OPINIóN
Columna

El malestar en la cultura, las vacunas y los interrogantes

A 90 años del manuscrito histórico de Sigmund Freud, el análisis de las dificultades de los seres humanos para adaptarse a las variantes que ofrecen los diversos espacios-tiempos.

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Se cumplió el 90 aniversario del manuscrito histórico del maestro vienés, El malestar en la Cultura que señalara en el período entreguerras las dificultades de los seres humanos para adaptarse a las variantes que ofrecen los diversos espacios-tiempos de su existencia. Y en estos momentos cruciales de esta inclemente pandemia lo que él llamara el mecanismo de negación, como en los terremotos, como en las guerras, luce en todo su esplendor.

Mecanismo de negación que a veces excluye los dos grandes antídotos que el Maestro vienés incluyera en su manuscrito: el amor y el trabajo, cuando el primero es reemplazado por su antagonista el odio y la indiferencia y el segundo por la negación asumida sobre aquellos, que como los profesionales de las terapias intensivas, muestran su idoneidad en no dañar, consolar y tratar de curar y a quienes ni siquiera se les reconoce la necesidad de ser acompañados por conductas no morales sino éticas y honorarios correspondientes a su inmensa responsabilidad, que sean una muestra de un modo de existencia que privilegie, como esencial, el cuidado de las vidas humanas. O sea que abandonemos el negacionismo explícito.

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Y qué mejor que ejemplificar, como lo hace Nora Bar en su columna de La Nación, con Edward Jenner, el admirable creador de la primera vacuna, que quedara huérfano a los cinco años, y que luego de ser ayudante de un cirujano rural a los 13 años, ya en Londres como ayudante de otro cirujano, Robert Hunter, con el cual catalogó 13.000 muestras anatómicas, hasta que finalmente, el 17 de diciembre de 1889, tomó muestras de las lesiones de viruela porcina leve que presentaba la niñera de sus hijos y se las inyectó a su hijo Edward y a dos mujeres expuestas al virus. Unas semanas después les inyectó la variedad humana de la viruela y ninguno desarrolló síntomas. Sin embargo la Royal Society, la que había fundado Newton, desconoció su descubrimiento “para no arriesgar su reputación”. Y después de muchos años fue reconocido por su creatividad, que terminó de borrar la peste de la viruela de la faz de la tierra. Y como si esto fuera poco, mostró la calcificación de las arterias coronarias en la llamada angina de pecho, fabricó un globo de hidrógeno para pasajeros, descubrió el fósil de un reptil marino y desentrañó el misterio de las aves migratorias. Él es, nada menos que el pionero, de lo que podemos esperar, el éxito de alguna o algunas vacunas antivirales, para este inclemente Covid 19.

Que no nos sorprenda la postpandemia

Y también Nora Bar nos recuerda la figura de una pionera que hizo historia, Rebeca Gruber que escribiera, en 1956, Elementos de cálculo diferencial e integral y que acaba de fallecer a los 94 años. Y fue nada menos que la figura femenina de mayor protagonismo en la primera época de la computación en Argentina, teniendo participación activa e influyente en la política científica, tecnológica y educacional. Se había graduado en matemáticas en la Universidad de la Plata, y fue secretaria técnica del Instituto del Cálculo en 1960. Sufrió la tenebrosa noche de los bastones largos del onganiato, teniendo que renunciar a la facultad de Ciencias Exactas y en 1976 ante la llegada del trágico Proceso nazi-genocida, tuvo que exiliarse en Venezuela. Pero regresó con la Democracia y con Alfonsín a la asesoría de la Secretaría de Ciencia y Tecnología, a la Universidad de San Martín, a la creación del Instituto Tecnológico de Chascomús y a la Fundación Sadosky, por ello, aquí y ahora, un aula lleva el nombre de esta mujer pionera de las computadoras científicas.

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Ha habido dos muy interesantes reportajes en Perfil de Jorge Fontevecchia. El primero a Daniel Innerarity, filósofo, que comienza con la famosa frase de Albert Camus: "El problema de la peste no es tanto cómo ataca los cuerpos, sino cómo desnuda las almas". El pensador habla de las crisis y las enumera: luego de Chernobyl, climáticas, migratorias, financieras y ahora pandémica. Y agrega que un sistema sanitario robusto, una seguridad social fuerte y una cantidad de profesionales idóneos estatales, suficiente, y bien pagos nos habría ahorrado esta catástrofe, porque ni la economía ni la medicina dejan de ser ciencias sociales y políticas. Se refiere a un sistema en el que rija el pluralismo, la libertad de información, de expresión, de protesta, de circulación de las personas. Un sistema autoritario no permite la libre circulación de la información, como ocurre en China. Una falta de flujo informativo hizo caer el imperio soviético.

Innerarity, como Einstein y Deleuze, enfatiza la necesidad de la inteligencia en estas democracias complejas. Más que buenos o malos busquemos las formas inteligentes y no estúpidas de interacción colectiva. Es decir, hay que preocuparse de la interacción grupal. “Es la interacción, estúpido”, dice el filósofo parafraseando la famosa frase de Bill Clinton. Y agrega, un contrato social que implique a las generaciones venideras. Y el gran enemigo que persiste es, sin duda, la simplificación ante la complejidad de los problemas. Hay que erigir puentes, no levantar muros, articular mayor diversidad, más voces, más intereses representados, más discusión, más debate. Es decir, más inteligencia colectiva y menos estupidez simplificadora de creer que todo lo resuelve la siempre temeraria relación amigo-enemigo.

La neurosis de destino argentina

El otro reportaje sumamente interesante lo realiza a Robert Kaplan, un notable pensador global que aclara que la pandemia de ese ser o ente que lo único que sabe es replicarse, nos recuerda que la especie humana existe en la Naturaleza y en consecuencia estamos sujetos a lo que en nuestra Madre ocurre. O sea, nos obliga a ser humildes a pesar de ser una raza con ingenio humano, médico y tecnológico, estamos sujetos a enfermedades. Y el Covid 19 es un elemento natural. Advierte el crecimiento exponencial de la población hispanoparlante en EEUU, que supera el tercio de lo total, por lo cual levantar un muro es simplemente un anacronismo. Y sostiene que el futuro de una humanidad justa, equilibrada, igualitaria, ecológica se juega en el uso virtuoso de la tecnología.

La verdadera pregunta que se hace el pensador geopolítico es si un sistema autoritario con tendencia capitalista, léase China, puede ser mejor que el sistema democrático habitual, también capitalista y no se puede ser arrogante con respecto al resultado. Porque el siglo XXI, agrega Kaplan, es complejo en sí, por el contexto global de cambio climático, o sea, del calentamiento global y también de enfermedades pandémicas, como anunciara Bill Gates. O sea, el entorno es complicado de por sí. Y deja una última lección para la República Argentina al sostener que nuestra geografía puede proporcionar oportunidades. Pero depende de los seres humanos lo de aprovecharlas inteligentemente. No es sólo tener grandes posibilidades geográficas sino que administrarlas tecnológica y climáticamente bien, para que el siglo XXI no repita el fracaso en términos cuantitativos y cualitativos del siglo XX.

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Finalmente, la propia Nora Bar nos advierte en La Nación sobre una utopía nacida del matemático, filósofo y Premio Nobel Bertrand Russell, que propuso no trabajar más de cuatro horas diarias, para hacer delicioso el tiempo libre que podría dedicarse a la investigación científica, a la pintura, a la escritura, al aprendizaje de algún instrumento musical o algún deporte recreativo, o sea, que los humanos puedan disfrutar de la alegría de vivir para ser más generosos y menos agresivos, puesto que el amor, la bondad y el cuidado pueden surgir de un mundo más seguro. Pero mientras esa utopía, como dice Eduardo Galeano, nos sirve para caminar hacia el horizonte, en el aquí y ahora donde el trabajo virtual y la pobreza se multiplican por igual a nivel local y global, cabe recordar las palabras que rememorara Paolo Giordano en su libro Comunidad global, del Salmo 90: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”. Ojalá que aprendamos.