DOMINGO
Mirada sobre Argentina

El peso de la historia uruguaya

16-4-2023-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

Una mesa de omnipresente vidrio nos reúne a los tres. Los diálogos en espejo han comenzado, acaso antes de lo que hubiéramos previsto. La cabecera me pertenece, y no porque sea el más importante, sino por lo contrario: es lindo verlos brillar.

Ellos debaten, discuten, acuerdan, ríen a carcajadas, les dicen a sus rostros que algo, en algún momento, les ha preocupado, y nada puede disimular el peso de tanta historia –la propia y la que conocen como si fuera propia– ni de treinta años de una amistad hecha, como todas las que merecen llevar ese nombre, de afectos y complicidades. No es ese un rasgo decorativo de esta larga entrevista, sino su corazón.

A mi derecha está Gerardo Caetano, historiador. A mi izquierda, Ana Ribeiro, historiadora. En el centro de la mesa, té y Coca-Cola, que se consumen mágicamente: ¿quién no tiene alguna adicción?

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Los dos son doctores. Los dos son eruditos. Los dos han creado libros claves para entender la historia nacional desde sus orígenes hasta hoy, y la esencia que nos hace orientales.

Los dos han escrito y compilado, juntos, Las instrucciones del año XIII (2014) y Tierras, reglamento y revolución (2015). Y aunque los dos no piensan igual, sí concuerdan en algunos rasgos filosóficos y morales que ofician como puntos de partida irrenunciables: el respeto sin miramientos al Estado de derecho, a la democracia republicana y al imperio de la ley; la opción del diálogo por sobre el conflicto y de la complejidad por sobre la simplificación; y la moderación ideológica, la autocrítica y la honestidad intelectual como banderas que no conviene bajar siquiera frente a una emergencia. (…)

—Muchos de los jóvenes que votaron a Javier Milei se identifican con él, aunque no compartan sus propuestas programáticas ni sus definiciones ideológicas.

RIBEIRO: Exacto. Más bien sienten empatía hacia este tipo de cosas. En una sociedad del espectáculo, evidentemente Milei se parece mucho a la farándula. De hecho, hasta hace algún tiempo escribía una columna de sexo tántrico –término al que nos acostumbramos en el Río de la Plata a través de Moria Casán, la indescriptible–, que es algo muy propio de la farándula, tanto como lo son su peinado, su desmedido amor por los perros y su figura infantil problematizada y carente de cariño, la figura de ese chico al que sus padres castigaban y que pasó quince navidades acompañado solamente por un perro al que adoraba y al que clonó –que además se llamaba Conan, como el personaje que un Schwarzenegger joven y estrábico interpretó en Conan, el bárbaro–. Todo es un espectáculo típico de la sociedad del espectáculo, detrás del cual encontrás una adhesión irracional como burda formulación de programa de lo peor y lo más drástico del neoliberalismo. Tanto, que su programa no soporta un análisis de tres minutos, y ninguna de sus propuestas es factible. Por eso, cuando lo entrevista alguien serio, que no se pliega al espectáculo, que se aparta de la farándula y que lo aprieta un poco, Milei empieza a dar marcha atrás de manera visible. Porque no podés decir: “Tiro al suelo este ministerio, cierro este otro y dinamito el de más allá”. Entonces, la marcha atrás se vuelve inevitable. De manera que hay distintos niveles. Una cosa es analizar quiénes lo votan y por qué. Y otra cosa es, por ejemplo, pensar en los motivos del voto racional de un veterano de clase media que se sintió peronista, que pasó por Kirchner, que pasó por Menem, que pasó por la Unión Cívica Radical, y que tiene experiencia política como ciudadano y votante. No olvidemos que la tragedia de la Argentina es esa brillantez de producto bruto interno que acumula en la cabeza de su gente y, paradójicamente, la renuncia casi masiva de esa misma gente al cuerpo político, lo que genera una división en medio de la cual no hay una grieta, sino un abismo. Esa dimensión de análisis también es importante. (…)

—¿Gerardo?

CAETANO: Primero, como se solía decir, la culpa no la tiene la nariz de Cleopatra, sino quien la hizo tan relevante. En ese sentido, creo que para entender a Milei hay que entender la Argentina actual. De todas maneras, no comparto la idea de que el Uruguay no tiene su grieta, y de que aquí Milei sería imposible. Es una soberbia uruguaya, un determinismo y una gran imprevisión. La Argentina cosechó una serie de grandes fracasos y cultivó una lógica de guerra que terminó por destruir los espacios políticos más o menos establecidos, dejando el campo abonado para este outsider que hace tres años era un tertuliano de la televisión. Y recordemos que muchos periodistas que hoy comienzan a tenerle terror lo construyeron. Por ejemplo, Viviana Canosa ahora dice: “No, no. Esto es un horror, Milei es un peligro”. Bueno, hacete cargo, ¡hacete cargo! Yo considero que Milei es la expresión de un país hijo del fracaso estrepitoso de la política, de una Argentina de guerra que terminó destruyendo a todos. (...)

R: Que no sabés cuándo termina.

C: Exactamente. La polarización puede generar gente de este calibre, que es, antes que nada, un enorme peligro. 

*Autor de Diálogo en espejo, editorial Planeta (fragmento).