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Violencia con niños: casi todos dicen que está mal, pero muchos la ejercen

Unicef acaba de lanzar una campaña para concientizar sobre el abuso de distintas formas de maltrato –físico o psicológico– a niños y adolescentes. La representante adjunta de la organización en nuestro país explica cómo se produce este proceso y propone estrategias concretas para aplicar en el ámbito social y en cada hogar.

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Unicef acaba de lanzar una campaña para concientizar sobre el abuso de distintas formas de maltrato –físico o psicológico– a niños y adolescentes. | GET

Unicef lanzó una iniciativa global en conmemoración del aniversario de la Declaración de los Derechos del Niño –que será el 20 de noviembre– cuyo objetivo es visibilizar la violencia como un problema cotidiano y que afecta a miles de niños y niñas en el mundo. Desde Unicef hicimos un recorte de todas las violencias que se ejercen en la niñez y en la adolescencia, un espectro múltiple que incluye violencia en la familia, violencia institucional, en la escuela, entre pares, ciberacoso, acoso, abuso sexual, y decidimos suscribir la acción a la violencia en la familia.

¿Por qué? Porque entendemos que es necesario desnaturalizar el uso de la violencia como forma de educar, de disciplinar.

Cifras. Las cifras con las que nos encontramos brindan un dato esclarecedor. Mientras la mayoría de la gente dice estar en contra de cualquier tipo de violencia contra los niños y adolescentes, en un porcentaje muy alto también la utiliza.

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Con esa suma, la ventana que se abre –el reconocimiento social de que está mal, más el hecho de que haya mucha gente que la usa– brinda la oportunidad de implementar estrategias para desnaturalizar esa situación.

El concepto es poner en la mesa de discusión pública el hecho de que la violencia existe, que todos estamos muy cerca de la violencia. Y que existen métodos para poder poner los límites que se necesitan en todo proceso educativo sin apelar a la agresión a los niños.

Todos. Desde Unicef hacemos un trabajo con gobiernos y con la sociedad civil. Desde allí nace la iniciativa Crianza sin Violencia, que es una tarea de talleres de educación que se hace con padres y madres para poder utilizar métodos de educación sin apelar a la violencia.

Esa experiencia es innovadora. La hemos desarrollado en dos provincias, Salta y Buenos Aires. Estamos empezando también en otras provincias. Sabemos que es una escala pequeña, pero es un buen laboratorio para ver cómo está funcionando, cómo es recibido, cómo podemos replicarlo a partir del trabajo de los formadores. En Buenos Aires, incluso, se avanzó un poco más y va a ser una política pública. Creemos que se puede producir una transformación a partir del granito de arena del trabajo con las familias.

Testimonios. La respuesta de los padres y las madres revela que vamos por el buen camino: “En este taller encontré el espacio para mí misma, que necesitamos todas las mujeres, todas las mamás, para sentirme bien conmigo misma, para aprender a cuidarme y poder cuidar mejor a mis hijos” (nos relata una mujer joven, refiriéndose a los conceptos de autocuidado desarrollados dentro del taller). Otra madre joven, que vino con su hija adolescente, nos dijo: “Vine al taller anterior y hoy traje a mi hija para que ella aprenda porque me gustó mucho todo lo que trabajamos la vez anterior (en el taller de igualdad en las familias y violencia de género) y los temas de hoy me parecen muy importantes para charlarlos con nuestras hijas, que nosotras y ellas aprendan también”.

Tenemos claro que poner límites implica disciplina. Disciplina es una palabra con una connotación negativa, vinculada a la disciplina militar, por ejemplo. Pero no es necesariamente así

Estrategias. Existen muchos medios para poner límites. Se puede quitar alguna recompensa, o eliminar privilegios. Decirles a los chicos que pueden estar menos tiempo con el celular, o frente a la computadora son algunos de los métodos posibles, que no implican el uso de la violencia.

Hay muchas formas de poner límites que no son violentas y que son efectivas. Y los límites, a su vez, deben ser adecuados a la edad, tienen que tener coherencia con la acción, tienen que ser proporcionados, tienen que ser también predecibles y comprensibles por las diferentes edades de los chicos,

Para que resulten efectivos, muchas veces, el hecho de quitar un privilegio es mejor que un grito o pegarle a un niño. Aparte de que humanamente es mejor, el resultado también es más efectivo.

Educación. Además, estamos frente a otro tipo de efecto: el niño que recibe violencia es muy probable que resuelva también sus conflictos de forma violenta si le pasa algo o si tiene alguna situación compleja con otro niño.

Si los adultos recurrimos a la violencia verbal o física estamos dando un mensaje: que ésa es la manera de solucionar las diferentes cuestiones.

El que ejerce la violencia también está ejerciendo el poder frente a una persona que está en una situación de vulnerabilidad. Y el modelo que le estamos ofreciendo es negativo.

Violencia social, violencia individual. La violencia es algo que está en toda la sociedad, El trabajo para conseguir una sociedad menos violenta es de todos. Pensar que “con un chirlo a tiempo” se previenen cosas o que al hacerlo “no pasa nada” es el comienzo de algo. Hay que saber que un chirlo no está bien. Si uno tiene un conflicto con un adulto no lo va a resolver con un chirlo. Lo mismo sucede en una discusión con un adulto, una discusión laboral, por caso. Hacer eso con un niño incluye un trasfondo que implica ejercer un poder, someter a lo que pensamos a alguien que es más vulnerable. Y si al preguntar a la gente te dice que no es que se abre una ventana, una oportunidad, como decíamos antes.

Saber y sentir. Hay gente que es violenta sin quererlo. Ese es un punto de vista para plantear el trabajo. Hay mucha gente que está en contra, pero a la hora de poner los límites pierde el control. Se hacen o se dicen cosas a destiempo, irreflexivamente.  La clave está en ofrecer un modelo educativo en el que la violencia no sea la manera de resolver los conflictos.

Causas. Es difícil encontrar una causa unívoca de esta problemática. Cuando uno habla de violencia individual encuentra explicaciones psicológicas: lo que se ha vivido en la infancia, cómo fue educado influye en todo esto. Seguramente las generaciones anteriores de padres y abuelos eran más violentas que las de ahora.

Lo social también juega un rol en el proceso. El grado de estrés y de presión que haya en derredor también determina modalidades complejas que influyen.

Es muy probable que haya menos violencia en las vacaciones, relajados en la playa. Pero en un momento de estrés, con agresión dentro y fuera de la casa, todo contribuye a generarla. De lo que se trata es de ser coherentes entre la actitud y el comportamiento. Si se piensa que un chirlo es algo normal y que educa, es muy probable que lo  uses.

Un hecho significativo es que si se hace un recorte por clase social no hay grandes diferencias. No lo tomamos como un dato relevante.

Resultados. La experiencia de Crianza sin Violencia es novedosa. Aún es difícil evaluar resultados, pero desde hace poco más de un año empezamos la tarea de evaluar algunos indicadores, especialmente cómo llegan los padres al taller y cómo salen de la experiencia. Algunos de los testimonios que brindamos antes van en ese sentido. También es importante ver qué pasa en lo posterior, si esa conducta se mantiene después. Para eso último aún nos falta.

Lo que sí sabemos es que tanto los padres como las madres que participan se encuentran frente a una experiencia poco habitual: la oportunidad de hablar de un tema que muchas veces puede resultar difícil. Incluso puede ser doloroso.

Generar un espacio nuevo, que sea un espacio de confianza, en el que se pueda alternar con padres, junto a profesionales que están preparados para llevar adelante la experiencia, ofrece resultados transformadores. Es un espacio muy valioso y los padres lo perciben como algo positivo.

Es cierto que aún nuestra escala es pequeña. La idea es que crezca: en Santiago del Estero, en Entre Ríos y también en Buenos Aires habrá apoyo para padres y madres en cada centro de salud. Estamos frente a una nueva herrmienta, que puede usarse cada vez más.


*Representante adjunta de Unicef en Argentina.