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Informe de Unicef

Adiós al país de los únicos privilegiados

Casi seis de cada diez menores, más de siete millones de niñas y niños, viven en la pobreza en Argentina. Unos 2,4 millones son indigentes. Durante los últimos cuarenta años, la pobreza infantil no ha bajado del 30%. Quiénes son los menores más pobres, en qué condiciones viven, y estimaciones de un futuro aterrador.

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Informe de Unicef. | cedoc

Más de siete millones de niñas y niños son pobres en Argentina, según un informe que publicó Unicef esta semana. Este número abarca al 57,5% de menores en el país, lo que supone que casi seis de cada diez infantes viven en la pobreza. El 19,4% de todos los niños residen en hogares con ingresos menores a una canasta básica alimentaria; es decir que 2,4 millones de menores son indigentes. 

“De mantenerse las tendencias actuales, la prevalencia de la pobreza monetaria en la niñez y la adolescencia para el primer trimestre de 2024 alcanzaría valores en torno al 70%, mientras que la indigencia llegaría al 34%, con repercusiones en el bienestar actual y de largo plazo”, estima Sebastián Waisgrais, especialista en Inclusión Social y Monitoreo de Unicef Argentina.

Algunos de los pequeños se encuentran, incluso, en situaciones de mayor vulnerabilidad. La pobreza se eleva cuando los referentes del hogar tienen muy bajo nivel educativo (83%), en los casos de hogares monoparentales con jefatura femenina (68%) y cuando viven en barrios populares (84%). 

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Niños cada vez más pobres. La indigencia en menores argentinos fue en aumento año a año desde 2016; el período que Unicef analiza en este estudio. Los índices de pobreza en Argentina se establecen con los hogares cuyo ingreso no supera la canasta básica total; y lo mismo con la canasta básica alimentaria para calcular la indigencia. El ingreso de los hogares pobres es, en promedio, 43% más bajo que la línea de pobreza. 

En 2016, la pobreza extrema infantil en el país fue de 9,9%; en 2017 de 10,6%; en 2018 de 11%; en 2019 de 13,8%; en 2020 de 15,9%; y en 2021 de 16%. En la segunda parte del 2021 bajó abruptamente varios números a 12,6%; luego en 2022 fue de 13,2%; y a principios de 2023 fue de 14,3%. Al final del segundo tramo de 2023 fue de 19%. Todos estos porcentajes son los picos máximos registrados. 

La indigencia en menores en el país, que aumentó al 14,3% en el primer semestre de 2023, equivale a 1,8 millones de chicas y chicos: 250 mil más en comparación a 2022. El escenario empeoró hacia finales del año pasado: son 630 mil menores más que viven en hogares que no cubren la canasta básica de alimentos. 

Los datos usados en el informe realizado por Unicef provienen de la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). “El aumento de los precios, combinado con el estancamiento económico que se registra en el país desde hace ya más de una década, fueron los principales responsables de los aumentos de la pobreza e indigencia. Además, el período 2016-2023 se caracterizó por la ocurrencia de una serie de eventos (sequía, pandemia de covid-19 y guerra Ucrania-Rusia) que reforzaron el débil desempeño macroeconómico”, explica Unicef.

Si hablamos de pobreza con respecto a la población total, los valores, en general, acompañan la curva de niños y niñas. Es decir: cuando aumenta la pobreza general también aumenta la pobreza extrema en menores. Sin embargo, no en todos los casos ocurre lo mismo. Por ejemplo: el mayor momento de pobreza total (toda la población) fue en el segundo tramo de 2020 con 42%; pero el mayor tramo de pobreza infantil llegó más tarde, en el 2021. Ambas estadísticas sí coinciden en el momento de menor pobreza, registrado durante el período analizado (de 2016 a 2023) que fue en el segundo tramo de 2017. 

“El estancamiento económico desde hace más de una década incide en los aumentos del valor de las canastas y de la caída real del poder adquisitivo de la población”, explican desde Unicef. 

La pobreza extrema infantil es siempre más alta que la pobreza extrema general. Es decir que, mientras la indigencia de la población total alcanzó su pico en el porcentaje de 10,7, entre los niños y niñas el mismo cálculo fue de 6 puntos por encima. Por lo tanto, en Argentina, los niños son el grupo más pobre. 

Las privaciones no monetarias en este estudio se dividen en seis dimensiones diferentes: educación, que implica si el niño asiste o no a clases; el beneficio de programas sociales; la vivienda, que refiera a si el menor reside en un hogar con pisos y techos adecuados y bajo una tenencia segura; saneamiento, sobre las condiciones del baño, si este es compartido, o incluso si hay; el agua, si tienen acceso a agua corriente y si viene de una fuente segura; y el hábitat, que refiere a si el menor vive en una zona alejada de un basural o si la región es inundable. 

Para 2023, el 42% de los niños y niñas vivieron con privaciones vinculadas a estos derechos mencionados. En un 16,7% de los casos estas privaciones son severas.

La cara de la pobreza. Si hablamos de pobreza general, las mujeres son 13 puntos más pobres que los hombres: seis de cada diez mujeres argentinas (63,5%) son pobres, frente a la mitad en el caso de los hombres (50,8%). En cuanto a indigencia, el porcentaje femenino es de 17%, mientras que el masculino es de 11,4%. 

A medida que baja el nivel educativo aumenta la pobreza. El 83% de los argentinos que tienen un nivel educativo muy bajo son pobres; es decir que ocho de cada diez personas sin estudios viven en la pobreza. En este grupo aparece la tasa más alta de indigencia: el 32,2% vive en pobreza extrema. En cambio, entre quienes tienen un nivel educativo muy alto, el 13,7% es pobre y el 3,3% vive en la indigencia. El nivel educativo es la característica, al menos según este estudio y las variables analizadas, que mayor incidencia tiene en determinar las posibilidades de vivir en la indigencia. 

En la siguiente característica aparece el porcentaje de mayor pobreza: vivir en un barrio popular. El 84% de los argentinos que residen en un vecindario precario son pobres. En este análisis no se averiguó si vino primero el huevo o la gallina; es decir, no se puede saber si una persona vive en un barrio popular porque no tiene recursos económicos, o, al revés, no tiene recursos económicos porque vive un barrio popular, lo que le afecta en, por ejemplo, la discriminación de los empleadores o la estigmatización en las búsquedas laborales.

Entre quienes no viven en un barrio popular la pobreza general es del 56,3% y la indigencia del 14,3%; frente al 15,9% de los vecinos de barrios populares. 

Sobre el tipo de hogar, las familias en las que viven dos adultos con hijos presentan el menor porcentaje de indigencia, con un 12,1%. Los hogares extensos, es decir, con más familiares y no solamente el núcleo primario, tienen el mayor nivel de pobreza con un 68%. Sin embargo, a pesar de que éste último grupo familiar registre la mayor pobreza general, los hogares monoparentales con jefatura femenina son los que más sufren la indigencia, con un 27,6%. 

Finalmente, si se habla de la modalidad laboral, las personas que viven en mayor pobreza son los asalariados no formales: un 75% de ellos. Este grupo, los trabajadores no registrados, tienen mayor porcentaje de pobreza que las personas inactivas, con un 74,6% este último grupo. El asalariado formal es el trabajador que menos posibilidades tiene de vivir en la indigencia, con un promedio del 3,8%, y un 36,5% en cuanto a pobreza general. 

El independiente profesional, si bien en términos generales presenta menos pobreza que el asalariado, con un 28%, registra niveles más altos de indigencia (5,2%). Otro caso que enfrenta circunstancias difíciles es el trabajador independiente no profesional: el 65,4% vive en la pobreza y el 17,9% en la indigencia.

“Ni siquiera el trabajo formal está siendo eficaz para combatir la pobreza”, declara Unicef. La ONG destaca la ampliación de la brecha de pobreza entre hogares formales e informales: creció 7 puntos a lo largo del período analizado. 

En conclusión: “Chicas y chicos que residen en hogares con jefas y jefes jóvenes, con bajo nivel educativo, sin empleo o con inserción precaria al mercado laboral, son los que acusan niveles más altos de pobreza monetaria”.

Presupuesto. En 2022, el monto destinado a servicios sociales fue equivalente al 13,8% del Producto Bruto Interno. Para defensa y seguridad, por nombrar otra área con la que comparar, el presupuesto fue el 0,9% del PBI. 

Entre 2022 y 2023, el presupuesto para servicios sociales bajó un 9,7%, según el informe analizado. En 2023, el presupuesto para el área en cuestión tomó el 12,6% del PBI. Y entre 2023 y 2024 el presupuesto destinado a esta área fue de 9 puntos menos. 

El dinero de servicios sociales está destinado a las asignaciones familiares, las políticas alimentarias y el fortalecimiento de jardines infantiles, entre otras cosas.

“Sin estos programas alrededor de 270 mil niñas y niños más vivirían en la pobreza y más de un millón pasarían a ser indigentes. En la actualidad, la Asignación Universal por Hijo representa el 45% de la Canasta Básica Alimentaria y el 21% de la Canasta Básica Total”, dice Unicef. 

También sobre el presupuesto, Unicef asegura que “algunas partidas presentan niveles de ejecución nulos o casi nulos” a principios de febrero de 2024; éstas incluyen las transferencias al Hospital Garrahan. 

Previsiones desalentadoras. Unicef realizó previsiones a corto plazo a través de una microsimulación basada en supuestos sobre la evolución de salarios, utilizando los valores de la canasta básica alimentaria y la canasta básica total, con base desde enero de 2024, en las que estima que la pobreza extrema en niños y niñas se elevará al 34,4% en los próximos meses, superando la cantidad de tres millones y medio de niños. Y la pobreza total, también de los menores, se elevará el 70,8%. Es decir, es que, de seguir estas estimaciones, siete de cada diez niños argentinos serán pobres. 

Argentina enfrenta un problema estructural: en los últimos cuarenta años nunca se perforó el piso del 30% de pobreza monetaria en los menores. 

Unicef afirma que para erradicar la pobreza infantil se requiere un crecimiento económico sostenido, y un esfuerzo por la priorización de la totalidad del presupuesto nacional dirigido a la niñez.