CULTURA
Edición celebrada

El despertar de la carne

Archivado por más de 34 años, finalmente se publica el cuarto y último tomo de la “Historia de la sexualidad” de Michel Foucault, obra inconclusa que sin embargo permite comprender los cambios estructurales del más ambicioso de sus proyectos filosóficos.

20190630_foucaultp_paris_cedoc_g.jpg
Foucault. Pidió que no se publicara nada después de su muerte. | cedoc

Antes de morir, el filósofo fue preciso: nada debía publicarse luego de su muerte, como voluntad final: “Pas de publication posthume”. Desde luego, a nadie importó la opinión del autor, una de las ficciones que, junto con el concepto de hombre, entre otras epistemes, ayudaría a desvanecer “como en los límites del mar un rostro de arena”.

Luego del compendio de textos misceláneos editados en francés en cuatro tomos bajo el nombre Dits et Ecrits, así como los numerosos seminarios publicados en nuestra lengua por el Fondo de Cultura Económica además de la biblioteca básica preparada por Siglo XXI –entre otros libros de entrevistas, desgrabaciones y conferencias desperdigados a lo largo y ancho de la lengua– y su tesis complementaria sobre Kant, se daba por sentado que no habría más material que publicar, por ello Las confesiones de la carne, archivado por 34 años en su carácter de inconcluso, completa de manera definitiva su Historia de la sexualidad, lo que vuelve al libro un acontecimiento editorial neurálgico que toca, como todo y como siempre en su obra, vastos campos de la experiencia intelectual.

El libro continúa su problematización histórica del placer sexual dentro de lo que él catalogaba como “genealogía del sujeto de deseo”, por ello parte del análisis de la concepción cristiana al respecto, retrayéndose a aquel cristianismo primitivo –luego de haber analizado la antigüedad clásica tanto en El uso de los placeres como en La inquietud de sí– que parece apasionarlo tanto o, más bien, que resulta indispensable desentrañar para afianzar su proyecto genealógico.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

En lo personal, encuentro particularmente interesantes sus referencias a los bestiarios de la patrística cristiana, concretamente El pedagogo de Clemente de Alejandría, donde aparece la hiena, que se creía cambiaba de sexo, como nos lo recuerda Claudio Eliano en su bellísima obra De Natura Animalium: “Cualquiera tiene la posibilidad de observar que una hiena que en el año presente es macho, al siguiente estará convertida en hembra; en cambio, si ahora es hembra, pasará a ser macho. Estos animales adoptan uno u otro sexo, cambiándolo cada año, y puede ser esposo y esposa; de esta forma, no se comportan con actitudes arrogantes, sino con hechos concretos demuestran que Céneo y Tiresias son seres antiguos”. Esposos. Matrimonio. El libro es una exploración a conciencia –como acostumbra en sus obras de método, explorando autores laterales o menores, yendo siempre a las fuentes, con una erudición cansina– de las normas cristianas respecto de la castidad y la virginidad; en suma, se trata de una indagación sobre la sexualidad ordenada que justifica la unión del matrimonio con la finalidad de procrear (sin duda, de los cuatro tomos de su Historia, este resulta el más anticlimático, aunque necesario para comprender el vínculo entre el mundo antiguo y el moderno).

Probablemente el filón mayor de su pesquisa radique en que, contrariamente a lo que se pensaba, de acuerdo con él, no existe una ruptura entre el mundo grecorromano y la filosofía patrística, con su culpa, su pecado y sobre todo la confesión, donde se mezclan verdad y deseo para exponer al sujeto; en otras palabras, Las confesiones de la carne, analizando el centro de un mundo pagano, señala que la virginidad, la sodomía y los valores de la fidelidad ya estaban prefigurados en el mundo precristiano.

Otra idea nodal es la de la confesión cristiana –esa que María Zambrano leería, en un rasgo profundamente español (¿pasión inquisitorial?), como un género literario– al hecho de decir la verdad, una de sus últimas preocupaciones, presentes tanto en El origen de la hermenéutica de sí como en Tecnologías del yo, y sobre todo en sus análisis sobre la parresía, aunque en esencia, sobre todo leídos con el telón de fondo de sus cursos de fines de los 70 en el Collège de France, se trata de un estudio sobre la gobernanza pastoral.

Concebido como un libro para especialistas –más que cualquier otro libro de la serie–, y a manera de refuerzo de lo estudiado en diversos cursos en el Collège en su etapa final (antes de su muerte), Las confesiones de la carne sirve para comprender el entramado original que Foucault había imaginado en el primer planteamiento de su ambicioso proyecto, lo que permite ver al detalle la reorganización estructural de su investigación; por ello suscribo la opinión del antropólogo Diego Madi Dias en su reseña del libro cuando sostiene que estamos delante “de un pensador de los procesos y no de las esencias, en todo su vigor crítico… La Historia de la sexualidad de Michel Foucault es la historia de una invención cristiana: historia de la posibilidad de interrogar el deseo, de cuestionarlo y de pedir cuentas a aquella parte involuntaria de nosotros mismos”.

Anticlimático mismo: un gran rodeo para volver a la certeza que se tiene al mirar el crucifijo que corona todavía algunos lechos matrimoniales.