OPINIóN
Elecciones 2023

El gatopardo

El candidato presuntamente libertario es un agente encubierto de la casta para distraer al votante y evitar que se produzca en la Argentina un verdadero cambio.

Javier Milei
Javier Milei | NA

Las caretas cada vez duran menos, no solamente en la política, sino en todos los ámbitos. En tiempos pretéritos, cuando el suscripto era un hombre joven, era necesario que algún medio periodístico llevara a cabo una investigación y decidiese publicarla o emitirla para saber de qué se trataban las cosas.

Pero hoy, obra y gracia del señor Google y las señoras redes sociales, todo está ahí, a un googleo y un tuit, y las cosas proliferan, brotan como un geiser en el Parque Yellowstone. Claro está, los medios prestan siempre su colaboración, y todo es más difícil si no hacen su trabajo, especialmente porque la gente común debe estar mas ocupada en sus actividades que en googlear y los trabajadores de medios tienen la investigación como profesión.

En virtud de todo ello, es necesario dejar claro algo: no existe duda ninguna, de que el candidato presidencial Javier Milei, es una suerte de Caballo de Troya de cabello estudiadamente problemático, que ha sido introducido en el mundillo político por ciertos sectores del establishment, con el fin de hacerles creer a ciertos votantes que apoyarlo es protestar contra el sistema, que llevarlo a la victoria es patear el tablero. Y esto, con el único objetivo de saciar la sed de “sangre” de los desencantados, y asegurarse que nada cambie.

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El anticasta acordó con los sindicalistas para que no haya reforma laboral; tiene en sus filas presuntos socios “comerciales” de Sergio Massa, Amado Boudou y Diego Bossio en el canje de deuda de 2009; pobló sus listas con dirigentes del PJ, incluso funcionarios de Axel Kicillof; responde a empresarios millonarios que se han enriquecido a razón de sus negocios con el estado y hoy poseen, entre otras cosas, medios de comunicación; no tiene pensado reducir la planta de empleados del estado; y un sinfín de hechos que ya no vale la pena continuar enumerando porque todos conducen a lo mismo.

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Así las cosas, lo que es a todas luces evidente e incontrastable, es que el candidato presuntamente libertario es un agente encubierto de la casta para distraer al votante y evitar que se produzca en la Argentina un verdadero cambio. Y lo sabemos todos, no nos mintamos.

Lo sabe incluso el que finge no saberlo, el que no quiere saberlo porque compró el personaje gritón y puteador, el que no va a dar el brazo a torcer, el que no esta en redes y no se informa en medios de comunicación. Lo sabemos, se sabe, no podemos hacernos los marmotas.

Lo sabían aquellos que en su momento dijeron confiar en que votar a Alberto Fernández era diferente a votar kirchnerismo. Lo sabían, todos los sabíamos. Quisieron probar con mas peronismo, es lícito, pero nadie puede hacerse el sorprendido.

Bien, ahora tampoco. Todos sabemos que Milei es otro agente de distracción del mismo grupo, otra bomba de humo, y si lo votamos, si colaboramos a una eventual victoria del sórdido anacoreta que imagina niños envaselinados para trazar paralelismos económicos, sabemos lo que hacemos.

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No es gracioso y con el futuro de la gente no se hacen bromas, con el voto y la democracia que conseguimos a costa de la muerte de muchos no se hacen jodas. Aunque no hayas vivido la época de esa lucha, le debes respeto a los que te legaron la libertad en serio. Esta demodé el respeto, es cierto, pero no esta bueno que así sea.

Entonces, convengamos que, como sociedad, somos perfectamente conscientes de lo que hacemos, y totalmente responsables de nuestras decisiones, individuales y colectivas. Si votamos esto no hay sorpresas, todo esta muy claro. Quien se incline por la opción disparatada apunta a consagrar una nueva versión del actual oficialismo, algo que podríamos llamar el “peronismo orate”. Somos totalmente responsables de las consecuencias.

Milei es el gatopardo, el disparador del efecto Lampedusa, la búsqueda del establishment de simular un cambio para que nada cambie. Una trampa. Una falacia narrativa. No te mientas ni me mientas, si vas por ahí lo que buscas, es que todo siga igual.

 

(*) periodista, escritor, abogado.