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El nuevo contrato social en la Argentina: ¡Estado, alejate de mi!

Argentina está comenzando no sólo un nuevo ciclo político, sino un rotundo cambio de paradigma en la forma en que los ciudadanos conciben su relación con el Estado.

Gabinete de Javier Milei
Gabinete de Javier Milei | Agencia Na

Desde la restauración de la democracia en 1983, el contrato social de Argentina ha profundizado el derrotero iniciado por Juan Domingo Perón en los años '40, resumida en las palabras de Eva Perón: "Donde existe una necesidad, nace un derecho".

Las diversas banderas enarboladas por el kirchnerismo, desde "El Estado Presente" hasta "Un Estado para Todos" y "Necesitamos  más Estado", han compartido una premisa fundamental: la obligación del Estado nacional de ser proveedor integral de sus ciudadanos. Si bien teórica y discursivamente atractivas, las políticas que siguen estas ideas peronistas invariablemente se detuvieron al explicar cómo se aplicarían y, más importante, cómo se financiarán.

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Durante las últimas dos décadas, bajo el liderazgo de la última encarnación del peronismo, el Kirchnerismo, las ideas de "gratuito" y "universal" se han vuelto sinónimos de programas sociales expansivos, que abarcan desde salud y educación hasta áreas más polémicas como el fútbol para todos y recitales de cumbia. Naturalmente, aunque gratuitos para los usuarios y beneficiarios, nada es realmente gratuito y siempre alguien tiene que pagar. Dado que el Estado no genera riqueza y se financia principalmente a través de impuestos, ese alguien es obviamente el contribuyente.

Y efectivamente han sido los contribuyentes quienes han soportado la carga del financiamiento resultante de la expansión incesante del Estado. El crecimiento descontrolado del gasto público no financiero ha sido asombroso, aumentando de 24,7% del PIB en 1983 al 42,8% en 2022.

Sin embargo, la riqueza representada por el PIB per cápita de Argentina en 2022 (medido en dólares constantes de 1980, $3860) es casi idéntico al de 1979 (dólares constantes de 1980, $13,810). Esto es consistente con diversos estudios que han comprobado una relación en forma de U invertida entre el tamaño del gobierno y el bienestar de los ciudadanos. Como resultado, esta trayectoria fiscal se ha traducido en un aumento en los ingresos fiscales, con Argentina ostentando la segunda tasa impositiva más alta de América Latina.

 

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Las expectativas de un gobierno que garantice servicios gratuitos y universales (aunque no necesariamente eficientes, accesibles o confiables) marcan una era en Argentina, donde los políticos se caracterizaron por elogiar las virtudes y promover la construcción de un Estado omnipresente. Las consideraciones fiscales pasaron a un segundo plano y las conversaciones sobre gastos y financiamiento nunca parecieron llegar al ámbito público. La falta de transparencia y visibilidad en el gasto en conjunción con una emisión frenética que desembocó en una inflación galopante, impidieron que los argentinos comprendieran muy tarde los impactos del gasto implacable.

El grito de guerra de Milei "No hay plata"

Sin embargo, Argentina ahora se encuentra en una encrucijada sin precedentes. El primer presidente autoproclamado libertario, Javier Milei, ha asumido el cargo, armado con un ambicioso programa de austeridad fiscal que, tal como él mismo ha declarado abiertamente, implicará sufrimiento a corto plazo.

El grito de guerra de Milei, "No hay plata", evidencia su plan de desviarse drásticamente de la doctrina peronista de intervencionismo, nacionalización y consolidación del Estado. En cambio, promete reducir el tamaño del ejecutivo, privatizar empresas estatales y eliminar progresivamente los subsidios gubernamentales en sectores como la energía y el transporte, lo que inevitablemente resultará en costos más altos para los consumidores.

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Paradójicamente, los planes de Milei han obtenido un amplio apoyo, con un 56% de los votantes y la mayoría de la prensa respaldando su visión.

¿Por qué es notable este consenso? En primer lugar, Argentina se encuentra en una situación económica catastrófica, lo que requiere de medidas desesperadas. Mientras que otros candidatos abogaron por evadir discusiones sobre cómo abordar el colosal déficit fiscal que dio lugar a una tasa de inflación proyectada del 200%, el programa de "shock" de Milei ofrece una alternativa radicalmente diferente y económicamente ortodoxa, aunque repleta de dificultades a corto plazo.

En segundo lugar, la idea predominante de un Estado omnipresente ha dejado de seducir a los argentinos, quienes perciben al gobierno como un aparato costoso, ineficiente y burocrático que profesa ideales atractivos pero no es capaz de cumplir con garantías básicas como una moneda estable, productos accesibles, y seguridad.

Por último, el sinfín de escándalos de corrupción alevosos ha erosionado la confianza en un gobierno que no es simplemente ineficiente, sino que activamente sustrae recursos de una población ya empobrecida. Milei, invocando las ideas de Friedrich Hayek y Milton Friedman, ha dado nueva vida al libertarianismo del siglo XX, ofreciendo a los argentinos una escapatoria muy necesaria hacia el ámbito de la libertad, lejos de las garras de un gobierno abrumador.

El cambio sísmico en el contrato social ofrecido por esta administración, junto con el apoyo electoral sin precedentes que ha obtenido (el 56% representa el porcentaje de votos más alto desde el resurgimiento de la democracia) sienta un nuevo precedente en lo que esperamos los argentinos de nuestros representantes.

Argentina, tal como lo hizo con el modernismo estatal en la década de 1880 y el surgimiento del Estado de bienestar en la década de 1940, vuelve a transformarse en pionera, invitando al mundo a presenciar un experimento crucial: ¿Puede el libertarianismo resucitar a una nación en los abismos de la catástrofe económica?

 

* Economista (Harvard University), habiéndose desempeñado como consultor para el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y McKinsey & Co. Anteriormente fue Director de Desarrollo Económico de Buenos Aires.