OPINIóN
Análisis

El día después de la “campaña total” que mató al pensamiento

Del “razona todo lo que quieras, pero obedece” de Kant, al “votá al que quieras, pero no razones”, la reciente campaña electoral fue tan devastadora como paupérrima y carente de raciocinio. No habría que sorprenderse por sus efectos. Libertad y democracia fueron palabras que recibieron respuestas contradictorias

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| Pablo Temes

La “campaña total” que llevó a Javier Milei a la presidencia apeló y agitó a los instintos, pero afectó el pensamiento y el raciocinio a expensas de ganar. 

El día viernes previo al balotaje, el Teatro Colón fue la escena de un choque de emociones. Por un lado, aquellos que veían (y ven) en Javier Milei una esperanza, por otro, los que ven, en él, el fin de algo que “alguna” una vez supo ser.

Paradójicamente, las interpretaciones que surgieron de esa escena son variadas. Algunos vieron en el Teatro Colón cierta desilusión por cómo la “alta Cultura” se politizó. A lo que argumentaría que la cultura no es alta, ni baja, sólo es. Y en su ser, en su esencia, siempre tendrá un tinte de lucha o reivindicación.

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Podrá llamar la atención la espontaneidad del suceso. En realidad, lo espontáneo fue la respuesta del público. Tengo mis dudas si la presencia del entonces candidato fue pensada o no. Un político nunca hace cosas sin la intención de generar una respuesta, un estímulo. A veces sale como él desea; otras, no.

La campaña de Javier Milei en redes

Pero lo que más me llamó la atención es lo que sucedió en Argentina desde que la campaña electoral se inició. Es difícil ponerle una fecha de inicio, quizás porque sucedieron tantos hechos, y estamos temporalmente tan cerca de ellos, que es difícil.

John Horne fue uno de los historiadores que introdujo el concepto de “guerra total” para describir la Primera Guerra Mundial. Él, con dicho concepto, buscó describir cómo se desarrolló la movilización de masas en la guerra.

La Primera Guerra Mundial tenía características que la diferenciaba de otras guerras antecesoras. En la fase inicial de la Gran Guerra, John Horne dijo que las masas se movilizaban más por la persuasión que por la coacción estatal, es decir, que las masas, las personas, o lo que algunos llaman “pueblo”, se movilizaron voluntariamente a favor de la guerra.

Esa movilización masiva era en nombre de una abstracción que fue tomando forma durante todo el siglo XIX y XX: la Nación con su respectivo paquete de valores. Así, los británicos y los franceses decían defenderse del avance de la cultura militarista vacía, vil y autoritaria de los alemanes. Mientras que los defensores de la Kultur germana sostenían enfrentarse al comercialismo superficial de la “civilización” occidental.

Pobre patria mía

Alrededor de todo lo anterior se congregaron diferentes movimientos de la sociedad: artistas, intelectuales, movimientos obreros, entre otros. Hasta el movimiento feminista sufragista británico dijo que era momento de dejar la lucha por el voto femenino para direccionar todos los esfuerzos a la defensa de la nación.

De allí, del concepto que usó Horne para describir la Gran Guerra, tomo el concepto de “campaña total”. Porque es evidente que esta campaña electoral fue total, no hubo ni un rincón que no haya sido teñido por el fervor electoral. Y todo esa maraña de masas movilizadas, sean del espacio que sean, lo hacían en defensa de abstracciones.

Sólo para hacer un punteo de hitos. La economía se puso al ritmo de la campaña -como también en la Gran Guerra-, se la asfixió a más no poder aunque eso impactara en el bolsillo del ciudadano. Todo para ganar. Pero no fue sólo la economía (como diría Horne), también fueron los clubes de fútbol, agrupaciones, sindicatos, universidades, colectivos, artistas, intelectuales, periodistas, analistas, en fin: la sociedad en general.

Todo se puso al mismo ritmo para ganar la elección. Hasta parecía que si uno no se pronunciaba a favor de uno u otro quedaba vacío, solitario. Decir que no votabas por ninguno de los dos era sinónimo de traidor encubierto, de irresponsable o hasta facilitador para que accediera al poder el Demonio. Pareciera que algunos estarían orgullos de la existencia de una Gestapo, una Cheka o una Stasi. Será para pensar qué tanto de Zanchetta tenemos en el fondo.

El día después de la “campaña total” 

Pero todo se circunscribió a eso. Las redes sociales fueron el escenario que sustituyeron las plazas públicas o los bares del siglo XX. No sería la calle el lugar donde se encontraría el inglés para defender sus valores, sino Twitter. Lugar donde la desinformación y el anonimato generan que se diga cualquier cosa, y la realidad se construye y se desarrolla alrededor de esa “cosa”.

Falaz uso de la bella palabra libertad

Ya no había tiempo para pensar aunque fuera gratis, más bien había que avivar la voz o ajustar los dedos para escribir y defender ideales en las redes. Ideales vacíos, es decir, abstractos. ¿Libertad? ¿Democracia? Cuando uno pregunta qué entienden por eso recibe respuestas de cualquier tipo y muchas contradictorias entre sí.

Esta campaña fue tan devastadora, desgastante, paupérrima y carente de raciocinio que no habría que sorprenderse por sus efectos. Si algo le faltaba a la sociedad argentina después de un estancamiento en la economía, una crisis a niveles alarmantes, una pandemia (con su cuarentena), era esto. En definitiva, veremos qué resurge entre tantas cenizas.

Del “razona todo lo que quieras, pero obedece” de Kant, al “votá al que quieras, pero no razones”.