OPINIóN
Lenguaje y deseo

¿Cuándo volvimos a temerle al sexo?

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Saber importante. El sexo es un espacio en el que las reglas no las fija uno solo. | cedoc

Las revoluciones han mostrado seguir por senderos no siempre previsibles. Lo que constituyó un grito de libertad puede devenir en una forma de autoritarismo. Por eso, me pregunto en qué medida la revolución sexual está encontrando vías que reafirman su camino o desandan sus premisas.

Cuando cuestiono hacia dónde estamos yendo, suelo oír condescendientemente que las sociedades compensan, con movimientos pendulares, los excesos de una época a través de desproporciones que buscan llegar a ese aristotélico punto medio.

Los que transitamos un camino de conquistas sobre el derecho al deseo sexual creíamos ir hacia lugares más seguros, con menos vivencias de culpabilidad y peligro, a nivel psicológico y social, que los que habían atravesado generaciones anteriores.

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El lenguaje que nutría el deseo fue desmontando una inmensa estructura de temores que nos habían irradiado con respecto a los riesgos del sexo. Pudimos demostrar que no solo los varones podían gozar, sino que las mujeres contaban con los mismos derechos y oportunidades, y que el problema se originaba en su imposibilidad. Por ello, la inhibición o la incapacidad se pensaban como hechos fundamentalmente culturales, arraigados en historias personales, que limitaban el acceso a este preciado bien.

Ese otro prejuicio sexual

En este recorrido se abrieron muchas compuertas que habilitaron esos otros deseos e identidades que dieron lugar a goces e instituciones que se ordenaron al modo de leyes, como el matrimonio igualitario o la ley de identidad de género. Sin embargo, comenzamos a vislumbrar nuevos sentidos que vuelven ese deseo nuevamente un lugar incierto y peligroso del cual deberíamos protegernos.

Uno de los temas que más se abordan actualmente es el abuso sexual. No cabe duda de que el deseo es una elección personalísima y nadie puede imponer su interés sobre el otro. Lo que me preocupa es que en esta defensa se vuelva a plantear el sexo, no como un lugar básico del encuentro, sino de desencuentros y acosos.

Por todo esto, me pregunto si esta construcción de sentidos es una compensación frente a lo descompensado de la violencia de la masculinidad, lo que sería un propósito valioso, o estamos conduciendo los significados de la sexualidad hacia un nuevo movimiento conservador y puritano que pone el acento en el cuidado ante el encuentro sexual. Por ello, sancionar un abuso y un delito, como el sexo no consentido, no debería convertirse en una referencia central del sexo, sino en uno de los graves problemas que los encuentros entre seres humanos generan.

Lacan señalaba que el deseo es deseo del otro, lo que implica la naturaleza interactiva de esta curiosa capacidad humana. Supone también que nuestra autonomía no parece ser tan perfecta a la hora de pensar el deseo. Cuántas veces nos sentimos capturados por la seducción de alguien, y digo a propósito capturados, ya que nuestro deseo cede a la autonomía. El deseo está preñado de tentación y juego con otros, lo que no implica que aceptemos lo que definitivamente no queremos.

La discrepancia de deseo sexual

Creo que hubo enormes logros en poder acentuar que el sexo es un espacio en el que las reglas no las fija uno solo, ni tampoco es un juego de fuerzas. Así como demoler un discurso masculino donde el rechazo puede ser entendido como un fracaso inadmisible.

Me preocupa ver que el sexo reaparece en el discurso habitual como el centro mismo del daño psicológico, o que debemos controlarlo ya que, como señalaba Foucault, vuelve a ubicárselo como una ciencia debido a su potencial patológico o a su inminente peligrosidad.

Cuando estas creencias se transforman en representaciones sociales, se insertan en el lenguaje y en las prácticas cotidianas generando expectativas sobre lo que nos puede ocurrir y los riesgos que pueden provocar. Si no, detengámonos en la historia y veremos cómo la tan criticada perspectiva victoriana, desde criterios tan disímiles, comienza a encontrar coincidencias con la actual.

Hoy nos hallamos ante un espacio paradójico, con muchos deseos habilitados, aunque al mismo tiempo con un ojo examinador que observa atentamente las acechanzas de un desacuerdo de último minuto, de un deseo menos calificado, o hasta la mínima intromisión en nuestra divina voluntad sexual.

*Psicólogo y profesor de la UBA.