OPINIóN
Aniversario

Fernando Abal Medina o la fuerza inútil de las armas en la oscuridad de los '70

El asesinato del fundador de Montoneros, epílogo vengador del fusilamiento de Pedro Eugenio Aramburu, “fue un enorme dolor para todos, el de uno de los primeros mártires que se cobraba la guerrilla armada”. Fue “el heroísmo de enfrentar la dictadura”, dice el autor. ¿Valió la pena tanta oscuridad?

Fernando Abal Medina 04092025
Conmemoración fallecimiento Fernando Abal Medina | CeDoc

La violencia en Argentina nació en el ’55, pero era minoritaria. Con “la noche de los bastones largos”, el 29 de julio de 1966, Juan Carlos Onganía dejó sin futuro a la democracia argentina, al decidir que el tiempo político vendría después del económico y social. Seguía el triste ejemplo de Francisco Franco en España y ahí surgió en el país la violencia como tentación, como reacción masiva al cierre de la democracia.

En la universidad de entonces no había un solo alumno peronista, pero los estudiantes y los que éramos dirigentes estudiantiles –yo era entonces secretario de la Liga Humanista- estábamos indignados.

En el 68 hubo una masiva politización de las generaciones jóvenes. Y el asesinato de Pedro Eugenio Aramburu fue la marca de la violencia masiva contra la dictadura.

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Juan Manuel Abal Medina
Ezeiza. El regreso de Juan Domingo Perón reunió al líder con su pueblo, pero todo se desmadró.

El secuestro de Aramburu, el 29 de mayo de 1970 y su fusilamiento posterior, fueron un cambio profundo en la política argentina. En ese momento también el mundo soñaba con una revolución: de Vietnam, China, Rusia venía la idea de que el marxismo podía ser vencedor. Y esa concepción también era fuerte en el país.

A 55 años, los secretos del asesinato de Aramburu

El grupo que surgió para secuestrar al general Aramburu, ex presidente tras la revolución del 55, era de jóvenes católicos. Tanto es así que la acusación fue contra un sacerdote, el Padre Alberto Carbone, a quien nosotros llamábamos “El ciego”. Ellos eran una generación más joven que la mía, yo no los conocí. Además, el mío era un catolicismo más amplio, jesuita; el de ellos, más ortodoxo.

Para los que militábamos en aquellos tiempos en la Juventud Peronista fue más duro lo que se vivió a partir del ‘70, porque de pronto nos encontramos con que nacía un sector que se iba a convertir en el más importante de nuestra generación.

Hubo muchas conjeturas (según declaraciones, fue el autor material del disparo que le quitó la vida a Aramburu), pero la muerte de Fernando Abal Medina, el 7 de septiembre de 1970, fue para nosotros la venganza de una dictadura humillada por esa militarización de la juventud civil.

La desaparición de Fernando Abal Medina fue un enorme dolor para todos, uno de los primeros mártires de la guerrilla armada (...) La violencia tenía esos blancos y negros"

Yo estaba entonces con Roberto Grabois, padre de Juan Grabois. A Fernando Abal Medina yo no lo conocí en forma directa, pero en el ’66 éramos todos jóvenes católicos politizados, activos, movilizados, incluso antes de que todo -o casi todo- virara en violencia.

Realmente la desaparición de Fernando Abal Medina fue un enorme dolor para todos, porque era uno de los primeros mártires que se cobraba la guerrilla armada. Y era algo que marcaba que la violencia tenía esos blancos y negros, esos conflictos de fondo y que no todo era el triunfo de las ideologías.

El día del Montonero, 55 años después

Juan Manuel Abal Medina, su hermano, pasó entonces a hacerse cargo de la dignidad del nombre de su hermano muerto en un fusilamiento.

Juan Manuel Abal Medina no ingresó nunca a esa estructura que fue Montoneros, fundada por su hermano, Mario Firmenich y Carlos Ramus que, sin dudas, fue heroica, pero muy pronto terminó convertida en oscura burocracia.

Curas villeros década del 70
Fernando Abal Medina. Su sensibilidad social despertó con el acercamiento a la Acción Católica, espíritu de época en los 70.

Si lo de Aramburu marca una época, Abal Medina es uno de los apellidos más representativos y dignos de ese nacimiento de la historia.

Cuando Juan Domingo Perón regresó definitivamente al país, el 20 de junio de 1973, la violencia ya estaba instalada, pero desató una pregunta: ¿volvía por el pueblo que luchaba por él? Yo creo que sí, igual que el Santo Padre Francisco, que creía que la conciencia popular estaba por encima de otros tipos de militancia.

Cuando el general Perón eligió a Juan Manuel, hermano de Fernando, y a Rodolfo Galimberti como conductores del movimiento dio un paso importante a la clave que era la integración de la militancia violenta a la democracia.

Juan Manuel nunca dependió de la estructura de la guerrilla y quizá Galimberti, que fue mi viejo y entrañable amigo, exageró los pasos de convertir el triunfo democrático en provocación militar.

Rodolfo Walsh, el oficial de inteligencia Montonero, acribillado en San Juan y Entre Ríos

Electo diputado, ya antes de asumir, yo fui uno de los elegidos para viajar a Trelew y acompañar los dos primeros aviones de Austral en los que retornaron a la libertad los convictos de muchos años y algunos con condenas graves. Ellos no imaginaban que la democracia los podía liberar. No mucho tiempo después, algún amigo cercano me confesó que regresarían a la lucha armada.

En el compromiso de Fernando -su entrega sabiendo que iba a la muerte-, está el heroísmo de enfrentar la dictadura. Y en Juan Manuel la dignidad de asumir un cargo respetando la historia del peronismo, y no confundiéndose con la violencia.

Es la guerrilla que luego desgraciadamente se iba a reivindicar por encima del pueblo. Ese fue el error central.

Como el Papa Francisco, yo soy de los que creen que la historia las hacen los pueblos y no las vanguardias iluminadas. Y ese debate está centrado en el recuerdo de Fernando y las memorias de Juan Manuel.

José Ignacio Rucci, jamón del medio en la Traviata sangrienta de los 70

El gran aporte de Juan Manuel Abal Medina es su libro Conocer a Perón, desarrollo de la relación que mantuvo con el líder del Justicialismo. Allí privilegia la voluntad del General de incorporar a los representantes de la lucha armada a la democracia y la frustración que generó el error de esa conducción, sumado al de otros grupos armados, como el ERP, que intentaban proseguir en la senda de la violencia cuando, tras la resonante victoria electoral del 73, el pueblo estaba absoluta y legítimamente representado. En síntesis, lo que podía ser justificable en dictadura era traición a la patria en democracia.

Fernando Abal Medina bien
La cantina de Morris, en Hurlingham, donde la policía mató a Fernando Abal Medina, el 7 de septiembre de 1970.

Pero nada tuvo que ver Perón con el surgimiento de la guerrilla; sí, con la obligación militante del intento de recuperarla. Sin embargo, hay algo que es esencial recordar: su retorno es fruto del esfuerzo del pueblo y no de los movimientos subversivos. Es que nuestra violencia nunca fue capaz de asumir una autocrítica, ni siquiera de aportar nombres para la democracia, como pudo hacerlo el Movimiento de Liberación Nacional -Tupamaros en Uruguay.

Nuestra violencia fue realmente una suma de errores en democracia que terminaron debilitando su digno heroísmo durante la dictadura.

La Argentina entró en crisis en el ’76, el momento en que murió el patriotismo"

No son 55 años ni 70 los que marcan el fin de una gloria inexistente, necesariamente reivindicada por la derecha liberal-conservadora para justificar sus incalificables ajustes y su desprecio por la justicia social y la distribución de la riqueza.

La Argentina entró en crisis en el ’76, que es el momento en que murió el patriotismo, presente incluso durante varios gobiernos de facto, sin dejar de reconocer la lucidez de Arturo Frondizi, en el ‘58 o la transparencia de don Arturo Illia, en el ‘63.

Sobraron sectores que intentaron culpar a Perón y a su ideología supuestamente de derecha, de marginar a la guerrilla y no darle un lugar, mientras las organizaciones armadas imaginaban que la democracia era simplemente un escalón hacia la toma del poder, poder que “solo surgía de la boca de un fusil”.

En el compromiso de Fernando -su entrega sabiendo que iba a la muerte-, está el heroísmo de enfrentar la dictadura. Y en su hermano Juan Manuel, la dignidad de asumir un cargo respetando la historia del peronismo sin confundirse con la violencia"

Error garrafal, porque la violencia no habría de servir para profundizar la justicia ni beneficiar al pueblo. En cambio, sería una excusa útil al Golpe de estado de 1976 y sus trágicas y atroces consecuencias.

Juan Manuel Abal Medina describe en su relación con el General Perón lo profundo, lo fundamental: la voluntad del General de lograr esa integración, esa convocatoria a los jóvenes a quienes les entregó una enorme cuota de poder, que incluía gobernaciones y ministerios. Pero todo se quiebra en el brutal error de Ezeiza, donde en lugar de usar el poder del Estado para controlar el palco y sus adyacencias, se deja al azar el encuentro entre el pueblo y su jefe, en la que fue una de las manifestaciones populares más grandes que haya conocido nuestra historia.

Abal Medina es un apellido que recuerda al militante caído. Creo que en la figura de Fernando Abal Medina se expresa con enorme lucidez lo que signficó ese grupo violento que surgió para combatir una dictadura que se erigía como eterna.


*Ex diputado de la Nación (1983-1985), autor de “Hablemos de política (de una vez por todas”, “El regreso del general”, “Juicio a los 70: la historia que yo viví” y “Entre sueños y pesadillas”, entre otros.

M.M.