OPINIóN
Análisis

El ocaso de los expertos: cómo la educación, los medios e internet sembraron la desconfianza

En una escala de 1 a 100 (con 50 como el mínimo nivel de confianza), los líderes empresariales suspenden con 48, los periodistas con 45 y los Gobiernos con 41, según el Edelman Trust Barometer 2021.

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Imagen negativa | Gerd Altmann / Pixabay

Vivimos tiempos de desconfianza. En una escala de 1 a 100 (con 50 como el mínimo nivel de confianza), los líderes empresariales suspenden con 48, los periodistas con 45 y los Gobiernos con 41, según el Edelman Trust Barometer 2021.

La confianza en los científicos o las personas de nuestras comunidades, si bien alcanza niveles más altos (73 y 62 respectivamente) también muestran deterioros significativos desde 2020 (caídas de 7 puntos ambos).

La desconfianza es también evidente entre la población general y los denominados "expertos", con caídas notables del prestigio social académicos y expertos del sector privado.

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Ello está erosionando dramáticamente el debate público. Existen múltiples ejemplos en ámbitos tan diferentes como la política exterior, los impuestos, las recomendaciones alimenticias o la vacunación (antes de niños, hoy ante la pandemia del Covid-19), las percepciones o directamente el ruido está sustituyendo argumentos y discusiones técnicas.

Comunicar en tiempos de desconfianza

Con esta motivación, hace unos años se publicó un libro que caracteriza impecablemente la situación del debate sobre políticas públicas, The death of experts, de Tom Nichols. El libro cobra especial actualidad hoy, en un momento de tanta incertidumbre, de crisis sanitaria y apenas atisbando la salida de la recesión económica, cuando son tan necesarias políticas basadas en evidencia técnica.

Nichols atribuye a  tres grandes tendencias este contraste entre lo que se necesita y lo que se observa: la caída de la calidad de la educación, los cambios en los medios de comunicación y la expansión de las nuevas tecnologías.

El diagnóstico sobre la menor calidad de la educación se focaliza en el sistema privado en EE.UU., pero la expansión de la educación como una experiencia en la que el alumno se convierte en un consumidor al que satisfacer, y la "inflación" de títulos sí parecen extendidas. Ello contribuye no solo a ciudadanos con menor pensamiento crítico, sino también a la proliferación de pseudo-expertos en momentos en los que el cambio acelerado exigiría muchos más de los primeros y muchos menos de los segundos.

El periodismo y los medios de comunicación parecieran haber seguido esta tendencia, priorizando el entretenimiento a la información (con una interacción en ocasiones mal entendida con los consumidores, quienes acaban marcando la agenda), e inundando de tanta información que es imposible de procesar. Nichols es además especialmente crítico con la complacencia de los grandes medios, que dejaron campo abierto a otros formatos informativos con menos profundidad.

Crece la desconfianza del mercado sobre la situación cambiaria del país

Por último, el impacto de Internet y las redes sociales habría actuado como acelerador de tendencias como la grieta entre expertos y ciudadanos, la incorrecta identificación entre investigación con búsquedas en Internet, el acceso simultáneo a información verificada e información no contrastada (e directamente falsa), o la proliferación de cámaras de eco donde solo interactuamos con personas afines.

A este trío de macro-tendencias se le añade el propio papel de los "expertos". Si bien es un colectivo muy heterogéneo (y que en ocasiones se confunde con las elites y con los políticos), hay al menos tres aspectos que contribuyen a socavar la confianza en los mismos. Primero, por la irresponsabilidad de aquellos que en realidad no tienen un conocimiento profundo de los temas y aun así intervienen en el debate público. Segundo, por plegarse a dar predicciones exactas, y no explicaciones y probabilidades las cuales son la esencia del trabajo científico. Y, en tercer lugar, por la percepción (y realidad en muchos casos) de falta a accountability (rendición de cuentas) ni de reconocimiento de errores. Si a ello se le añade una actitud de superioridad y falta de apertura –como magistralmente criticó el economista Albert Hirschman de sus colegas de profesión en las décadas de los años 50 y 60–, la combinación es letal.

El club del monólogo

Este diagnóstico y las perspectivas que abre son preocupantes, y deberían motivar acciones urgentes, cada uno en su ámbito. Predicando con el ejemplo, creo que aquellos que nos dedicamos a las políticas públicas podríamos mejorar en tres aspectos.

Como practitioners o científicos sociales (economía, política, sociología), debemos someter regularmente nuestro trabajo a la revisión de pares y poner a disposición los datos que usemos (y códigos si es un documento con trabajo empírico). En nuestra relación con los medios de comunicación y redes sociales, sería importante tener pluralidad de fuentes, incluyendo algunos con las que habitualmente discrepemos. Y cuando somos invitados a contribuir, hacerlo solo en los casos en los que realmente sepamos de la materia, separando (o al menos aclarando) las contribuciones técnicas de nuestras acciones de advocacy (el capítulo ´Lobbying´ en The Great Reversal de Thomas Philippon, de New York University,  y las entradas periódicas en el blog https://promarket.org/ por Luigi Zigales, de University of Chicago).

La débil confianza maltratada

Por último, debemos trabajar para construir entre industria y Gobiernos una regulación inteligente que permita una mayor transparencia en el uso de los datos y el funcionamiento de los algoritmos, e invertir masivamente de habilidades para que los ciudadanos se desempeñen mejor en la sociedad digital. la digitalización de nuestras economías y de nuestras vidas lo exige.

Estoy convencido de que hoy más que nunca necesitamos, como reza el lema de la OCDE, uno de los policy tank líderes a nivel global, mejores políticas para mejores vidas, y que acciones como las propuestas contribuirían a ello. Pero, citando a Nichols, ésta es mi opinión y puedo estar equivocado.

 

* Angel Melguizo, Vicepresidente de Asuntos Externos y Regulatorios, VRIO Latin America.