
Richard J. Bernstein es uno de los filósofos norteamericanos más importantes de la
actualidad, figura clave en los debates actuales alrededor del
pragmatismo. Doctorado en Yale, acaba de publicar
El abuso del mal. La corrupción política y la religión desde el 11/9. Allí
ataca a quienes sostienen que es imposible luchar contra un enemigo real sin recurrir a
certezas morales inamovibles, y denuncia el peligro del
discurso posterior al ataque a las Torres Gemelas, por su rigidez y
“atractivo popular”.
A partir de un análisis de aquellos discursos y de una revisión sobre el legado de la
tradición pragmática de su país,
Bernstein defiende la necesidad de un “falibilismo pragmático”: una
mentalidad que incluya el antiescepticismo –la duda requerirá tanto de justificación como de
creencia– y falibilismo –nunca podrá tenerse una garantía metafísica de que una
creencia no necesitará jamás ser revisada.
—¿Por qué afirma que hubo un cambio radical en las formas de pensar dominantes luego
del 11-S?
—En parte por una ansiedad genuina, mucha gente busca soluciones absolutas y
simples para enfrentar el terror. También pienso que la administración de los Estados Unidos
practica una política del miedo.
—¿En qué se diferencia la actual teoría de los dos demonios con la de la Guerra
Fría?
—El “enemigo” no es más un superpoder que se supone está amenzando a los
Estados Unidos. Luego de la Guerra Fría, tuvo que inventarse un nuevo enemigo. El enemigo
de hoy es la ficción de un “terror” globalizado. Pero ése no es el enemigo,
sino una colección de diversas tácticas usadas para una diversidad de objetivos.
—¿Por qué sería inadecuado pensar en la existencia de un “choque de
civilizaciones” en lugar de creer que el actual es un choque de mentalidades?
—Es peligroso pensar que
existe un choque de civilizaciones. Podemos encontrar fanáticos en cada
civilización así como pensadores comprometidos con el falibilismo.
El fanatismo debe ser enfrentado en donde lo encontremos.
—Louis Menand afirma que las ideas no deben convertirse jamás en ideologías. ¿Cuáles
son las ideologías prevalecientes en la actualidad?
—Por ideología entiendo un conjunto de convicciones que se supone ofrece un
relato completo de la realidad, no plausible de refutación, ya sea por medio de la evidencia o de
la crítica.
La ideología primaria que intento discutir en mi libro es la que lleva adelante la
administración Bush y su doble convicción: por un lado, la de “el bien” y “el
mal” usados como justificación de la invasión a Irak; y por otro lado, la llamada
“Guerra del Terror”.
—La especulación filosófica del pragmatismo está asentada en un contexto concreto y
cambiante y, al mismo tiempo, usted sostiene que existe una esencia perdurable y trascendente. ¿En
qué se apoya ese criterio de perdurabilidad?
—Creo que hay un núcleo esencial en el ethos pragmático. Fomentar una actitud
falibilista y las virtudes necesarias para promover la discusión crítica en el ámbito público. Pero
para que esto sea efectivo, se debe lidiar con hechos y situaciones concretas; y estas cuestiones
siempre son susceptibles de cambio.
—¿Cómo supera el pragmatismo la dicotomía entre pluralismo y relativismo?
—El pragmatismo no es relativismo. Es la respuesta más efectiva al relativismo. Los
pragmáticos respetan la pluralidad de perspectivas pero fomentan el diálogo y la deliberación
cuando existen diferencias genuinas.
—¿Cómo ampliar, entonces, la influencia del pragmatismo?
—Hoy es extremadamente importante para los intelectuales y los ciudadanos hablar en
contra de aquellos que apelan a los absolutos y a las dicotomías entre bien y mal, e involucrarse
en la discusión crítica pública. Los medios de comunicación también tienen responsabilidad en
fomentar el debate crítico. Por otra parte, los intelectuales deben hablar al poder con la verdad.