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Tecnología

¿Una oportunidad para la Argentina?

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Advertencia. Raniero Cantalamessi. ¿Podemos concebir un amor artificial? | cedoc

El reciente paso dado por el Parlamento Europeo, con la aprobación de la nueva ley de inteligencia artificial, el 13 de marzo de 2024, marca un hito en la regulación global de la IA. Esta legislación se erige como un compromiso entre la seguridad, el respeto a los derechos civiles y el fomento de la innovación tecnológica. La ley se centra en tres ejes principales: la prohibición de ciertos sistemas de IA que infringen derechos fundamentales, la categorización de sistemas de alto riesgo que requerirán evaluaciones de impacto específicas y la promoción de la innovación a través de sandbox regulatorios.

En cuanto a la IA generativa, como los modelos detrás de ChatGPT, se exigirá cumplir con criterios de transparencia, asegurando que los usuarios sean conscientes de que están interactuando con contenidos generados por IA y que los datos de entrenamiento no violen derechos de autor.

Este marco legal enfrenta el desafío de equilibrar la protección ante posibles abusos de la IA, como la manipulación conductual o el reconocimiento biométrico invasivo, con el estímulo necesario para que Europa siga siendo un terreno fértil para el desarrollo tecnológico. La ley apunta a establecer un estándar de referencia, pero su efectividad global dependerá de la adaptabilidad y cooperación internacionales.

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Para Argentina, y en general para América Latina, este reglamento se presenta como una oportunidad y un desafío. Adoptar un marco similar podría no solo posicionar a Argentina a la vanguardia en la regulación de la IA en la región, sino también fomentar un entorno de desarrollo tecnológico seguro y ético. Sin embargo, es crucial considerar las diferencias contextuales, como el estado actual de la industria tecnológica local, la capacidad regulatoria y las prioridades sociales y económicas.

Pero, ¿alcanza con la regulación? Tal como lo manifestó el papa Francisco en su Mensaje “IA y Paz”, del pasado 28 de diciembre: … “es necesario plantearse algunas preguntas urgentes. ¿Cuáles serán las consecuencias, a medio y a largo plazo, de las nuevas tecnologías digitales? ¿Y qué impacto tendrán sobre la vida de los individuos y de la sociedad, sobre la estabilidad internacional y sobre la paz?”.

Y sigue más adelante advirtiendo que “no podemos presumir a priori que su desarrollo aporte una contribución benéfica al futuro de la humanidad y a la paz entre los pueblos”.

Defender la dignidad humana implica rechazar la noción de que la singularidad de un ser pueda equivaler simplemente a datos acumulados. Es imperativo mantenernos vigilantes ante la posibilidad de que los algoritmos distorsionen nuestra comprensión de la humanidad en un todo, ignorando principios fundamentales como la empatía, la compasión, la misericordia, la capacidad de perdonar y ser perdonado, y la posibilidad de cambio personal, y dejando atrás nuestro pasado.

¿Qué puede aportar Argentina? Así como la Argentina fue oportunamente un faro para el mundo en la defensa de derechos humanos, que luego fruto de su utilización ideológica se desacreditó como tal, hoy podría serlo en la utilización de la IA asociada a una mejora real de la dignidad de la persona y a un uso común, que permita un desarrollo sustentable en todo sentido, ambiental y social. Rescatando, antes que nada, lo que los argentinos siempre hemos tenido: somos expertos en pasión y humanidad.

En ese sentido, debemos interrogar al mundo: ¿qué es lo propiamente humano que nunca podrá suplantar la IA? Y, de esta manera, posicionarnos como garantes de aquello.

Hace muy poco, en este sentido, Raniero Cantalamessa nos decía sobre la IA que “después de reemplazar las habilidades operativas del hombre con robots, la técnica ahora está a punto de reemplazar sus habilidades mentales con inteligencia artificial. ¿Qué queda, pues, de lo propio y exclusivo del ser humano? (…) Podemos concebir una inteligencia artificial, pero ¿podemos concebir un amor artificial?”.

También abordaba la relación entre tecnología y humanidad planteando que la tecnología, por muy avanzada que sea, no puede replicar la capacidad de amar o ser amado, que es central para la felicidad humana.

Como se puede ver en todo este recorrido, la IA es una magnífica herramienta, pero no deja de ser una herramienta. La existencia humana es mucho más rica para encerrarla en un algoritmo o creer que son simples conexiones neuronales biológicas.

La búsqueda por la verdad, la belleza y la justicia que todo hombre lleva en su corazón desde que ha nacido, como sello indeleble de su humanidad, nunca podrá ser reemplazada por una máquina –por más poderosa que sea–. Ese fuego eterno, que corre por nuestro ser, que lo vemos en Lionel Messi y en Diego Maradona, es irreductible, porque al fin y al cabo todo hombre es un misterio.

Y esto es lo que debemos enseñar a nuestras futuras generaciones y a toda la sociedad para hacer del mundo, y en especial de la Argentina, un lugar de verdadera libertad fundada en la verdad de las cosas: un faro para la humanidad atravesada por la IA.

*Director de la Diplomatura IA y Gobierno 5.0 de la Universidad Austral.