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Francia, conmocionada por la guerra abierta entre los Le Pen

Marine impidió que Jean-Marie, su padre, fundador del FN, fuera candidato, luego de que una vez más minimizara el Holocausto.

Lejos. Padre e hija se hablan hoy sólo a través de la prensa. Ella espera que él dé un paso al costado.
| AFP

Desde París

La ruptura entre Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional (FN) de extrema derecha, y su padre, Jean-Marie, fundador del partido, ya es definitiva y parte de un tormentoso drama político-familiar de características freudianas. Sólo dialogan a través de la prensa y se tratan por su nombre y apellido

La crisis final estalló el 2 de abril por una provocación del patriarca de 87 años, cuando por cuarta vez en su carrera política indicó que las cámaras de gas en los campos de concentración eran un “detalle” de la Segunda Guerra Mundial.

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Desautorizado por su hija, el jueves Le Pen duplicó la dosis y en una entrevista con el semanario de ultraderecha Rivarol rescató el papel histórico del mariscal colaboracionista de los nazis Philippe Pétain, descalificó al primer ministro Manuel Valls por no ser “completamente francés”, reconoció su “admiración” por el Vladimir Putin y abogó por un “entendimiento” con Rusia “para salvar a la Europa boreal y al mundo blanco”.

Además de criticar las opciones políticas de su hija, su línea económica y a algunos dirigentes de su equipo, la fulminó con una frase shakesperiana: “La traición siempre proviene de los tuyos”, sentenció.

Esas transgresiones lo colocaron en disidencia y obligaron a su hija a denunciar su actitud. “Su cargo de presidente honorario [del FN] no lo autoriza a tomar de rehén al Frente Nacional”, escribió en un lacónico comunicado. “Desde hace tiempo, tengo desacuerdos profundos con Jean-Marie Le Pen”, reconoció.

Duro golpe. Marine Le Pen, que lo reemplazó en la dirección del partido en 2011, cree que el objetivo de su padre es “perjudicarme y asestar un duro golpe al movimiento”, según afirmó en un documento de sorprendente severidad.

“Matar al padre”, como se dice en términos freudianos, nunca es fácil. Pero lo es aun más cuando se trata de un “crimen” por razones políticas. Pero a Marine Le Pen no le tiembla la mano.

Ayer convocó a su padre ante el buró ejecutivo, que actuará como organismo disciplinario, para iniciarle un procedimiento que puede llegar incluso a la exclusión. “Mi expulsión provocará la muerte del FN”, advirtió el anciano.

Para evitarle esa humillación, su hija le sugirió por televisión que “actuara sabiamente”. Lo ideal, dijo con rostro compungido, sería que él mismo pusiera “término a sus responsabilidades políticas y públicas”.

Por lo pronto, el buró político se pronunciará el 14 de abril contra la candidatura de Le Pen para encabezar una de las listas del FN en las elecciones regionales de fin de año, donde en 2014 obtuvo 33% de los votos. “Seré candidato de cualquier manera”, desafió.
Marine piensa reemplazar a su padre con la nieta del viejo líder, Marion Maréchal-Le Pen, diputada de 25 años. El patriarca, que siempre la consideró su heredera preferida, sería víctima ahora de su hija y de su nieta.

El drama familiar se convertiría en una tragedia griega, pues Marine Le Pen podría abrir involuntariamente la puerta de su perdición: detrás de su sonrisa falsamente ingenua, Marion oculta una ambición desbordante y es la única que tiene la legitimidad de estirpe para reclamar, algún día, la corona del rey derrocado.