Gonzalo Sarasqueta, Doctor en Ciencia Política, analizó el discurso del Presidente en las sesiones ordinarias y dijo que hay tres ingredientes que debe tener un discurso y que éste no tuvo. “Me pareció un discurso sin correlato de la realidad”, explicó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9).
Al escribir tu nuevo libro, ¿qué elementos en común encontraste con aquellos que escriben las palabras de los presidentes?
Algo interesante es que es un libro con dos sentidos.
En esta época de polarización, de cámara deco y redes sociales, donde vemos que cada vez nos cuesta más vincularnos con identidades diferentes, el libro hace un estudio de caso de al menos tres familias ideológicas de América Latina.
Tenemos la familia más socialdemócrata, como Pepe Mujica, más nacional popular, como Lula Da Silva, y una más liberal-conservadora, como Mauricio Macri. Por ese lado hay un pluralismo de Latinoamérica que es bueno tener en un libro.
Por otro lado, es un libro, que en plena economía de cultura hipervisual, donde las principales plataformas que absorbemos son visuales, intenta devolverle el poder performativo a la palabra, y al poder que tiene de construir realidad la palabra presidencial.
Uno de los patrones que encontramos en estas experiencias, es que hay una mudanza de aquella épica y aquellos grandes discursos de Juan Domingo Perón, Lázaro Cárdenas y Salvador Allende, a unos discursos más horizontales y simétricos, de un líder que empatiza, que se equivoca y es más ciudadano.
¿Qué te pareció el discurso de Alberto Fernández en la apertura de las sesiones ordinarias?
Primero me parece que hay tres ingredientes fundamentales que tiene que tener un discurso.
En primer lugar, un discurso presidencial tiene que tener contacto con la realidad, no puede ser un inventario de repasar todos los kilómetros de hospitales que se hicieron en un país. Pero tampoco puede ser un discurso que no tenga ningún tipo de correlato con lo que le pasa al ciudadano día a día.
La experiencia del ciudadano es más fuerte que el mensaje. Me pareció un discurso sin correlato con la realidad.
En segundo lugar, no tuvo balance entre la fase descriptiva, analítica y de diagnostico, no tuvo el peso programático que uno espera de un líder.
El tercer punto es que para que un discurso tenga impacto, el momento más importante es el después, el rebote digital. Hacer un buen discurso es una condición necesaria pero no suficiente para tener impacto.
La política todavía no entiende las redes y cómo interactuar con ellas, se quedan con que el momento estelar es el vivo, y hoy es como fragmentarlo en cápsulas para Instagram, el momento más gracioso en Tiktok o las frases más pegadizas en Twitter. Eso todavía es una cuenta pendiente, no exclusiva de Alberto, pero que se vio en la estrategia comunicacional del presidente.
MVB JL