La primera señal fue a fines de enero. Mientras Máximo Kirchner rompía relaciones con Alberto Fernández y anunciaba su renuncia a la jefatura del bloque en Diputados, una carta desde Latinoamérica sacudía el tablero. En una misiva que suscribían Lula, Dilma, Rafael Correa, Evo Morales y Lucía Topolansky, la esposa de “Pepe” Mujica”; los ex mandatarios ratificaban en público su apoyo a la negociación con el Fondo Monetario Internacional que estaba encarando el gobierno argentino.
En medio de la interna, a cielo abierto, entre el kirchnerismo y el albertismo, hubo un tembladeral. Pero, entre tanta tormenta, sólo se sintió adentro del oficialismo.
El segundo sismo, en cambio, fue más evidente. Es que Lugo, Evo y Mujica estuvieron el 2 de abril en Argentina para el cumpleaños de Alberto Fernández, un festejo íntimo en la Quinta de Olivos. Fue en la misma tarde en que Cristina Kirchner compartió un acto en el Congreso con Sergio Massa, en el que lanzó varios dardos filosos apuntaron contra el Presidente y su entorno. Ahí la grieta fue más clara: la vicepresidenta había invitado a los ex mandatarios latinoamericanos, que sabía que estaban en el país, a ir al evento. Pero prefirieron quedarse con Alberto. Toda una señal.
Desde ahí es que varios popes del albertismo, de los que orbitan en la política internacional, le vienen pidiendo al Presidente que “latinoamericanice” su figura. “La economía está creciendo pero todavía no se nota. En cambio con esto podes tener resultados inmediatos, es un apoyo importante que significa mucho”, dicen desde ahí.
Con esa idea en mente es que Fernández recibió, con días de diferencia, a su par chileno, Gabriel Boric, al boliviano, Luis Arce, y al ecuatoriano, Guillermo Lasso. Desde la Casa Rosada hablan ahora con insistencia con la idea de “institucionalizar” la Cepal, el organismo latinoamericano que ahora preside Argentina y que podría ser una catapulta política para Alberto en la región.
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