Desde Roma
El papa Francisco ofició anteayer la misa de Jueves Santo, que rememora la Ultima Cena y en la que el Pontífice, emulando a Jesús, les lavó los pies a doce personas, en esta ocasión discapacitados de la fundación italiana Don Carlo Gnocchi. La ceremonia transcurrió en el centro Santa María de la Providencia, en las afueras de Roma.
A su llegada, Jorge Bergoglio fue recibido por una multitud, a la que se dirigió para estrechar manos y besar a niños. Ya en el templo, Francisco pronunció una homilía improvisada en la que explicó que el gesto de Cristo de lavar los pies a los doce apóstoles representa la imagen de “un Dios que se ha hecho siervo”.
Francisco explicó que Jesús realizó un trabajo de esclavos, que tiene su remoto origen en la obligación de lavar los pies a sus amos antes de que entraran en casa. “Ahora yo haré este gesto, pero todos nosotros, en nuestro corazón, pensemos en los otros, en el amor que Jesús nos dice que tenemos que tener con ellos, en cómo podemos servirles mejor porque así lo quiso Jesús”, afirmó.
Acto seguido, el Papa descendió del púlpito para proceder al tradicional lavatorio, para el que utilizó un delantal blanco luego de despojarse de la mitra, del palio y de la muceta. Las doce personas elegidas para la ocasión tienen entre 16 y 86 años y padecen diversas patologías. Entre ellas había un musulmán, lo que vuelve a poner sobre el tapete la voluntad ecuménica de Bergoglio.
El más joven fue Osvaldinho, de 16 años, oriundo de Cabo Verde y tetrapléjico. La más anciana, Angélica, de 86 años y en rehabilitación de cadera. Con ayuda de dos asistentes, el Papa se arrodilló frente a los doce para lavarles los pies uno por uno con el agua de una jofaina de plata. Luego los secó y los besó.
El año pasado, durante su primera Semana Santa como papa, Bergoglio había optado por convocar a la ceremonia a doce menores recluidos en una cárcel romana.