Donald Trump deja trascender que no tiene ninguna intención de dar marcha atrás en la escalada de la guerra comercial con China. Más bien todo lo contrario. Según la prensa estadounidense, el presidente les transmite a sus asesores y aliados que el enfrentamiento con el “cuco” chino es una estrategia popular entre sus votantes y redituable con miras a las elecciones de 2020.
Trump se muestra decidido a soportar un choque cada vez más intenso con el gobierno de Xi Jinping, a pesar de las presiones de los mercados y de dirigentes de su propio partido que temen que los efectos económicos de los aranceles terminen dañando a la base política republicana.
Trump se dedicó esta semana a instalar que el estancamiento en las negociaciones con Beijing no da para preocuparse. “Tenemos toda la ventaja”, dijo, y reiteró su amenaza de aplicarle tarifas más altas a casi todas las importaciones chinas: “Lo estamos analizando muy seriamente”.
Desde sus tiempos de empresario, Trump siempre caracterizó a China como una especie de villano desleal de la economía global. Una de las promesas centrales de su campaña de 2016 fue hacer un replanteo radical de la relación con el país asiático, en nombre del slogan Make America Great Again que tanto cuajó en ciertos segmentos del mundo del trabajo rural e industrial estadounidense.
Por estos días, uno de los mayores desafíos de Trump es mantener aglutinado al gobierno estadounidense detrás de su hard line frente a los negociadores chinos, atentos a cualquier fisura que pueda abrirse en Washington. Lo que no significa que Trump esté colegiando sus decisiones: sigue llevando la estrategia contra China por el camino de sus propios instintos políticos.
Angustias. Pero la convicción de Trump en que la escalada con Beijing es una buena idea no conforma a todos en los círculos republicanos, donde algunos se angustian por la negativa presidencial a ceder. The Washington Post contó esta semana un episodio que pinta bien el clima que se vive en Grand Old Party. En un cóctel de donantes, lobistas y políticos republicanos en Nueva York, Gary Cohn, ex asesor económico de Trump, tomó la palabra para conjeturar que el presidente quiere mantener vivo el debate comercial hasta 2020 porque intuye que es un tema de campaña ganador.
En el diagnóstico de Cohn, quien solía discutir con el presidente por la cuestión arancelaria, Trump efectivamente tiene chances de ser reelecto, impulsado por una plataforma “3-3-3”: 3% de desempleo, 3% de crecimiento del PBI, 3% de aumento de los salarios. La robustez económica sigue siendo su carta ganadora. Pero, según Cohn, el choque frontal con China podría causar un daño duradero a las industrias agrícolas estadounidenses que no se solucionará con los subsidios que el gobierno ofrece.
Incómodos. En los últimos días, senadores republicanos expresaron su descontento a Trump por su negativa a poner paños fríos. El vicepresidente Mike Pence fue el encargado de intentar calmar las aguas en el Capitolio, aunque sin mucho éxito: Trump no le dio nada para que ofreciera a los legisladores. La línea que baja de la Casa Blanca exige alineamiento automático y sin más con la estrategia presidencial.
Algunos se quejaron públicamente. “El hecho es que son los estadounidenses quienes pagan el precio de estas tarifas”, declaró Pat Toomey, representante de Pensilvania. Cuando le preguntaron si creía que Trump entiende eso, contestó: “Supongo que sí, pero habría que preguntarle entonces por qué llega a las conclusiones que llega”.
Uno que ensayó una respuesta fue Steve Bannon, ex asesor estrella del mandatario, quien dijo que Trump no cambió en nada su manera de pensar sobre China y el comercio desde que se reunieron por primera vez en la Trump Tower en 2010. “En ese entonces ya estaba mirando a Dobbs, leyendo The New York Times, siguiendo todo lo que ocurría en China −dijo Bannon−. “Está en la esencia de quién es él”.
El Starbucks chino debutó en Nasdaq
La compañía de cafeterías Luckin Coffee, popularmente conocida como el “Starbucks chino”, debutó ayer en el mercado electrónico estadounidense Nasdaq con un incremento del 44% en el precio de sus acciones. La firma había establecido un precio de 17 dólares por acción en la oferta pública de venta (OPV), que tras la sesión quedó en 24,50. De esta forma, la valoración de la compañía se disparó hasta los 5.697 millones de dólares. Luckin Coffee fue fundada en 2017. En el conjunto de 2018, su primer ejercicio completo, registró unas pérdidas netas de 1.619 millones de yuanes (209,7 millones de euros), tras contabilizar unos ingresos de 840,7 millones de yuanes (108,9 millones de euros). En los primeros tres meses de 2019, la firma cuadruplicó sus pérdidas netas en comparación con el mismo período del año anterior, hasta 551,7 millones de yuanes (71,4 millones de euros), mientras que los ingresos se multiplicaron por 36, hasta 478 millones de yuanes (61,9 millones de euros).
Un pedido de ayuda de Teherán
El canciller iraní, Javad Zarif, hizo un llamado a China, uno de los países firmantes del acuerdo nuclear que Donald Trump denunció, para que lance “acciones concretas” para salvar el acuerdo de 2015, cuyo objetivo era limitar el programa nuclear iraní a cambio de un levantamiento de las sanciones contra Teherán. Un año atrás, el presidente de Estados Unidos anunció la salida del acuerdo, cuyos otros garantes fueron China, Alemania, Francia, Reino Unido y Rusia.
Beijing tiene un interés particular en reducir la tensión entre Washington y el régimen de los ayatolás, ya que Irán controla el estrecho de Ormuz, por donde pasa gran parte del petróleo que abastece a la demandante economía china. El gobierno iraní ya advirtió que si las sanciones estadounidenses le impiden exportar su petróleo, no permitirá que barcos con crudo atraviesen el paso.