El domingo 12 de julio, luego de un sorpresivo ataque de fuerzas azeríes en la frontera armenia, se reanudaron los conflictos armados esporádicos que ambos países del Cáucaso mantienen desde 1992, cuando estalló una guerra en torno al enclave armenio de Nagorno Karabaj, que Joseph Stalin había puesto bajo soberanía de Azerbaiyán y que ese año se independizó con apoyo de Armenia. Desde el cese de los combates, en los que murieron unas 30 mil personas, se han producido varios enfrentamientos, pero siempre en la región de Nagorno, y no en la frontera entre ambos países, como en esta ocasión.
El episodio ha preocupado a la comunidad internacional. Naciones Unidas pidió que se reanude el diálogo, y el presidente ruso, Vladimir Putin, se ofreció para mediar en el conflicto. También la comunidad armenia en la Argentina expresó su preocupación por el regreso de los combates, en los que han muerto una decena de personas. Ambas ex repúblicas soviéticas han seguido un derrotero muy diferente desde el fin de la URSS. Mientras Armenia es una democracia, en Azerbaiyán gobierna desde la época comunista la dinastía Aliev, hoy representada por el presidente Ilham Aliev.
Desde el cese de los combates, en los que murieron unas 30 mil personas, se han producido varios enfrentamientos, pero siempre en la región de Nagorno, y no en la frontera entre ambos países, como en esta ocasión
PERFIL dialogó con la embajadora armenia en la Argentina, Estera Mkrtumyan para conocer el contexto de este nuevo enfrentamiento.
—¿Cuál cree que fue la razón del recrudecimiento del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán?
— En primer término deberíamos separar este ataque de Azerbaiyán sobre territorio soberano de la República de Armenia de la generalidad del conflicto de Nagorno-Karabaj y en general del Cáucaso del Sur. El conflicto de Nagorno-Karabaj es un caso de autodeterminación planteado en febrero de 1988, tres años antes del desmoronamiento de la Unión Soviética. En esa oportunidad, el Soviet Supremo de la Región Autónoma de Nagorno-Karabaj, en uso de sus atribuciones constitucionales, solicitó el traspaso de jurisdicción de Azerbaiyán -bajo cuya administración había sido colocada en 1923, por un capricho del dictador Stalin- a Armenia. Precisamente el status de Región Autónoma transmite el mensaje de una identidad distinta, que tiene que diferenciarse de la administración central. Durante 70 años, la población de Nagorno-Karabaj sufrió la discriminación y la falta de oportunidades, un estado de postergación generado en la dirigencia de Bakú, que justifica su reafirmación del derecho de autodeterminación. Azerbaiyán respondió a ese movimiento con la represión y la amenaza de exterminio, lo que derivó en una guerra entre Nagorno-Karabaj y Azerbaiyán, que condujo a la independencia de la ex región autónoma de la URSS y la creación de la República de Nagorno-Karabaj, Artsaj en idioma armenio, el 4 de setiembre de 1991, en plena vigencia del poder soviético.
Azerbaiyán ha firmado la tregua de 1994, pero desde el principio se embarcó en una campaña armamentista y un culto del uso de la fuerza que ha transformado en base de su actitud frente al conflicto. Las violaciones azerbaiyanas del alto el fuego y la acción de los francotiradores en la línea de contacto en torno a Nagorno-Karabaj han sido permanentes, pero siempre se han circunscripto a esa zona, ignorando las exhortaciones de los co-presidentes del Grupo de Minsk. Sorprende que los ataques actuales sean en la frontera internacional armenio-azerí, de la cual las poblaciones armenias están muy cerca. La dinastía Aliev se ha empeñado en promover la carrera armamentista y la armenofobia, rechazando sistemáticamente las perspectivas de acuerdo. Como ocurre a menudo en muchos casos de regímenes autoritarios, existe una tendencia generalizada a ocultar las dificultades internas con el exacerbamiento de las rivalidades externas y la amenaza de los proclamados enemigos, cuya existencia es necesaria para la permanencia en el poder.
Sorprende que los ataques actuales sean en la frontera internacional armenio-azerí, de la cual las poblaciones armenias están muy cerca
El descontento interno por la falta de democracia en Azerbaiyán ha venido en aumento. La difusión del COVID-19 y la limitación de las libertades para enfrentarla, la crisis del descenso del valor del petróleo, principal fuente de recursos de Bakú, la corrupción en aumento, desinteligencias internas en el régimen, la muerte de un general azerí en los ataques contra Armenia, la imposibilidad de quebrar la resistencia del ejército armenio, la pérdida de aparatos aéreos no tripulados, la posibilidad de que las demostraciones antiarmenias se vuelvan contra las autoridades, constituyen todos ellos elementos que juegan en contra de Aliev y le inducen a continuar refugiándose en su política agresiva. El apoyo de Turquía en este juego ha contribuido sensiblemente al recrudecimiento del conflicto.
— ¿Cómo recibió el Gobierno armenio la amenaza del Ministerio de Defensa de Azerbaiyán de bombardear la central nuclear de Metsamor?
—La amenaza sorprendió no solo al Gobierno de Armenia sino a toda la comunidad internacional. No hay precedentes. Ni en los conflictos más graves desde que se usa la energía nuclear como fuente de electricidad se ha planteado este grado de irresponsabilidad, que en caso de concretarse desencadenaría una catástrofe humanitaria y ambiental. Yo creo que esta amenaza es simplemente una nueva expresión del desprecio que las autoridades de Azerbaiyán manifiestan por los organismos internacionales, por la seguridad y estabilidad regional, por los acuerdos sobre uso pacífico de la energía nuclear y por el orden mundial en general. Los mecanismos democráticos son inexistentes en Azerbaiyán, hecho que determina que las resoluciones se emitan no como resultado del debate y la reflexión de los mecanismos institucionales, sino como fruto de los arrebatos de su dirigencia irracionalmente sometida a los caprichos y las aspiraciones personales, familiares y dinásticos de la familia del presidente Ilham Aliev.
—¿Qué piensa del apoyo militar a Azerbaiyán anunciado por Turquía?
—Si Turquía no fuera la autora del primer genocidio del siglo XX contra la Nación Armenia, con un millón y medio de armenios cristianos inocentes y la eliminación del pueblo armenio en sus territorios ancestrales, la destrucción de ciudades, escuelas, iglesias y monasterios, sería una decisión política derivada de su alianza estratégica con Azerbaiyán. Los azerbaiyanos son turcos, comparten con Turquía el idioma, el alfabeto, la cultura y la religión islámica. Pero sobre Turquía persiste el estigma de haber cometido un genocidio, el peor de los crímenes de lesa humanidad, con el agravante de seguir negándolo a 105 años de cometido. En estas circunstancias, apoyar abiertamente al agresor contra la Nación sobreviviente del genocidio constituye un extremo que solo puede ser protagonizado por un dirigente como Erdogan, que desconoce las mínimas reglas de la convivencia internacional y el respeto por las naciones. Turquía cree que debe cumplir una "misión histórica" en el Cáucaso -como continuación de las invasiones turcas que arrasaron con la civilización bizantina cristiana en Asia Menor en el siglo XII- y la proclama a los cuatro vientos, convencida de las fantasías de su presidente Erdogan acerca de la "justicia" de implantar una política tribal y religiosa de hermandad con los pueblos turcos que se extienden hasta Mongolia. El proyecto de los "Jóvenes Turcos" resultó en el genocidio de 1915, ya que los armenios cristianos eran el principal obstáculo en los sueños expansionistas que Erdogan quiere revivir en este primer cuarto del siglo XXI, en cuyo contexto no constituye un hecho aislado la reconversión de la Catedral de Santa Sofía de la antigua Constantinopla en mezquita, como desafío y falta de respeto innecesaria a todo el mundo cristiano, en un acto que derriba de un plumazo la tan mentada laicidad del estado turco.
Las perspectivas del conflicto son perfectamente legítimas y posibles, porque el mundo civilizado ha comprendido que la guerra y la muerte de las personas no son aceptables
—El Primer Ministro de Armenia dijo ser el primero en proponer una solución que sea aceptable tanto para el pueblo armenio como para el pueblo azerbaiyano. Pero también fue categórico al afirmar que "Karabaj es Armenia", algo que fue muy mal recibido por el Gobierno de Azerbaiyán. ¿Piensa que puede existir alguna perspectiva de resolución del conflicto en el mediano plazo? ¿Cuál sería la propuesta de solución de la parte armenia?
—El Primer Ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, ha hecho suya una actitud permanente de la dirigencia de Armenia: trabajar activamente por una solución pacífica de los conflictos, hasta alcanzar un status definitivo aceptable para las partes. La guerra desatada por Azerbaiyán contra el derecho a la autodeterminación y a la vida de la población de Nagorno-Karabaj y la probabilidad de un segundo genocidio de armenios a manos de los turcos en el mismo siglo XX se interrumpió con la intervención de la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa, que creó el Grupo de Minsk, co-presidido por Estados Unidos, Rusia y Francia en representación de la Unión Europea. Dentro de ese marco, en mayo de 1994 se acordó la tregua vigente hasta la actualidad, suscripta por Armenia, Azerbaiyán y Nagorno-Karabaj. El Primer Ministro de Armenia defiende ese mismo formato, en el sentido de respetar que cualquier acuerdo debe contar con la participación del pueblo de Nagorno-Karabaj, que desde 1991, cuando todavía tenía vigencia la Unión Soviética, declaró su independencia y constituyó la actual República de Artsaj, que si bien todavía no tiene reconocimiento internacional, cuenta con un estado republicano y democrático con división de los tres poderes y plena vigencia del estado de derecho.
Armenia es una región geográfica mucho más extensa que la actual república de Armenia. Así lo determinan la historia y la geografía, los libros y los documentos, la cultura y la arquitectura. Nagorno-Karabaj o Artsaj es parte de esa Armenia geográfica e histórica, muy anterior a la llegada de las invasiones mongolas y turcas hacia el siglo XII desde las estepas de Asia Central. No hay duda de que Karabaj es Armenia. La población de Karabaj es armenia, es cristiana, habla armenio, vive en un territorio lleno de iglesias y monasterios armenios, ha sido la tierra donde San Mesrop Mashtóts empezó a enseñar armenio con el alfabeto que creó en el año 405, hace 1615 años, está lleno de cruces armenias medievales talladas en piedra, ¿alguien puede negar que eso es Armenia? Habría que discutirles a persas, griegos y romanos el error de haber dicho que todo ese territorio es Armenia. La República de Armenia es un décimo de esa misma Armenia, ¿o alguien se atreve a negar que el monte Ararat es Armenia, aunque esté dentro de Turquía? La República de Armenia no reclama territorios de ningún estado. Pero la población de Nagorno-Karabaj, que es armenia, es cristiana, es nativa, habla y piensa en armenio, no invadió ese territorio desde Armenia, vive allí desde la noche de los tiempos. A eso se refiere el Primer Ministro de Armenia.
El mundo entero está empeñado en la paz, pero Azerbaiyán sigue intentando solucionar su situación interna mediante el reavivamiento de los conflictos externos
Las perspectivas del conflicto son perfectamente legítimas y posibles, porque el mundo civilizado ha comprendido que la guerra y la muerte de las personas no son aceptables a esta altura del desarrollo de la humanidad. El Grupo de Minsk, con mandato de la OSCE y de las Naciones Unidas, viene trabajando denodadamente bajo la presidencia de Estados Unidos, Rusia y Francia, tres potencias miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, que pueden disentir en otras cuestiones de la política internacional, pero coinciden en que solo la vía pacífica de las negociaciones puede dar una solución definitiva al problema geopolítico del Cáucaso del Sur. La parte armenia no tiene ninguna solución particular ni unilateral, sino que adhiere al proceso de negociaciones y a la tregua consagrados en 1994, aceptando las condiciones de la comunidad internacional, de evitar el uso de la fuerza y la amenaza del uso de la fuerza, respetar el derecho de libre determinación y la integridad territorial de los estados, tomados todos los principios en conjunto.
—¿Cree que Rusia o Irán pueden jugar un papel importante en una eventual mediación?
—Seguramente que sí. En la práctica, Rusia ha sido protagonista en todo el proceso de mediación que se viene desarrollando desde hace casi 30 años. Como antigua sede de la dirigencia soviética, cuando Armenia y Azerbaiyán eran repúblicas de la Unión, el protagonismo en la zona del Cáucaso no se pierde de un día a otro. Rusia fue activa participante de la concreción de la tregua en 1994. Encabeza el Pacto de la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva, al que adhieren Rusia, Belarús, Armenia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán. La base militar de Rusia en Armenia data de hace un siglo. En la frontera armenio-turca están apostadas las tropas rusas. Las acciones de la diplomacia rusa y personalmente de su canciller son incesantes en el proceso de intermediación entre las partes. Irán sigue el desarrollo del tema desde muy cerca y también ha manifestado su interés de mediar entre las partes. Nadie discute la importancia del papel que Rusia e Irán pueden jugar en el enfrentamiento. El mismo secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien había pedido una tregua mundial con motivo de la pandemia, ha intervenido personalmente para el cese de las acciones. El mundo entero está empeñado en la paz, pero Azerbaiyán sigue intentando solucionar su problemática situación interna mediante el reavivamiento de los conflictos externos que agiten los sentimientos nacionalistas.