba era una necesidad. En 1959, sólo el 22% de la población tenía acceso a la salud, y el territorio nacional contaba con un solo hospital rural. Para 1975 se habían construido 56 hospitales a lo largo y ancho de la isla, así como casi 396 pequeñas policlínicas, además de haber formado y graduado cerca de 10 mil médicos. Sería, sin dudas, de una ceguera política, intelectual y humanitaria si no se reconociera la importancia que tuvo para tantas familias, dichas transformaciones.

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Con el paso de los años, muchos fueron los países que solicitaron la presencia de los médicos cubanos. Uno de los ejemplos más recordados fue la ayuda brindada a Perú, luego del terremoto en mayo de 1970. En poco tiempo, el pueblo cubano se movilizó para hacer donaciones de sangre, las que llegaron a más de 150 mil -incluyendo la de Fidel-, y casi al unísono llegó al país andino una numerosa brigada médica.

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Pero hoy es justo decir también que esa solidaridad ya no existe, porque aquella sociedad ya no es la misma. Después de 1990 asistimos a una Cuba que se vio obligada a cambiar, que priorizó nuevos sectores de ingreso de divisas, particularmente, la exportación de servicios médicos. En el ámbito social, el Período Especial (el iniciado en 1990 con la crisis económica), trajo consigo una reconfiguración social que se evidencia en el modo de pensar de gran parte de la sociedad, especialmente entre los jóvenes, algo que sin duda hace pensar en el nacimiento de una nueva sociedad, y por qué no, en el fin mismo del proceso revolucionario. Las desigualdades en el acceso al dólar trajeron giros en los valores y en las percepciones sociales, y lo que era un gesto solidario se convirtió en una vía para obtener ganancias materiales, tanto para el gobierno cubano como para los propios médicos y personal de la salud.

La llegada de los médicos cubanos a Venezuela es la experiencia más conocida. Inscrita bajo el marco de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), desde 2003 los profesionales cubanos llegaron masivamente a ese país en el marco de acuerdos comerciales los cuales fijaron, grosso modo, un precio preferencial para la exportación de servicios profesionales cubanos a cambio de una provisión fija de petróleo, inversiones conjuntas en sectores estratégicos y la concesión de crédito. En resumen: el acuerdo se basó, ni más ni menos, en un intercambio de médicos por petróleo.   

El propio gobierno de Cuba ha reconocido que la exportación de capital humano constituye hoy la mayor fuente de ingresos de divisas, casi igual que el turismo o, incluso, que las remesas que llegan de Estados Unidos. En el 2018, por ejemplo, según publicó un informe de la Oficina Nacional de Estadísticas, el país recaudó 6.400 millones de dólares en concepto de exportación de servicios de salud. Y es que Cuba tiene hoy personal médico en todos los rincones del planeta, desde Argentina hasta los atolones de Kiribati. Más allá de su dimensión económica, lo que esas cifras ilustran son las trasformaciones que ha sufrido la solidaridad como valor histórico del proceso revolucionario. Resulta ya inaplicable aquel concepto que condensó la historia cubana pos 1959: “Revolución es desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo”.

Las “misiones” médicas: mucho más que un “paso al frente”

Pero resulta clave echar luz sobre otro aspecto de la participación del personal de salud de estas “misiones”: el que lo hace condicionado u obligado. Es triste saber que la mayoría de los cubanos ven en estas “misiones” una vía de escape a los serios problemas económicos. También se sabe que muchos jóvenes “dan el paso al frente” para vencer, en palabras de Virgilio Piñera, “la maldita circunstancia del agua por todas partes”. En efecto, son muchos los que han optado por esa vía para migrar, desertando de las misiones o, simplemente, decidiendo formar una familia en el país donde prestaban servicios. Ellos –que hasta ayer salvaban vidas y engordaban las arcas del país -, enfrentan hoy un exilio forzado, aún a sabiendas de que sus acciones son condenadas con la “privación de libertad de tres a ocho años”. Asimismo, son de público conocimiento las presiones que se ejercen sobre cualquier trabajador cubano cuando se niega a ir a una de estas “misiones”. Allí están para dar testimonio las experiencias de vidas de los profesionales. Muchos han tenido que vivir en lugares hacinados, expuestos a las carencias y violencia que desafortunadamente abundan en los barrios latinoamericanos. Valga de ejemplo vivido por más de dos años por parte de una especialista en un laboratorio clínico en el populoso barrio de Petare, estado de Miranda, Venezuela. Además de hacer su trabajo y de participar del truque simple de productos básicos de higiene y alimentación, también debía informar a la sede de la misión cubana cómo se comportaba el electorado o qué se decía del opositor Henrique Capriles. Por eso es bueno saber que las misiones no son ni tan solidarias ni tan médicas…

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Seguramente habrá galenos que refuten estas apreciaciones. Sin embargo, les resultará difícil afirmar que muchos ni llegaron a leer el contrato que firmaron, o que pudieron disponer de sus pasaportes y andar libremente mientras duró la misión.

Muchos cubanos que ya no viven en su país han/hemos condenado y seguirán/seguiremos condenando el bloqueo inhumano del gobierno norteamericano a Cuba, pero también es bueno tener presente la posición de la ONU cuando en 2019 publicó la carta de Urmila Bhoola, Relatora Especial sobre las formas contemporáneas de la esclavitud y Maria Grazia Giammarinaro, Relatora Especial sobre la trata de personas donde se reconoce, respecto a las “misiones” cubanas, que “Las condiciones de trabajo reportadas podrían elevarse a trabajo forzoso, según los indicadores de trabajo forzoso establecidos por la Organización Internacional de Trabajo. El trabajo forzoso constituye una forma contemporánea de esclavitud”.

No dejemos que la cuarentena nos lleve a celebrar o condenar, sin más, el arribo de “misiones” médicas cubanas. Indaguemos, preguntemos, escuchemos a todos y, sobre todo, estemos atentos a aquello de “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Así encontremos una explicación del porqué Cuba ha enviado en pocos días misiones médicas para combatir la actual pandemia a más de 15 países, entre ellos Italia y Nicaragua. En la península itálica se reportan al día de hoy 23.227 fallecidos, 172585 contagiados, mientras que en la temblorosa y “revolucionaria” Nicaragua sólo se anuncian oficialmente 12 casos y su presidente, Daniel Ortega, exhorta al pueblo a marchas partidistas, ferias y visitas a playas. ¿Entonces?

*Historiador (Universidades de La Habana y Buenos Aires)

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