En unos días empieza la feria argentina más grande de arte y una de las más importantes de Latinoamérica, ArteBA. Hasta acá vienen galerías de muchas partes del mundo a exponer sus obras, este año serán 91 galerías de más de veinte países, en las distintas secciones (Principal, Solo Show Zurich, Barrio Joven) y estarán representados estos países: Alemania, Austria, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, Francia, Japón, Kosovo, México, Perú, Portugal, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay, Venezuela y por supuesto Argentina. El año pasado, en el que se cumplieron 25 años de esta feria, se vendieron 53 obras, cifra récord según informó ArteBA, todas las cuales fueron compradas por empresas y museos, a lo que habría que sumar la compra privada de coleccionistas. Sin embargo, en este punto surge el primer inconveniente para mensurar el mercado del arte argentino, porque ArteBA no entrega cifras de ventas en dinero. Es más, ningún otro organismo lo hace, aunque Meridiano, que es el nombre de la Cámara de Galerías de Arte Contemporáneo de Argentina, creada hace menos de un año, está trabajando para dar esas cifras, que sólo se conocerán recién a fin de este año.
Facundo Gómez Minujín, director de la Fundación ArteBA, cree que actualmente es muy difícil determinar el tamaño del mercado del arte argentino; lo que sí tiene claro es que hay cin- cuenta galerías activas, “que son las que mueven el mercado, y por otro lado, están las casas de subastas, que son un mercado secundario, en donde sí se pueden conseguir cifras porque son públicas”. Esto hace que tirar cualquier número sea, para él, “algo subjetivo”. En cualquier caso hablamos de un mercado “débil”, “emergente”, “chico” y “poco transparente”. Tanto Gómez Minujín como Alec Oxenford, presidente de la Fundación ArteBA, confían en que con el exitoso blanqueo de capitales –que hizo que inmuebles, dinero y obras de arte se declararan en el país por un monto de casi US$ 120 mil millones– active y haga crecer sostenidamente el sector. Oxenford, de hecho, imagina muchos años seguidos de “crecimiento positivo, 20% por año, si tuviera que dar un número”; entre los factores que van a incidir, según él, son, por un lado, la presencia internacional que ha tenido Argentina en las ferias internacionales de arte en el último tiempo (Arco en España, Documenta de Kassel y la Bienal de Venecia) y, por otro lado, “la economía se empieza a ordenar y particularmente se abre a la invasión extranjera: el blanqueo de capitales ha liberado los fondos que estaban escondidos, y que ahora están disponibles para invertir en arte: un porcentaje chiquitito, aunque va a ser un monto grande, por lo que yo creo que el momento para comprar arte argentino si uno quiere hacerlo como inversión es hoy, porque nunca va a estar tan barato”.
Gómez Minujín agrega otro aspecto a tener en cuenta con el blanqueo de capitales, y es que “antes muchas obras se compraban con plata no declarada, ahora el comprador va a exigir factura, porque entre otras cosas, al no tener la factura, no la puede mostrar en ningún lado”. Como consecuencia anexa, el blanqueo está ayudando al registro de obras de arte, porque “la gente que aún no entró al blanqueo de obras de arte va a poder registrar sus compras”. Orly Benzacar, por su parte, una de las directoras de las galerías más importantes y prestigiosas de Argentina (Ruth Benzacar), cree que “el resultado del blanqueo nos pone en una escena que sólo despierta optimismo”, pero advierte que ese optimismo está repartido en muchos sectores de la economía y agrega que el mercado del arte argentino estuvo muchos años sin recibir una inyección de dinero, “y los mercados hablan de dinero, así que todo lo que sea inyección de dinero –ya sea producto del blanqueo, de la situación de la economía o de las inversiones– será recibido con optimismo”. Pero, además, esto favorecerá a que la actividad sea mucho más clara, “y que el referente ya no sea una subasta, que es lo único público, porque las transacciones privadas nadie te las cuenta”. Precios más transparentes y en curva ascendente serían, según Oxenford, otras de las consecuencias virtuosas del blanqueo invertido en arte, aunque los primeros en vender serían “los diez o veinte artistas más reconocidos y después derramarían sobre todo el resto”. Pero claro, esto está por verse.
La creación de Meridiano y la consecuente profesionalización del sector parecen ir de la mano con esta ansiada reactivación del sector producto del blanqueo y de otras variables económicas. Orly Benzacar avizora en el futuro esta profesionalización: “Vas a tener a artistas, galeristas y un sistema y compradores que van a comprar responsablemente y un Estado que te va apoyar dentro de un marco legal y fiscal”. Según otra galerista, que prefirió quedar en el anonimato, el mundo del arte sigue funcionando en Argentina como hace cien años: un mecenas, un marchand y un artista, con pocas regulaciones fiscales; de hecho muchos artistas no están inscriptos ni en el monotributo, y algunas veces las galerías tienen que poner a disposición sus contadores para hacerlo.
Llegado a este punto se pueden dar algunas cifras para tener una referencia de la dimensión del mercado que estamos hablando, cifras no oficiales desde luego: una galería mediana durante el 2016 habría facturado unos US$ 230 mil brutos (un promedio de US$ 19 mil al mes, la mitad va para el artista), mientras que una galería grande habría sobrepasado los US$ 800 mil, aunque este año los números serán mayores, ya que una grande sólo en la feria Arco vendió US$ 300 mil y para sostener el stand de ArteBA y ganar deberían facturar US$ 750 mil, lo que hablaría de un año en expansión. Eso prefiguraría el crecimiento de 20% que adelantó Alec Oxenford.
Nora Fisch, directora de la galería Nora Fisch, cree efectivamente que hay un momento de expansión en el mercado del arte, aunque aclara, tal como Gómez Minujín, que se trata de un mercado “pequeño”, en donde “hay una desproporción entre el dinamismo y la calidad de la producción artística de nuestro país y el número de coleccionistas, o incluso de compradores ocasionales”. Sin embargo, a partir de las ferias internacionales “estamos siendo testigos de un interés renovado por parte de los coleccionistas locales. Creo se dan cuenta de que hoy existe la posibilidad de adquirir lo que será historia del arte argentino a precios muy por debajo de los estándares internacionales, precisamente porque nuestro mercado es pequeño”. Además de los coleccionistas hay otro público que desea “convivir con arte en sus casas, curiosos por sumergirse en el viaje que implica conocer el mundo de cada artista. No es un boom, pero es una expansión”. En todo caso, advierte esta galerista, “el mercado del arte es imprevisible y una galería que se inicia no tiene forma de proyectar ganancias garantizadas”. Fisch comenzó con su galería en 2010, y de un lugar chiquito tipo oficina pasó rápidamente a un local amplio en avenida Córdoba con vidriera a la calle; hoy es una galería mediana, de las pocas que forman Meridiano. En su estrategia de crecimiento no ha habido cálculo, sólo “amor absoluto a lo que hacemos”, aunque tal vez el hecho de estar muy cerca de los artistas y del conocimiento del arte que se hace hoy ha ayudado en su consolidación y crecimiento: “De alguna manera esto repercute en respeto y legitimación del medio, y por ende, en ventas y crecimiento”.
Camila Charask es la directora de Meridiano y cree que la profesionalización de la actividad y la entrega de cifras transparentes y confiables en el mercado del arte darán lugar a “un ecosistema virtuoso”. Hoy Meridiano reúne a las cincuenta galerías activas que señalaba Gómez Minujín; por lo pronto ya determinaron que es necesario “lograr transformaciones a nivel legislativo como la modificación de la Ley de Libre Circulación, además de su adecuada reglamentación que permita solucionar trabas aduaneras que rigen actualmente para galerías, artistas y compradores de obras de arte”. Para esta organización estas cuestiones son fundamentales y deberían estar en la agenda del Gobierno para de este modo consolidar el crecimiento y desarrollo de las industrias culturales a nivel local e internacional.
En cuanto a los indicadores, en Meridiano están abocados a que éstos sean lo más fidedignos posibles, con el fin de “generar insumos para las políticas públicas y para las galerías asociadas, datos que son útiles a la hora de decidir, por ejemplo, si ir a ferias o no. El caso del Observatorio de la Industria Editorial resulta muy interesante porque entendemos que lo trabajan en conjunto con la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), destacando la calidad de los indicadores y solvencia en la recolección de datos”.
Silvina Pirraglia es una de las directoras de la Galería Hache, que abrió sus puertas en 2013, cuando, como ella cuenta, había tres o cuatro tipos de dólar en la economía, lo que en un mercado en donde las obras se transaban en dólares era complicado, tanto que hubo un momento en que, al igual que el mercado inmobiliario, comenzaron a pesificarse las ventas. Luego de su nacimiento vinieron años aún más difíciles, sobre todo para una galería pequeña como Hache: “Las ventas para nosotros estuvieron estancadas y me atrevería a decir que 2013, 2014 y 2015 no fueron buenos años para el circuito de galerías en general. Además, se terminaron de complejizar las reglamentaciones aduaneras para exportar obras de arte”. Pero pese a los obstáculos, a fines de 2015 decidieron dar un salto y alquilar un espacio más grande en Villa Crespo: “Al refaccionarlo y acondicionarlo, repercutió en nuestra economía a un nivel preocupante pero nos permitió dar un salto cualitativo”. Organizaron exposiciones muy buenas, convocaron a curadores y participaron por primera vez en la Sección Principal de ArteBA: “Y todo esto implicó un esfuerzo fenomenal a todo nivel”. Hoy, pese a que han crecido como galería, todo lo que ingresa lo reinvierten, pero también “la estructura de crecimiento de la galería del último año y medio implicó endeudamiento privado, que es el principal condicionamiento que tenemos”.
Para las galerías chicas, Meridiano es muy importante, porque permite asumirse como un sector económico activo y en crecimiento y trabajar en conjunto con el Estado. Hoy, por ejemplo, estas cincuenta galerías cuentan con el apoyo de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional, que financia la participación de galerías de arte contemporáneo en algunas ferias internacionales, y del Ministerio de Cultura, a través de la Secretaría de Integración Federal y Cooperación Internacional. Las galerías grandes, como formadoras de precios, necesitan de la salida internacional para dar un salto en precios en el mercado interno, mientras que para las galerías medianas y chicas es una excelente oportunidad para vender y mostrar lo que tienen. Pero hay otras instancias que podrían ayudar a impulsar más la industria del arte, como la Ley de Mecenazgo, que hoy sólo sirve para publicaciones, residencias artísticas, programas de becas y beneficios para la comunidad artística, y que, como dice Orly Benzacar, en la práctica “las galerías no aplicamos”; de aplicar, como complementa Pirraglia, entrarían a competir con los museos y las fundaciones, que son quienes se llevan “la mayor parte del financiamiento de esta herramienta”. Pese a ello, las galerías apuestan a la ampliación de esta ley a todo el territorio nacional.
Resulta difícil hablar de un mercado carente de cifras. ¿Cuánto mueve al año el mercado de arte argentino: diez millones de dólares o cien millones de pesos? Es imposible saberlo a ciencia cierta. Tampoco las galerías dan números ni en on ni en off, por lo que sólo queda basarse en rumores o esperar las cifras de la Cámara de Galerías de Arte Contemporáneo. Lo claro es que la fe en que un porcentaje, aunque sea ínfimo, del blanqueo de capitales llegue a este mercado parece estar exigiendo una profesionalización del sector.