Una vez más –para ser precisos, la cuarta– los editores independientes celebraron un encuentro, invitados por FM La Tribu (y quizás haya que ir buscando un lugar más grande para el próximo año), donde pudieron intercambiar tanto experiencias como sus últimos títulos y conocer a sus lectores, a los que sedujeron con importantes descuentos, que éstos aprovecharon para encarar las compras de Navidad. Treinta y siete sellos fueron los que se dieron cita, algunos, recién creados hace apenas un año junto a otros como Beatriz Viterbo, por ejemplo, que va por su cuarto de siglo.
En un momento político y económico bisagra, de mucha incertidumbre para la “pequeña y mediana industria”, sus responsables siguen apostando por una actividad que requiere mucho talento y dedicación, un ojo bien entrenado y una alta dosis de sensibilidad para lograr finalmente que un texto se encuentre con su lector.
Víctor Malumian, el organizador de la feria, explica, desde su lugar al frente de Ediciones Godot, el porqué de estos eventos: “Decidimos armar una feria para solucionar tres problemas: encontrar un lugar donde haya gente que te pueda asesorar. Y nadie conoce mejor su catálogo que el propio editor. Segundo: el aliciente de los descuentos. Tercero: curemos la feria para que el lector sepa que en cada mesita va a encontrar lo mejor de la edición independiente. La feria funciona así: vos tenés una editorial como Gourmet Musical que se especializa en música, Caja Negra que hace cine, estética y joyitas como Páprika o Fiordo que están sacando literatura internacional con traducciones muy cuidadas. Tenés a Blatt & Ríos, a la vanguardia de la literatura nacional; ensayos, con Las cuarenta, AH o nosotros. La idea es romper con el esquema de comprar la novedad y que el lector sepa que no importa qué libro esté buscando, acá va a encontrar una editorial especializada.”
Una de las más nuevas, EME (sigla de “Estructura Mental a las Estrellas”), comenzó en el 2014 y ya tiene tres colecciones en las que publica tanto escritores nóveles muy jóvenes, como ensayos recuperados del pensamiento nacional. Lejos de achicarse, piensan para el año próximo publicar varios títulos en las tres colecciones. A su lado, Nulu Bonsai, fanáticos de algunos clásicos descatalogados, publica poetas nóveles en su colección “Ataque Emocional al Sistema Capitalista.”
La rosarina Beatriz Viterbo espera festejar su 25º aniversario reeditando los veinte títulos de César Aira de su catálogo. Otra de sus apuestas es una colección de libros-álbum de ficción que piensan inaugurar con cuentos de Silvina Ocampo ilustrados.
Frente a la pregunta acerca de qué clase de lector tienen en mente a la hora de elegir lo que van publicar, Sebastián Martínez, editor de Entropía, piensa en “un universo de lectores a construir acorde con el universo propio de nuestros gustos”. Los recientes cambios económicos que sumaron más aumentos a los que periódicamente sufre el precio del papel, no pueden sino restringir la capacidad de consumo de los lectores a los que aspiran, sostiene. Sin embargo, los once títulos previstos para el año próximo, por ahora, siguen en pie.
En Bajo la Luna, una de las editoriales que se obstina en publicar a los poetas argentinos contemporáneos y a los extranjeros, creen que el aumento de los insumos ya es preocupante. Por ahora, están atentos a lo que resulte de la apertura a las importaciones, tema que preocupa a la mayoría. Mariano Blatt, de Blatt & Ríos, es uno de los que teme que se inunden de títulos españoles y mexicanos nuestras librerías, “sobre todo a partir de la crisis española, la Argentina resulta un mercado muy importante para ellos, y como el libro argentino está caro, ellos pueden venir con buenos precios.”
“Estamos muy asustados” confiesa Maximiliano Papandrea, de Páprika. Si bien supone que las nuevas medidas podrían mejorar la posición de los libros argentinos en el exterior, la predilección de los lectores nacionales por los títulos españoles lo deja bastante intranquilo.
Mientras esperan definiciones sobre políticas públicas y el reordenamiento del mercado, confían en que la especificidad de sus productos “no entran en la generalidad de la ley”. Como aseguran los de Eterna Cadencia: “Nos anima un impulso editorial difícil de derrumbar.”