CULTURA
Rock nacional

Sandro, drogas, represión policial y otros mitos de la Cueva contados por Billy Bond

El músico y productor publicó "Rompan todo. Memorias revueltas", un libro con sus aventuras y desventuras en el negocio de la música.

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Billy Bond libro. | Facebook Billy Bond

Billy Bond fue uno de los grandes protagonistas de la historia del rock nacional. Músico, productor y disparador de la maldita frase “Rompan todo” en el Luna Park que le costó al movimiento un etiquetamiento de violentos y peligrosos que le llevó años sacarse, se metió a contar su versión de mil cuestiones que vivió en más de cinco décadas.

Por las páginas de su libro Rompan todo, que no podría llamarse de otra manera, pasan Sandro, las drogas, la represión policial, la Cueva, Tanguito, Charly García, Serú Girán y tantos otros. Elegimos un fragmento donde el “Bondo” desmiente cinco mitos fundacionales del rock nacional.

Rompan Todo: entre la incomodidad y las omisiones

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Sandro compró La Cueva y cantaba rock and roll

Sandro llegó a La Cueva a través de Carlos Carnaza, que lo conocía de Valentín Alsina. Eran amigos del barrio. Solo podía venir los sábados a las cuatro de la mañana, cuando terminaba el circuito de bailes, y alguna vez habrá cantado un bolero en el piano cuando no quedaba casi nadie. A los de CBS se les ocurrió armar una movida en Radiolandia con la noticia de que La Cueva era de Sandro y a mí me pareció que podía traernos mucha gente. Publicaron eso de que “El Gitano compró La Cueva”. Todo mentira, muy de la época, buena promoción. Pero Sandro nunca pagó la boleta del gas ni tuvo las llaves de La Cueva. ¡Ni cantó rock and roll porque no teníamos micrófonos!

Tanguito fue el Rey de La Cueva

A Tanguito lo había conocido con Los Duques y lo llamaba “Mi Pancha” por una canción que tenían. Nunca supe quién le puso ese nombre. Cuando abrimos La Cueva, se hacía llamar “Ramsés VII”. Empezó a frecuentar el lugar pero, como era menor de edad, no podíamos dejarlo entrar. Lo teníamos en la puerta y en algún momento se metía. Tampoco es cierto que cantara en La Cueva, como no lo hizo nadie. Se tocaban cosas instrumentales y por ahí alguno cantaba algo a capela, pero no eran recitales. El tema es que la presencia de Tanguito empezó a traernos problemas, porque ya había empezado a drogarse mucho. No dormía ni se bañaba. Tomaba anfetaminas para estar despierto y pervitín o jarabe para la tos para bajar. Él quería tener la onda de un beatle pero, como tenía el pelo crespo, parecía Roberto Carlos. Tanguito solo pudo entrar al principio de La Cueva porque después, cada vez que caía la cana, se lo llevaban porque no tenía documentos y estaba zarpadísimo. Es cierto que tenía talento y a mí no me interesa destruir su imagen musical, pero la imagen física y personal era lamentable.

La ley del diseño

En La Cueva aparecieron las primeras drogas psicodélicas 

Tampoco es cierto eso. En realidad, la primera droga que se vio en La Cueva —más allá de las anfetaminas— la trajeron unos marineros yanquis que se metían heroína. Nosotros no teníamos idea de lo que hacían. Ninguno se picaba entonces y ni siquiera circulaba la marihuana. La primera vez que vi fumar porro en Buenos Aires fue a Marta Minujín en un restaurante en la calle Corrientes, frente al teatro Broadway. Yo estaba relacionado con alguna gente del Di Tella, sobre todo con la bailarina Chela Barbosa, que no recuerdo si tuve un asunto o no, pero sí que colaboré con la música de algún espectáculo suyo. Y Marta, que venía de Estados Unidos, sacó un joint en medio de la mesa y el olor era tremendo. Nadie sabía lo que era y no pasó nada.

 

La represión policial provocó el cierre de La Cueva

En ese momento la cosa no era tan grave como la pintan y nadie podía imaginarse lo que iba a venir después. Es cierto que la policía caía religiosamente a La Cueva todos los días: antes de abrir a las once y a eso de las dos o tres de la mañana. Nos hacían prender las luces y revisaban a todo el mundo. Se llevaban a dos o tres y a la mañana siguiente ya los dejaban ir. No les pegaban, ni les cortaban el pelo como se dice siempre. Eran todos pibes recién salidos de la Academia que tenían que cumplir con los procedimientos. Ya nos conocíamos. Venían y me decían: “Billy, en la joda de hoy nos vamos a llevar a estos dos”. Pero nada violento. La mayor violencia era de la gente común en la calle. Un taxista bajaba el vidrio y te gritaba: “Puto”. Pero no era la policía, era el país entero así.

 

Los Gatos fueron la banda residente de La Cueva

Otro verso. Los Gatos aparecen muy sobre el final de La Cueva porque Las Sombras, que era el grupo de Carlos Carnaza, empezó a desmembrarse y alguno de ellos terminaron yéndose a Brasil. Entonces, hubo un momento en que Litto Nebbia tocó el bajo, y también tocaron Ciro y Kay, el guitarrista, con el baterista de Sandro, que se llamaba Fernando Bermúdez Lores. Pero no tocaban sus canciones y el éxito de ellos vino unos meses después del cierre de La Cueva, cuando grabaron “La balsa”. Si bien no fue compuesta en La Cueva sino en La Perla del Once, yo creo que Tanguito no pudo hacerla solo, porque apenas podía tocar dos acordes en la guitarra. Todo el puente tiene una complejidad que él no manejaba y Litto sí. Mi teoría es que Tanguito la empezó y Litto terminó de darle forma. Lo que dice Javier después en el disco ese que iba a ser de Mandioca no hay que tomarlo como una verdad sino como que lo impulsa a cantarla. Lo empuja.